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'Samuelito', el hombre que hizo del currulao una danza universal

Samuel Caicedo Portocarrero nació en Guapi y, junto con su compañera de baile desde que tenían 12, Oliva Arboleda, trajeron a Cali la verdadera danza del Pacífico Sur, el currulao. Fallecido este año, será homenajeado en el Festival Petronio Álvarez.

31 de julio de 2016 Por: Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

Samuel Caicedo Portocarrero nació en Guapi y, junto con su compañera de baile desde que tenían 12, Oliva Arboleda, trajeron a Cali la verdadera danza del Pacífico Sur, el currulao. Fallecido este año, será homenajeado en el Festival Petronio Álvarez.

A Samuel Caicedo Portocarrero no lo mataron, como inicialmente aseguraron los periódicos. Su cuerpo fue encontrado en el río Cauca, a la altura del Paso del Comercio, norte de  Cali, el 29 de marzo de 2016. Vestía elegantemente, como era su costumbre. Pantalón, saco, correa, camisa por dentro de los pantaloncillos, ni una sola herida a la vista. 

Dos días antes había desaparecido. Samuelito, como todo el mundo le llamaba, salió de su casa desde las 8:00 de la noche del domingo. Era Semana Santa. Como no regresó, sus familiares llamaron primero a Oliva Arboleda, su compañera de danza desde que eran niños. Con ella no estaba, por supuesto, y Oliva alertó a los medios sobre su desaparición. Después llamaron a la casa de Maura Caldas, la fundadora del restaurante ‘Los secretos del mar’, porque Samuelito y ella tenían una costumbre. 

Todos los Jueves y Viernes santos Maura prepara fríjoles tapajeños hechos con leche de coco, chaupiza, un pescado muy pequeño que se da sobre todo en el río Guapi, y quebrado de pescado seco.  

Maura llamaba por teléfono a Samuelito desde el miércoles anterior para que no se le olvidara la cita sagrada a disfrutar de tal banquete, y él siempre le respondía que ya tenía la maleta lista. Samuelito se quedaba en la casa de Maura hasta el Domingo Santo.

Ese domingo en el que desapareció no lo hizo. Maura estaba en Tumaco, donde debía atender un certamen gastronómico, así que por primera vez en los últimos 30 años no comieron juntos en Semana Santa. Como una señal del destino, una señal de que algo iba mal.

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“Cuando Samuelito y Oliva llegaron a Cali provenientes de Guapi, a mediados de los años 80, la ciudad tenía una visión muy diferente de lo que es la  música y la danza del Pacífico sur (Cauca, Valle, Nariño). Veían estas manifestaciones culturales como un tabú, como algo mágico, extraño, desconocido. Eran días además en los que el Ballet de Sonia Osorio presentaba una danza como currulao, pero que en verdad no era currulao.  

Samuel y Oliva tienen que empezar entonces a romper con esa mala información, con esa mala educación de lo que era la música nuestra, en especial la danza madre como lo es el currulao.  Empezar a enseñar que el baile del Pacífico sur no es acelerado, tipo mapalé, sino un baile de salón, de parejas sueltas,  de mucha cadencia, elegancia y ante todo, interpretación corporal. Así que no sabría decir si Samuel y Oliva son los mejores bailadores de currulao que ha tenido el Pacífico, tal vez sí, pero sí son, con toda certeza, los pioneros, los que traen la verdad a Santiago de Cali de lo que es la danza de la zona sur del Pacífico”.

Yenner Solón Obando Riascos, maestro de danza y amigo íntimo de Samuel Caicedo Portocarrero. 

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Es jueves y Oliva Arboleda,  vestida con un  traje púrpura hasta los tobillos que resalta su piel afro, está en el balcón de una casa del barrio San Fernando, frente al estadio  Pascual Guerrero, donde tantas veces bailó con Samuelito en los grandes eventos de la ciudad.  Al fondo de la casa, en un patio, el grupo Kenyata ensaya para el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez que se inicia el próximo 5 de agosto, y en el que Samuelito, tras su muerte, será el ‘homenajeado’. En tarima, esa es la idea, se representarán sus grandes momentos en la danza, desde que era un niño. 

-  Si él estuviera aquí, estaría bailando. Si usted le pidiera una entrevista  le diría que lo espere, porque la música, como la vida, no se puede dejar perder, dice, de pronto,  Oliva. 

