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VENEZUELA
Grupo de Lima debatía en Bogotá mientras la tensión continúa en las trochas de la frontera
El río Táchira es la ruta que siguen usando los venezolanos para venir en busca de comida y medicamentos.
Mientras la búsqueda de una salida política a la crisis de Venezuela se trasladó este lunes a Bogotá, cientos de ciudadanos de ese país prefirieron arriesgarse a pasar por las trochas de la frontera para poder comprar alimentos, medicamentos y reunirse con sus familias, lo que generó que varios se volvieran a enfrentar con la guardia bolivariana.
Edward, vendedor habitual de mecato en la orilla del río Táchira, una de las rutas clandestinas entre Colombia y Venezuela, relató que desde las 4:00 de la madrugada de ayer cerca de 4000 personas buscaban afanadosamente la manera de transportar medicamentos y alimentos o de cumplir citas de lado y lado de la frontera.
Aunque es frecuente que algunos transiten por allí a diario, dice que es notorio el aumento de personas tras el cierre de los pasos limítrofes oficiales. Pero, continúa el vendedor, la escasez de comida y de fármacos del otro lado de la frontera no da espera y es más apremiante que el miedo y la incertidumbre.
Jacqueline Escobar, por ejemplo, se ‘tiró’ a la trocha del río Táchira, desde el lado venezolano, con su hija de 10 años y un sobrino para poder visitar a un familiar enfermo en Cali. Ayer caminaron 45 minutos desde San Antonio hasta Cúcuta, después de salir de Caracas el domingo.
Cuenta ella que a su ser querido le dieron un ultimátum de vida y que eso los impulsó a salir corriendo. Entonces contrataron un ‘trochero’ que le cobró $10.000 por guiarla por en medio de la zona boscosa que rodea el río, además de que le ayudó con la carga que trae.
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Jacqueline sostiene que en Caracas la gente no sabe lo que está ocurriendo de este lado de la frontera, porque no les informan de nada. Lo único que supieron fue que el sábado hubo enfrentamientos por el intento de ingresar la ayuda humanitaria y cuenta que los capitalinos han salido a protestar en contra de Nicolás Maduro por la falta de alimentos y medicinas.
Nelson Ramón, con un saco al hombro y la cara enrojecida por el sol, se adentró al Táchira saltando piedras y procurando sostener el equilibrio para que la harina, el arroz, el café y el azúcar que llevaba no se le cayeran al río. “No tuve oportunidad de pasar sino hasta ahora. Llevo alimentos para mis tres hijos, mi suegra y mi mamá, porque allá no se consiguen. Por eso estuvo mal hecho que quemaran la ayuda humanitaria, porque los derechos humanos tienen que respetarse”.
Y mientras Nelson regresaba a Venezuela, William llegaba a Colombia para buscar las medicinas que necesita su mamá, quien sufre de gastritis crónica. Tuvo que pagarle $20.000 a otro ‘trochero’ para no perderse en el recorrido, pero sobre todo para evitar el peligro que implica pasar solo por esos trayectos.
Es que, según denuncian algunos ciudadanos, por los alrededores de la frontera las fuerzas paramilitares venezolanas conocidas como colectivos rondan día y noche para atacar a quienes van o vienen.
Entre tanto, William asegura que, por una parte, es positivo que no se le hayan podido llevar las donaciones de la comunidad internacional al otro lado de la frontera, porque así el mundo se dio cuenta de lo que realmente ocurre en Venezuela.
“Si eso no hubiese pasado, el Grupo de Lima no estaría tan preocupado en esa reunión. Queremos una salida pacífica, no una intervención violenta, pero sí queremos que otros países metan la mano”, confiesa.
“También voy a llevar comida hacia mi casa, me tardaré como una hora comprando y me voy para atrás. Mi mamá tiene 54 años y tengo tres hijos que necesitan comida. Esperamos que las cosas mejoren y que funcione la reunión del Grupo de Lima”, agrega.
Francisco Caba, uno de los ‘trocheros’, asegura que por $10.000 ayuda a que la gente pueda cruzar por estos sitios alternos de la geografía limítrofe sin que corran peligro. Dice que los custodia hasta que logran abordar el transporte que los lleve a territorio venezolano o colombiano, según lo necesiten.
“La gente del otro lado se está muriendo de hambre. Yo era chavista, pero dejé de serlo desde que empezó a hacer falta la comida. Yo era patrullero pero, ante la necesidad, deserté. Lo que me hago es para la comida de mi familia, tengo una parte en Venezuela y otra en Colombia”, explica.
Silmar Marín, con cinco meses de embarazo, pasó por la trocha antes del mediodía de ayer para llegar hasta un comedor público donde les sirven almuerzo a muchos venezolanos y comprar las vitaminas que necesita para que su bebé siga creciendo sanamente.
“Vivo en San Antonio y espero regresarme en un rato, después de que haya hecho todas las cosas. Esa ayuda humanitaria era algo que necesitamos, en especial por los enfermos, porque hay personas muriéndose de cáncer, sida y otras enfermedades. Era lógico que la dejarán pasar”, lamenta la mujer.
Sin embargo, es probable que Silmar no haya podido regresar ayer, puesto que en horas de la tarde se presentaron nuevos enfrentamientos entre los ciudadanos y la Guardia Nacional de Venezuela desde el lado colombiano del Puente Simón Bolívar, por lo que la Policía acantonada en Cúcuta reforzó la seguridad alrededor de la zona. Gases lacrimógenos, piedras y ráfagas de perdigones se escucharon alrededor.
Pero en medio de la confusión y la zozobra, según Migración Colombia siguen las deserciones hasta sumar 170. De hecho, siete militares atravesaron ayer el Simón Bolívar en medio de aplausos. “¡Vénganse, vénganse, vénganse!”, les siguen gritando cada tanto a los policías del otro lado.