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La generación Nini: ni lo uno, ni lo otro

Son los jóvenes ‘Nini’: ni quieren estudiar, ni trabajar, ni salir, ni pensar en el futuro, ni luchar... Guía para padres desesperados.

25 de mayo de 2014 Por: Redacción de El País

Son los jóvenes ‘Nini’: ni quieren estudiar, ni trabajar, ni salir, ni pensar en el futuro, ni luchar... Guía para padres desesperados.

Doctora, ¿qué hago? Mi hijo ni estudia, ni trabaja, ni sale, ni tiene amigos, ni novia, ni parece importarle su futuro. ¡Está despilfarrando su vida!”, es la queja más frecuente que escucha en su consultorio Judith Medina, sicóloga clínica especialista en familia, de parte de padres que tienen hijos entre los 14 y los 22 años de edad.A estos jóvenes que NI estudian, NI trabajan, NI sueñan, NI aportan, NI socializan... se les denomina ‘Ninis’. Los principales detonantes de este fenómeno, de acuerdo con la sicóloga Carolina Piragauta, son las escasas oportunidades de empleo, la baja calidad educativa y la desestructuración familiar. El término ‘Nini’ equivale a ‘Neet’, acrónimo en inglés de la expresión ‘Not in employment, education or training’ (ni trabaja, ni estudia, ni recibe formación). Fue utilizado por primera vez por el gobierno británico y su uso se extendió a Japón, China y Corea del Sur, mientras en los países de habla hispana se prefiere la denominación ‘Nini’.Según el sicólogo Alejandro Schujman, autor del libro ‘Generación Nini’, este grupo está formado por varones y mujeres de entre 17 y 30 años: “Temerosos, indecisos, paralizados en su proceso de crecimiento, sin capacidad de tomar decisiones, instalados en el confort familiar”.Suchujman afirma que “como padres debemos romper el mito de que vivimos en un mundo difícil para criar a nuestros hijos, hostil, complejo, porque eso de verdad los asusta y les hace sentir que nunca van a estar como en casa. Y nuestros hijos pueden pensar: ¿Para qué estudiar y trabajar... si eso nos llevaría a romper ese cascarón tan mullido?”. En Japón, los ‘Neet’ o ‘Ninis’ son aquellos que han rechazado el modelo social aceptado de la edad adulta, que consiste en intentar el empleo a tiempo completo después de graduarse o recibir capacitación a través de programas gubernamentales para obtener habilidades de trabajo comerciales. Este fenómeno se dio allí debido al estancamiento económico extendido durante los años 90, que llevaron al desempleo prolongado entre los jóvenes.De acuerdo con el informe ‘Panorama de la educación 2013’ de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, OCDE, la mayoría de ‘Ninis’ están en Turquía e Israel, y México ocupa el tercer lugar de países donde proliferan los jóvenes que ni estudian ni trabajan. El 24.7 % de los jóvenes mexicanos entre 15 y 29 años se encuentra en dichas condiciones. El fenómeno afecta especialmente a las mujeres de 15 a 29 años, con 37.8 %, mientras que la cifra para los hombres en ese mismo rango de edad llegó a 11 %. La mayoría de mexicanas jóvenes que no estudian se dedican a labores del hogar, lo que no es considerado un trabajo formal; además, embarazos y matrimonios a temprana edad las llevan a desertar de la escuela y les cierran las puertas de muchos empleos.Colombia no es ajena al fenómeno ‘Nini’. Según el Dane, el 42.4 % de los jóvenes entre 14 y 28 años se encontraba en dicha situación, al estar inactivo en el período comprendido entre enero y marzo del presente año, durante el cual la tasa de desempleo fue del 18 % en este segmento de la población.La situación se deriva del inconformismo que sienten niños y jóvenes ante la incongruencia entre la crianza que les dan padres y educadores, y el mundo real. Para la sicóloga Judith Medina, varios factores llevan a los jóvenes a tomar esta posición de vida en la que no asumen compromisos: “La desigual situación social en que vivimos hace que perciban que los títulos no sirven para nada, que estudiar para qué con tan bajos salarios y tan pocas oportunidades. Otros no tienen idea de qué estudiar, porque nunca los han orientado a hacer lo que les gusta sino lo que les genere más dinero y eso deriva en frustración”.Miguel, de 15 años, dice “para qué estudiar tanto si al final voy a resultar igual que mi papá, un desempleado más de este país”. Mauricio, de 17 años, no se ha graduado porque se niega a ser “explotado laboralmente como lo hacen con mi mamá”. Y Diana, de 18 años, “no quiere involucrarse en una vida laboral en la que la gente no