Se conocieron muy niños en su pueblo, Guapi, departamento del Cauca. Samuel, que había nacido el 15 de febrero de 1957, vivía en el barrio El Pueblito y Oliva, en La Paz. Cerca de ambos vivía una tía de Oliva, así que allí se encontraban para jugar. Es decir: para bailar.

Como en Guapi no había parque infantil, mucho menos cine y eran tiempos sin Internet y videojuegos, los niños se divertían haciendo rondas bailadas y  cantadas; los juguetes eran un  bombo y un guasá. Danzar y  cantar eran la única alternativa para entretenerse, además de nadar en el río. Así que si Samuelito y Oliva danzaban currulao con la destreza con la que lo hacían era algo, digamos, natural.

[[nid:560873;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/07/samuel-caicedo.jpg;full;{“Samuel Caicedo Portocarrero era único, auténtico, como su baile. Verlo bailar era verlo volar, subir y bajar como las olas del mar”, Yenner Solón Obando Riascos.Foto: Aymer Álvarez JR | Cortesía para El País}]]

En ese entonces en el pueblo existían dos colegios: el San José, que era para hombres, y La Normal, que era para mujeres. Cuando se hicieron mixtos, Samuelito y Oliva decidieron que ella se fuera para el San José y así poder bailar juntos en cuanto evento se organizara. 

- Ambos nos echamos el ojo para el baile desde muy niños, y ni siquiera un profesor nos pudo separar. 

Pasó  que en el San José se iba a hacer un concurso de baile, y el profesor de Samuelito decidió que él bailara con una pareja distinta a Oliva, y que ella a su vez danzara con otro alumno. Ambos sabían que sus nuevas parejas no eran las mejores, y además no querían por nada del mundo bailar con otro. Entonces  Samuelito se ideó un plan. 

El día de las eliminatorias del concurso pasó por Oliva  – siempre la recogía para ir al colegio – y le propuso que no fueran a clase. Así en el colegio unirían a sus respectivas parejas, las eliminarían enseguida, y ellos seguirían bailando juntos. Samuelito era un hombre decidido, de carácter, con gran poder de convencimiento. Oliva no tuvo más remedio que aceptar, pese  al miedo de un castigo que sabía, era seguro.

Se fueron a conversar al muelle La Muralla, lejos de sus casas, no sea que los vieran por ahí. En la tarde, cuando se encontraron a sus amigos del colegio, supieron que había pasado justo lo que imaginó Samuelito: a sus respectivas parejas las unieron y como no bailaban bien, “las mocharon”.

-  Samuelito era muy avispado, un adelantado. En ese momento teníamos 12 años y desde ese día no dejamos de bailar juntos, aunque nos castigaron. 

Cuando se graduaron del  San José los condecoraron como los mejores artistas del colegio. A la semana siguiente  fueron nombrados ‘Promotores de la danza de la Costa Caucana del Pacífico’. 

Debían viajar por  los pueblos enseñando los secretos del currulao, que también se conoce como bambuco viejo, y que al danzarlo pareciera que se estuviera haciendo un ritual: parejas sueltas, movimientos ágiles, fuertes, el hombre flirteando a la mujer con un zapateo constante o con el movimiento armonioso de un pañuelo.

Cuando Samuelito y Oliva se presentaron por primera vez en el Festival Folclórico de Buenaventura haciendo todo ello, obtuvieron el primer puesto. En  la región corrió el rumor de que efectivamente podrían ser los mejores bailadores de currulao de todo el Pacífico. O por lo menos, los más conocidos. 

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Ese hombre parecía que  flotaba en el escenario. Samuelito vivía por y para eso: la danza.

Janeth Riascos, cantadora y tía de Oliva Arboleda.

“La puesta escénica de Samuelito y Oliva era espectacular. Planteaban todo un lenguaje escénico en su movimiento, en su manera de mostrar la danza madre del Pacífico colombiano. Yo siempre los presentaba en la tarima como los mejores bailadores de currulao. Porque conmigo se pasearon en los grandes escenarios. Llenamos el Teatro Colón de Bogotá, el Colsubsidio, El Lido en Medellín, el Municipal y  el Hotel Inter en Cali, que era el espacio apetecido por los extranjeros para ver las expresiones folclóricas. Siento que Oliva quedó muy huérfana tras la muerte de Samuel. Él era su complemento perfecto para mostrar esa propuesta tan auténtica de lo que es la danza de Guapi”.

Gloria Perea, cantadora y fundadora de Tierra Mestiza.

