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Savia, un viaje al centro de la selva

El Grupo Argos acaba de publicar la segunda edición de Savia, un inventario botánico, esta vez dedicada a la región del Amazonas y el Orinoco.

7 de febrero de 2014 Por: Redacción de GACETA

El Grupo Argos acaba de publicar la segunda edición de Savia, un inventario botánico, esta vez dedicada a la región del Amazonas y el Orinoco.

Es muy probable que, cuando el grupo de periodistas expedicionarios del proyecto Savia arrancara sus recorridos por la geografía caprichosa y exhuberante de la Amazonia y la Orinoquia, hubiesen sentido la misma perplejidad que sintió el viejo Richard Evans Schultes, un sabio aventurero que llegó al Amazonas en los años 40, donde alcanzó a recolectar 30 mil especies de plantas, trazar rutas de ríos que no estaban en los mapas, vivir en tribus desconocidas y, sobre todo, descubrir más de trescientas especies de plantas medicinales que crecen silvestres en medio de esa manigua casi inexpugnable que es nuestra selva. Y es probable intuir ese asombro porque, hay que decirlo, son pocos quienes llegan a algún rincón de esos 483.119 kilómetros que componen esta región y puedan no conmoverse ante esa opulencia verde salpicada por flores exóticas y bañada por ríos torrentosos. Así, perplejos, quedan —quedamos— quienes aprecian el libro ‘Savia Amazonas- Orinoco’, recientemente editado por el Grupo Argos, un inventario botánico de la región emprendido por un grupo de periodistas para dar fe de esa tan cacareada biodiversidad de la que todos los colombianos nos jactamos, pero que tan poco conocemos.Es así como este libro, a través de sus 180 páginas, nos dibuja la sierra de La Macarena como “un inmenso buque varado en la llanura”: un parque natural donde viven osos, panteras, pumas, venados, quinientas especies de aves, y ni qué decir de insectos y reptiles; nos habla de aquel mítico caño de colores, Caño Cristales, en donde las algas rojas y amarillas se funden con las azules y las negras, dando la sensación de estar en una piscina policromática. Savia, también, nos pasea por los piedemontes, esa franja que se encuentra entre los 200 y 1000 metros de altura sobre el nivel del mar, en donde la cordillera empieza a ascender. Es esa, explica el libro, una zona de transición entre Los Andes y las sabanas de la Orinoquia y las llanuras del Amazonas, una zona de inmensa riqueza biológica.Savia nos habla, pues, de una opulencia alucinante en donde conviven aquellos árboles llamados guarangos con la palma caraná y el candelabro; nos muestra cómo una ceiba, gigante y centenaria, es capaz de abrirse camino al lado de tepuyes de hasta tres mil metros de altura; nos recuerda —vaya que desmemoriados somos— que no todos los colombianos comemos pollo y pasta, que allá, perdidos en la selva, lo que muchos comen es carne de danta o de tortuga. También hormigas asadas y palmitos. También yuca y cimarrón. Savia, cómo no, nos susurra al oído aquellas melodías que produce el maguaré, un instrumento que se obtiene del tronco del árbol chaparillo, “mágico en su sonar”, que convoca a decenas de hombres para sus rituales y es capaz de escucharse a kilómetros de distancia en medio del ‘silencio’ de la selva. Todas esas revelaciones, escritas por plumas pulidas y rigurosas e ilustradas y fotografiadas por manos y ojos extremadamente sensibles, revelan el trabajo minucioso liderado por Ana María Cano y Héctor Rincón, periodistas antioqueños que un buen día le apostaron a este proyecto de redescubrir la flora colombiana en una suerte de expedición botánica, con el patrocinio de Argos.El primer regalo fue Savia Caribe, un retrato de esa región mágica al norte de nuestro país. Ahora el turno es para Savia Amazonas. Y el que sigue, eso supimos, es Savia Pacífico, un libro que aquí, desde el Valle del Cauca, anticipamos será una joya para nuestra región. Una joya que desde ya esperamos con mucha ilusión.

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