tiene tiempo para ser persona”.A algunas niñas les inculcan que su destino es casarse y tener hijos, y se quedan esperando al ‘príncipe azul’ que las va a mantener y sus ilusiones de surgir profesionalmente se anulan. Muchos tienen falta de compromiso con ellos mismos, siempre esperan que otro decida por ellos, sean sus padres, sus hermanos, sus amigos o su pareja. Dejan pasar el tiempo sin asumirse y no logran hallarle sentido a la vida. No desarrollan el instinto de superación para salir adelante.Según Medina “muchos padres en su afán de que sus hijos no sufran, los sobreprotegen o los dejan muy solos por estar inmersos en sus problemas laborales o de pareja y no les crean la necesidad de lograr cosas. Les generan un sentimiento de no esfuerzo y no les enseñan a alcanzar metas”.Otros están paralizados por el miedo de defraudar a sus padres, temen equivocarse al elegir una carrera, un trabajo, una opción de vida, porque sus padres siempre les han repetido: ‘Se va a tirar su vida’, ‘Si estudia esa carrera no le va a servir para nada’, ‘¿Y eso sí dará plata?’. En el sitio online español ninis.org un papá cuenta su caso: “Soy padre de un ‘Nini. Ya tiene 32 años, a los 25 años le deje de pagar la escuela porque se la pasaba reprobando materias y aun le faltaban 23 materias para graduarse de la universidad, empezó a buscar trabajo pero le pedían experiencia, a los 28 años desistió y dejó de buscar. Ahora ni estudia ni trabaja, se la pasa en la tele y en la computadora”.Para la sicóloga Carolina Piragauta este fenómeno no es nuevo, solo que “antes los padres imponían a sus hijos cuándo graduarse, qué estudiar y en qué trabajar. Ahora permiten que sus hijos evalúen su futuro, y algunos están desorientados porque temen caer en la dinámica de sus padres de estudiar tanto, para no conseguir empleo o quedarse atrapados en uno que no les satisface”.¿Conoce un caso parecido?Si tiene un hijo ‘Nini’ usted debe...• Los jóvenes están saliendo muy pequeños de la escuela, de 16 a 18 años y a esa edad se les está presionando para que tomen una de las decisiones más difíciles de sus vidas: escoger una profesión. Hay que orientarlos, sentarse a hablar sobre sus habilidades, sus fortalezas, para que con esa base construyan su proyecto de vida.• Evalúe la situación económica familiar y piensen juntos en la forma de lograr que estudie la carrera que el joven prefiera. Y si él lo decide, que tenga un empleo o colabore en la empresa familiar.• El trabajo es una opción, no la prioridad, que es el proyecto de vida. Lo principal es que el joven se capacite en lo que le gusta o adquiera una habilidad (deportiva, artística, técnica) aunque no sea su profesión. • Mientras el joven toma una decisión sobre su futuro profesional, puede, por ejemplo, estudiar una segunda o tercera lengua. Que nunca esté inactivo. • No hay que presionar a los hijos con frases como “tiene que estudiar para que sea alguien en la vida”, “tiene que graduarse, para que aporte en la casa” (el dinero no debe ser el fin).• Muchos padres obligan a sus hijos a que vayan al colegio o estudien la carrera que ellos les eligen y los jóvenes terminan por desertar, al verse presionados a hacer algo que no les gusta. Y encuentran otras ganancias en quedarse en casa, ya sea para atender el negocio de los padres, permanecer en el computador jugando, chateando o viendo películas. • Se debe tener mucha comprensión con el joven y hacer un balance entre amor y disciplina. Ayudarlo a fortalecer su autoestima. No decirle que no sirve para nada, que es un bruto, un inútil. Hay que mirar sus fortalezas e irlo encausando para que busque o desarrolle una habilidad. • Comer juntos, ir a cine o a un paseo familiar deben ser rituales semanales o mensuales, que permiten al niño aprender a vivir en una microcomunidad (el hogar) y posteriormente en una empresa, en una sociedad. Son rituales que se gestan en la infancia y él en el futuro los trasladará a eventos grandes. Un hogar bien estructurado hace que el niño tenga unas barreras que lo contengan. • Si el caso es que el muchacho está confundido y no sabe qué estudiar, requiere de un apoyo individual, de sicólogos, siquiatras, sacerdotes o empresarios que tienen experiencia en la conducta. • Recuerde, hay que hablar con el joven sobre cuáles son sus motivaciones más allá del estudio. Es un error decirles que tienen que graduarse y obtener un título como si fuera el objetivo final.

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