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Cuatro años después, la Justicia en Cali sigue ‘desplazada’

Se cumple otro aniversario del atentado contra el Palacio de Justicia. Reconstrucción de un drama insospechado.

31 de agosto de 2012 Por: Beatriz López y Aura Lucía Mera

Se cumple otro aniversario del atentado contra el Palacio de Justicia. Reconstrucción de un drama insospechado.

Estamos en los alrededores del Palacio de Justicia, corazón de la Cali marginal, donde confluye una abigarrada y heterogénea mezcla de gente que duerme en inquilinatos, subsiste con el rebusque y vende chance, lotería, cigarrillos, fritos en aceite requemado y papeletas de mariguana, perico o éxtasis.Son las 11 p.m. del fatídico 3l de agosto del 2008, y la calle 13 con carrera 10, va quedando solitaria. Empiezan a merodear los vecinos del Palacio: recicladores, basuriegos y drogadictos de la “olla”, antigua plaza de mercado “El Calvario”, donde vivir es una hazaña diaria.Ni los vientos de agosto calman ese bochorno que presagia que algo está a punto de suceder. “Algo va a pasar”, dice la señora Juana a la vendedora de tintos. “Lo presiento aquí” y se toca el corazón.A esa hora exactamente, ‘Bolondo’, ‘Nacho’ y ‘Carlitos’, pertenecientes a las milicias urbanas de las Farc y el reciclador ‘Puchecas’ se acercaban en el campero Ford, rojo con blanco, placas NSH-669, modelo 1979, para cumplir la orden de ‘Narices’, comandante del frente ‘Manuel Cepeda Vargas’, para ejecutar el atentado contra el Palacio de Justicia.Faltando 5 para las 12 de la noche, se accionó el carro bomba. La onda expansiva alcanzó a escucharse en el centro, norte y oeste de la ciudad. Balance de esa fatídica noche: 5 muertos, 26 heridos, 224 locales comerciales afectados, un cráter de 2 y 3 metros y el Palacio, semidestruido. Los vidrios volaron a más de 100 metros a la redonda.“Cuando el carro se incendió, saltó hacia la calle 10, no hacia el edificio, de lo contrario el Palacio habría colapsado totalmente”, recuerda Álvaro Trochez Rosales, Secretario del Juzgado 32 Civil Municipal, quien entró 8 días después de la explosión, y ha sido testigo del viacrucis de la administración de Justicia, durante estos cuatro años de desplazamiento, en los que ha despachado en sitios estrechos sin ventilación ni iluminación. “Los cielo falsos se cayeron totalmente, había esquirlas por todas partes y las carteleras quedaron regadas por el suelo. Si el atentado hubiera sido de día, habría matado mucha gente. A veces, después de 4 años, cuando extraemos un expediente del archivo que reposa en las bodegas de la Fábrica Britilana, salen trozos de vidrio”, afirma Trochez.Muertos y damnificadosEn el atentado murieron Kelsy Andrea Arana y Lina Marcela Ortiz, dos muchachas que trabajaban en una pizzería y el chofer del taxi que las llevaba a su casa, en el barrio Bretaña, Carlos Alberto Delgado Quinchía. Joel Muñoz Hoyos, la cuarta víctima, a esa hora pasaba por allí en su carro. La otra fue Beatriz Minota Narváez, quien murió tras un enfrentamiento entre Policía y saqueadores, minutos después de la explosión.Muchos fueron los damnificados: mueblerías, floristerías, graneros, tiendas y restaurantes, que funcionaban alrededor del Palacio: 120 locales en total. “El atentado afectó de manera grave la administración de Justicia, por la dispersión de los despachos judiciales en 14 sedes de la ciudad y de las oficinas que les prestan apoyo logístico (Dirección de Administración Judicial en dos sedes, centros de servicios, oficina judicial, archivo), que condujo a funcionarios y empleados a despachar en ambientes inapropiados.” “Afectó -añade Trochez- a los usuarios, apoderados, abogados, litigantes, judicantes universitarios, autoridades públicas y las personas que de una manera u otra están relacionadas con los procesos judiciales. Todos se vieron precisados a desplazarse por varias edificaciones, lo que se conoce como el ‘tour judicial’, lo que genera tiempo, desgaste físico e incremento de costos”.Cargados de tigreÁlvaro Tróchez fue el enlace. Queremos saber cómo han sido estos años de vergüenza para la justicia en el Valle del Cauca.Abogado de la Santiago y actual Secretario del Juzgado 32 Civil Municipal, Álvaro nos abre la caja de pandora y nos conecta con las fuentes para obtener datos precisos, cifras y así poder reflejar la cruda realidad. Un hombre sensible, apasionado por el cine y la historia, discípulo de Estanislao Zuleta, que sufre cuando “la norma está por encima de la gente” y sostiene que “la decencia de la condición humana reside en el reconocimiento del otro como un igual pues somos iguales ante Dios, iguales ante la Ley pero no somos iguales ante la vida”.Ya metidas a escarbar, nos enteramos que muchos despachos solo tienen un baño que precisamente está en la Sala del Juez. Las sillas son Rimax, destartaladas y los escritorios oxidados, “Aguántense que algún día nos trasteamos” ...y así van cuatro años. “Muchas veces las sillas de ruedas no caben en los ascensores, las colas de espera llegan a la calle, y si llueve, pues se mojan”. La falta de ventilación, el hacinamiento y el estrés que manejan repercuten indefectiblemente en la salud física y mental de todos los empleados. “La intolerancia es contagiosa. Los abogados llegan muchas veces cargados de tigre porque les ha tocado hacer el “tour completo: patonearse las l6 sedes.”Para recordarA comienzoa de agosto, abogados y jueces de la ciudad denunciaron que, por la demora del Consejo Superior de la Judicatura en aprobar los recursos del proyecto, la entrega del Palacio de Justicia anunciada para el próximo 30 de noviembre no será cumplida.Son al menos 900 empleados, entre ellos 150 jueces, que desde el atentado al Palacio de Justicia están hacinados en las sedes ubicadas en diferentes sectores de la ciudad.

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