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Es viernes, y Gloria Perea se encuentra en  Tierra Mestiza, el espacio que fundó hace 31 años en el barrio San Fernando de Cali para difundir la música folclórica, no solo del Pacífico sino de toda Latinoamérica. También la salsa y la canción social. Allí, sin ir muy lejos, Gloria presentó alguna vez a José Antonio Torres, ‘Gualajo’, el rey de la marimba, y a ‘Pacho’ Banguera, el rey del cununo que, como Samuelito, murió en este 2016. Allí ha sonado desde un currulao hasta música llanera. 

- Como cantadora chocoana, he estado muy comprometida en  impulsar, abrir puertas a las personas que considero tienen talento y pueden mostrar lo mejor de Colombia ante el mundo. Por eso, cuando los vi bailar por primera vez, no lo pensé dos veces para traer a Cali a Samuelito y a Oliva y que su talento, no se perdiera.

Gloria los conoció en uno de sus viajes a Guapi, donde debía presentarse. Con ella iba también uno de los mejores bailarines de salsa de la historia de Cali, Watusi. Y sin embargo, cuando Gloria observó a Samuel y a Oliva en el escenario, supo que a esos dos muchachos  también los tenía que apoyar. No pasó mucho tiempo para lograrlo. 

A su regreso a Cali, Gloria recibió una llamada de José Orlando Navarro,  rector de la Universidad Libre, quien le ofreció un cargo para coordinar la división de cultura. Gloria no aceptó por falta de tiempo – todos los días movía sus maletas a una nueva presentación y además, dice, “el ser humano debe tener  libertad total para cumplir sus sueños” – pero le dijo al rector que conocía a quien podía desempeñar el cargo con lujo de detalles. Solo debía sortear tres problemas: no era una sola persona, sino dos, porque Samuel Caicedo y Oliva Arboleda son inseparables; se les debe garantizar un sueldo que les permita vivir dignamente en la ciudad; y además debían ser becados.   

El rector confiaba en Gloria y aceptó sin chistar. Fue así como Samuelito y Oliva llegaron a dirigir el grupo de danza de la Universidad Libre, integraron también el grupo ‘Los mineros del Chocó’, fue así también como, gracias a la beca, Samuelito se convirtió en abogado.

Aunque el primer año en Cali, recuerda Oliva, fue muy difícil. Algunos alumnos se burlaban de sus tradiciones y de su danza. Cuando entraron a estudiar  en el Instituto Popular de Cultura, donde la tía Janeth Riascos era maestra, los rechazaron. El currulao que se bailaba en Cali era muy distinto al que se bailaba en el Pacífico sur. 

- Yo recuerdo incluso que cuando se filmó la película ‘María’, había que bailar el currulao que se bailaba acá. Me negué. No me sentía cómoda, recuerda Janeth. 

Oliva pensó en devolverse a su pueblo, donde nadie se burlaba  y además tenía trabajo,  pero Samuelito, de nuevo, la convenció de que no lo hiciera. "Tenemos que luchar", le dijo él, que pese a haber nacido en un pueblo ya planeaba hacer del currulao una danza universal.  Y en el momento más difícil en Cali se encontraron con Maura Caldas, otra guapireña que los acogió en su casa durante un año y con quien fundaron el grupo de baile ‘Los bogas del Pacífico’. 

Con ‘Los bogas’, y con el grupo de danza de la Universidad Libre, Samuelito y Oliva comenzaron a enseñar qué era entonces un currulao. Además de las clases, llevaban a estudiantes de las universidades  hasta Guapi para que conocieran las raíces de la danza. Una vez llevaron unas jovencitas tan blancas, recuerda Oliva a carcajadas, que en el pueblo les pusieron “las queso”. 

Y poco a poco sus nombres se fueron dando a conocer en los principales certámenes de la ciudad. Samuelito y Oliva hicieron parte, por ejemplo, de la inauguración de los World Games 2013. En medio de decenas de bailarines de salsa, ellos danzaron currulao. 

También bailaron en la Cumbre Mundial de Alcaldes Afro, en los Juegos del Pacífico, en la apertura de los diálogos de paz en San Vicente del Caguán  y antes, en días de la documentalista Gloria Triana asesorando a Colcultura, una entidad dedicada en su momento a proteger las tradicionales culturales del país, viajaron por el mundo difundiendo el folclor de Colombia: Francia, Suiza, Alemania, Cuba, México, Ecuador, Estados Unidos, Puerto Rico...

