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Fernando Posada | Foto: El País

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¿A quién le encomendamos el cambio?

Y entre más pasan los días, más claro queda que lejos de ser un gobierno “del cambio” –como sus mismos protagonistas lo han denominado– este será un gobierno de revanchas.

8 de abril de 2024 Por: Fernando Posada

Las recientes decisiones del gobierno frente al funcionamiento del sistema de salud han traído un difícil balance de incertidumbre que en vez de resolver los problemas del servicio en el país han sumado una nueva cantidad de obstáculos. Pero ante todo, el presidente y su equipo de gobierno pusieron sus cartas sobre la mesa y demostraron que no le temen al caos cuando las cosas no salen como esperaban. Ahora más que antes vuelve a hacerse relevante el famoso “no me reten” que alguna vez escribió el presidente en su cuenta de Twitter.

No es momento para olvidar que a los gobiernos democráticos en el mundo se les caen reformas y esto es apenas un elemento esencial de la deliberación y discusión permanente entre distintas ramas del poder público. Lo que sí no es usual es que ante una derrota, el gobierno decida asumir una postura de revanchismo en vez de buscar nuevos acercamientos con los sectores con los que los desacuerdos pudieran ser resueltos. De las respuestas en momentos de frustración también podemos entender mejor a los gobiernos y conocerlos a profundidad.

Sobre todo, la difícil semana que pasó nos debe dejar una clara enseñanza como país sobre el gobierno que hoy lleva las riendas de todas nuestras vidas. La pregunta que más me hago desde entonces es si este gobierno genuinamente podrá responder la esperanza de cambio que once millones de personas le delegaron. Y entre más pasan los días, más claro queda que lejos de ser un gobierno “del cambio” –como sus mismos protagonistas lo han denominado– este será un gobierno de revanchas que, lejos de transformar para bien, dejará un saldo inédito de división y caos. El giro hacia el fundamentalismo y el radicalismo que ha asumido jamás será un escenario para construir un mejor país, ni mucho menos un país donde quepamos todos.

La esperanza de cambio es uno de los activos más valiosos de una sociedad y el voto de la ciudadanía en 2022 fue contundente en su mensaje. Pero no basta con quedarnos con el deseo de un cambio, con todo lo ambiguo que eso puede resultar, sino que debemos buscar a los líderes más idóneos para lograrlo. Y desde la experiencia del presidente Petro como alcalde de Bogotá hemos sabido que si bien sabe decir palabras que emocionan a algunos, está lejos de ser el líder idóneo para planear, administrar y ejecutar. Y no hay cambio posible, o por lo menos no uno positivo, si se descuida algo tan esencial como el método.

También la economía refleja que el país va por un camino poco esperanzador –como deseaban quienes predicaban sobre el decrecimiento–, hasta el punto de haber crecido menos en 2023 que durante un evento que afectó al mundo entero como lo fue la pandemia. Este experimento está demostrando ser capaz de empobrecer a todo un país como resultado de alimentar una narrativa contra la riqueza, contra los negocios y contra el sector privado.

Esperemos que al final de este periodo presidencial el país haya entendido las graves consecuencias de encomendar su legítimo sueño de cambio a un bando político experto en diagnosticar problemas y profundizar en ellos, pero rara vez hacer algo para resolverlos. Si queremos que el país cambie (y es válido asumir que ese deseo era por un cambio positivo), lo primordial será elegir dirigentes que puedan trascender las mieles de la retórica y mejorar todo lo que aún necesita ajustes, en vez de destruir lo que funciona.

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