El País
Fia Rivera: nuevas formas de independencia femenina
Durante años, la independencia económica se asoció con el empleo estable. Hoy, ese modelo parece en revisión. Ahí aparecieron figuras como Fía Rivera.
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16 de dic de 2025, 12:09 a. m.
Actualizado el 16 de dic de 2025, 12:09 a. m.
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Tener un contrato, un sueldo fijo y una rutina diaria era sinónimo de éxito y tranquilidad. Ahora, en distintas ciudades de América Latina, miles de mujeres están construyendo nuevas formas de sostenerse a través del conocimiento, los servicios digitales o los oficios creativos. Lo que comenzó como una alternativa de emergencia terminó convirtiéndose en una transformación cultural más amplia: una redefinición del trabajo, del propósito y de la libertad personal.
La pandemia aceleró el cambio, pero no lo inventó. Desde antes, muchas mujeres ya buscaban maneras de conciliar su vida profesional con la familiar, de ganar tiempo y autonomía. El teletrabajo fue una puerta; la digitalización, el motor. Sin embargo, esa transición no vino acompañada de un manual. Aprender a generar ingresos desde casa, organizar rutinas y mantener la concentración se convirtió en un desafío cotidiano.
Ahí aparecieron figuras como Fía Rivera, emprendedora y mentora digital argentina que ha dedicado los últimos años a enseñar cómo convertir habilidades o experiencias en negocios sostenibles. No promete libertad instantánea ni riqueza rápida, sino estructura. Su discurso, menos inspiracional que práctico, insiste en la importancia de crear procesos claros. “La independencia llega cuando puedes dejar de trabajar un día sin que tu negocio se detenga”, suele decir. La frase, repetida en sus programas, resume una mentalidad compartida por muchas de las nuevas trabajadoras digitales: el deseo de estabilidad dentro de la flexibilidad.
Esa búsqueda de equilibrio no es menor. Las estadísticas muestran que más del 60 % de las mujeres que emprenden en la región lo hacen desde su hogar, lo que mezcla roles y responsabilidades. La cocina se convierte en oficina; las pausas para atender a la familia se intercalan con reuniones virtuales. Las barreras entre lo profesional y lo personal se diluyen. En este nuevo esquema, la productividad no se mide solo por resultados económicos, sino también por bienestar, tiempo disponible y capacidad de decisión.
Rivera pertenece a una corriente de mujeres que entienden el trabajo como un proyecto vital, no solo económico. En su comunidad, hablar de dinero, salud mental y propósito ocurre en el mismo espacio. Para muchas de sus alumnas, esa combinación fue la primera vez que pudieron pensar su trabajo sin culpa, sin tener que elegir entre el éxito y la estabilidad emocional. Esa mirada integral explica por qué tantos proyectos digitales femeninos prosperan: no se construyen desde la urgencia, sino desde la claridad.
En paralelo, surgen nuevas redes de colaboración. Comunidades virtuales, grupos de mentoría y espacios de formación compartida funcionan como redes de contención. Lo que antes era competencia ahora se convierte en cooperación. Mujeres que enseñan a otras mujeres a gestionar su tiempo, a cotizar sus servicios o a poner límites a la autoexigencia. Esa dimensión colectiva es uno de los grandes cambios del trabajo contemporáneo.
Las historias individuales, aunque diversas, comparten un hilo común. Hay diseñadoras que abandonaron estudios saturados para ofrecer consultorías online, abogadas que transformaron su experiencia en programas de educación legal accesible, psicólogas que crearon plataformas de acompañamiento. En todos los casos, la motivación inicial no fue la ambición, sino la necesidad de autonomía. El crecimiento llegó después, como resultado de método y consistencia.
El fenómeno no implica abandonar la idea de éxito, sino redefinirla. Hoy, para muchas mujeres, tener éxito significa poder elegir. Elegir cuándo trabajar, con quién, desde dónde y bajo qué ritmo. No es una renuncia al esfuerzo, sino una nueva forma de organizarlo. Rivera suele describirlo como “libertad estructurada”: una independencia que no depende de la suerte, sino de la planificación.
El trabajo digital femenino, en su versión más madura, no busca replicar el modelo corporativo en línea, sino crear un formato más humano. Menos jerarquías, más colaboración; menos horarios, más propósito. En ese sentido, lo que ocurre en América Latina no es solo una tendencia tecnológica, sino una transformación cultural.
Quizás esa sea la verdadera revolución silenciosa: no la de las plataformas o las métricas, sino la de las decisiones personales. Mujeres que, sin grandes discursos, están rediseñando su manera de vivir del trabajo. Fía Rivera es una de tantas voces en ese proceso, pero su mensaje resume una sensación compartida: el propósito también puede ser una forma de ganarse la vida, siempre que esté acompañado de estructura, realismo y voluntad de aprender cada día.
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