- Haciendo la comparación con la música, si el maestro José Antonio Torres, ‘Gualajo’, es el que dispara la marimba a otro nivel en Colombia y el mundo,  Samuelito y Oliva hicieron lo mismo, pero con la danza. Ellos le permitieron al currulao hacerse universal, pero al mismo tiempo siendo muy autóctonos, muy originales. Nunca negociaron las raíces, y eso sí que es difícil de lograr, dice Hugo Candelario, músico y alumno de danza de Samuel y Oliva. 

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Samuelito y Oliva también unieron  a  la gente de Guapi que estaba  en Cali, hicieron colonia.   Con Maura Caldas empezaron a hacer en la ciudad nuestra tradicional fiesta del 7 de diciembre. Ese día todos los guapireños nos vestimos  con nuestros mejores trajes y hacemos una réplica de lo que es la fiesta de La Purísima. En  el pueblo se hace una balsada por el río, se decoran las canoas, se hacen arcos con palmas y la  gente va cantando y bailando hasta que la Virgen llega a la Iglesia. En Cali empezamos  a hacer algo parecido en el Hotel Petecuy, en el Hotel Aristi, en el Hotel Inter y ahora en el Club Tequendama. Samuelito amaba su tierra, sus tradiciones. Nunca permitió que alguien hablara mal de su pueblo en su presencia.  Su legado es muy grande”.

Janeth Riascos, cantadora.

Samuelito tenía algo que le gustaba a las demás personas, pero que a mí me parecía un defecto: él le prestaba a usted lo que tuviera en el bolsillo. Si usted le pedía plata prestada, y él no tenía, iba y prestaba él mismo para dársela a usted. Cuando tenía plata le gustaba organizar banquetes, invitaba a todo el mundo, así se quedara sin un peso. Le gustaba compartir.  Era muy amplio, pero a veces se pasaba. Y tenía otro defecto: peleaba con la gente que se empezaba a ir de las fiestas. No le gustaba que nadie se fuera porque la fiesta se acababa. Y él era de los que se amanecía bailando con todas las mujeres que estuvieran. Cuando se cansaba me decía: Olivita, me voy para el mundo. Y se iba. Mucha gente  cree que fuimos novios, pero no: siempre fuimos amigos, compañeros de baile. Él no tuvo hijos.

Oliva Arboleda.

Samuelito era un loco que enamoraba a toda la gente. En su locura, en su espontaneidad,  tenía la particularidad y la magia de encantar con todos sus defectos y virtudes. Tú te enamorabas de él, sencillamente. Todo podía estar en silencio y él irrumpía con su alegría, con su genialidad, porque era un genio de la danza, y a todo aquello que él tocaba le daba su sello. Era único, auténtico, como su baile. Verlo bailar era verlo volar, subir y bajar como las olas del mar.

Yenner Solón Obando Riascos, coreógrafo, maestro de danza.

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Samuel, dice el músico Hugo Candelario, fue un hombre bohemio. Le gustaba la noche, el licor, aunque eso sí: siempre, en su empirismo, fue un profesional. Que en el escenario todo saliera perfecto. Pero la vida terminó por pasarle factura por sus desmanes. 

Desde hacía unos años venía sufriendo derrames cerebrales que le hicieron perder su capacidad física para bailar - aunque como podía lo hacía - y le hicieron perder también el habla. Solo decía una palabra: Sofía. Es el nombre de la hermana con la que creció, aunque su papá tuvo 60 hijos con distintas mujeres.  

Por su estado de salud a Samuelito lo fueron relegando de los eventos de la ciudad. Y eso lo deprimió. Porque hubo días, en cambio,  en los que él y Oliva bailaron gratis y no les importó. Tal vez lo que les faltó -Oliva lo reconoce - fue lo que le sobra a los artistas de hoy: visión empresarial, hacer valer su arte, prepararse para la vejez, la vida fuera del escenario. 

Quizá por esa tristeza que llevaba  en sus últimos años fue que Samuelito se entregó a una vida espiritual. Se santiguaba continuamente, señalaba el cielo. Una vez, en una iglesia, frente al altar, comenzó a llorar.  Sin  el baile, no encontraba motivo para seguir en este mundo.

Por eso algunos creen que se quitó la vida. Su familia en cambio sospecha que a Samuelito le dio un nuevo derrame cerebral, murió en la calle, y quien estaba con él  lanzó su cuerpo al río Cauca para no comprometerse. La cantadora Gloria Perea cree en todo caso que así su muerte haya sido natural o por voluntad propia, Samuelito volvió a su origen. Nació junto al gran río Guapi, y murió también ahí,  en un gran río.

 

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