No fue un atentado más…

La magnitud del ataque planeado y ejecutado por las disidencias de las FARC en contra de la Base Aérea Marco Fidel Suárez, hace necesario volver la mirada sobre lo que ha estado significando la presencia de estos grupos en el norte del Cauca y sur del Valle, especialmente en la zona rural de Jamundí. Sin una sólida “retaguardia” como la que esta guerrilla tiene en estas amplias zonas, es bastante difícil concebir una acción terrorista como la perpetrada en Cali.

No se trató de cualquier acto criminal, comenzando por el elevado número de víctimas fatales, heridos y destrucción material. En sí misma, esta acción comporta una audacia que supera en muchos otros actos terroristas acaecidos recientemente, como la escalada que se presentó en junio último, en el que fueron colocados artefactos explosivos en varios puntos de la ciudad y de lo cual, la fuerza pública y organismos de justicia han dado resultados importantes por cuenta de la captura de varios de los responsables, que hacen parte de milicias o redes de apoyo urbano de la llamada disidencia “Jaime Martínez”. Y, no obstante, la desarticulación de dichas redes, queda claro que no fue suficiente y queda mucho por hacer.

Pero este nuevo atentado tiene otras connotaciones. Esta unidad militar de la Fuerza Aeroespacial Colombiana no es solo el centro de formación de nuevos pilotos, sino también la sede del llamado Comando Aéreo de Combate (Cacom 7) que es el lugar desde donde se coordina y despliegan todas las capacidades de apoyo aéreo para el desarrollo de operaciones militares en el suroccidente colombiano. De manera que el objetivo escogido no fue uno cualquiera ni el hecho violento, uno más.

No es fácil hacer anticipación de la ocurrencia de estas acciones graves y dolorosas. El terrorismo puede hacer de las suyas en cualquier parte y en cualquier momento, no obstante que una labor de anticipación resulta crucial. ¿Cómo hacer anticipación? Hay muchas dimensiones para lograr prevenir que los criminales logren sus cometidos, pero, sin duda, el más importante de ellos es la capacidad de Inteligencia para develar acciones terroristas en su fase de planeación o preparación. Cuentan también medidas eficaces de control en las áreas perimetrales o adyacentes de posibles objetivos de alto valor como lo son sedes de instituciones públicas y de tipo policial y/o militar. Y nunca será despreciable la colaboración ciudadana, comenzando por algo muy básico como lo es el reporte de situaciones sospechosas.

Y en el contexto del conflicto en la región, será decisivo retomar el control territorial de la zona rural de Jamundí, que es una especie de “Base” permanente o retaguardia estratégica de la disidencia “Jaime Martínez”, desde donde se planean y coordinan múltiples acciones violentas.

Muchos evocan los dispositivos de seguridad en Cali desplegados para la COP16, pero eso fue excepcional y no existen capacidades materiales para hacerlo permanente. No obstante, en medio del aturdimiento, dolor y rabia por lo sucedido deben emerger con fuerza varios elementos: la solidaridad y atención a las víctimas, una decidida y masiva condena de la violencia, un apoyo claro a la acción del estado, incluyendo la de la Fuerza Pública y un liderazgo creíble del gobierno nacional para dar el combate necesario a las acciones de estos grupos.

La apuesta de la estrategia de Paz Total del gobierno nacional no puede implementarse bajo condiciones de debilidad o ingenuidad, sino de la mano, o incluso la prevalencia, de una vigorosa política de seguridad en la que sea retomada la iniciativa militar y la ventaja estratégica sobre todos los grupos armados ilegales.