Cali despide a Julio César Polanía, uno de sus grandes maestros del periodismo

La prensa caleña pierde a un maestro y a un excelente ser humano, Julio César Polanía Sevilla. Remembranzas.

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Julio César Polanía en medio de sus nietos Alfredo y Pablo César, y su hijo César James Polanía (a la derecha). | Foto: Archivo Familiar

9 de dic de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 18 de may de 2023, 05:25 a. m.

Un hombre bueno, impecable en su imagen y en su moral, no podía irse un día que no fuera más significativo para él y su familia que el de la Inmaculada Concepción.

Julio César Polanía se despidió, en medio de una gran serenidad, de su amada esposa, Mary Elena, de sus hijos, de sus nietos, y les hizo prometerle que se cuidarían mutuamente en su ausencia.

La partida de Julio, tiñe de luto al periodismo caleño. Falleció el 8 de diciembre, a los 73 años. Fue un reportero de raza, que trasegó por la radio y la prensa, y por todas las áreas del periodismo con su impecable pluma e intachable calidad humana.

Recuerda su colega Eduardo Figueroa Cabrera que empezaron juntos en el oficio a comienzos de los años 70, en el desaparecido diario El Crisol; luego Polanía se consolidó en el diario Occidente, donde depuró su estilo en la llamada crónica roja, y en El Pueblo. Después de una siempre ascendente carrera llegó a El País, donde se forjó como uno de los grandes maestros del periodismo caleño.

A la redacción de El País, donde hoy se llora su partida, por muchos años entró a diario un Julio César perfumado y bien vestido, diciendo: “He vuelto a la vida serena”, a lo que Ossiel Villada le contestaba: “La angustia y la pena me hicieron sentir”, y él proseguía: “Que es más dulce mi vida vacía, que entre la falsía sentirse vivir”. Un guiño de complicidad entre colegas, sellado con aquel bolero de Roberto Ledesma
Han sido numerosos y sentidos los mensajes que, a través de las redes sociales, colegas, medios de comunicación y personalidades de la ciudad han compartido, enviándole sus condolencias a sus familiares, en especial a su hijo y su mejor alumno, César James Polanía, hoy editor de Deportes de El País, a quien legó no solo su oficio sino su pasión por el fútbol. Y por el América.

Fue un maestro, “un mentor”, como lo califica su hija Leiza. “Desde que estaba chiquita quería ser como él, nos parecemos en el carácter fuerte. Fue mi referente para ser mejor ser humano y profesional. Me decía ‘Leizita, mi princesa’ y él era nuestro rey. Nos formó, nos dio estudio, fue el mejor papá, el mejor abuelo, nadie más dulce que él, y nadie con las palabras más adecuadas para corregirnos. Tenía una inteligencia única, leer sus crónicas era como estar viendo una película. En las reuniones en familia nos contaba historias de sus cubrimientos en judiciales, en Caracol, en El País, nos hacía sentir orgullosos”, continúa su hija.

Seguidor del América, amante de los boleros, la salsa y el Grupo Niche, era inseparable de su esposa, a quien le dedicaba canciones, como ‘El amor, el amor’, de Danny Daniel. “Nunca vi a un hombre más enamorado de su esposa que mi papá”, dice Leiza.

Hace 10 años le diagnosticaron fibrosis pulmonar. El médico le dio cinco años de vida, sin embargo él nunca se apagó: era un hombre feliz disfrutando en familia y con amigos. Consciente de los riesgos para su salud, dejó el cigarrillo, la Coca Cola y el Whisky 18 Años, su favorito. No quería morir, se sentía muy joven para irse, en enero iba a celebrar sus 74 años.

Era el pilar de su familia, siempre que ocurría algún acontecimiento protagonizado por uno de los suyos, los reunía. Ricardo Pérez Vargas, amigo por más de varias décadas, lo recuerda “por su buen humor y esa actitud circunspecta cuando sentenciaba antes de cualquier intervención: ‘Perdóname la joda, pero’..., para introducir y validar el argumento con el que buscaba desarmar una acalorada discusión”.

“Nunca una palabra desafortunada, siempre enseñando con las buenas maneras y el ejemplo, creo que de allí yo también aprendí cómo quería enseñar”, Gerardo Quintero, periodista y amigo de Julio César Polanía.

Cuando decidió disfrutar de su jubilación, 11 años atrás, siguió siendo un ser humano muy productivo, que, incluso, manejaba la economía familiar. En su asiento favorito solía leer con igual pasión a Gabriel García Márquez y al periódico que fue su casa durante tantos años.

“Sé que la gente siempre habla bien de los muertos, pero todo lo que dicen en las redes sociales de él es cierto”, dice su hija y en eso concuerdan Jairo Ramírez y Alfredo García, con quienes coincidió en los años 70 cuando los tres eran reporteros judiciales a las afueras de la estación de policía de Cali, adonde llegaban cada mañana a buscar la noticia.

García, quien trabajó más de cuatro décadas con Julio César, exalta de su trabajo “lo metódico que era, acucioso en sus investigaciones, como todos los reporteros de la época, en la que no había internet, todo era a máquina, las famosas Olivetti y los computadores nos llegaron en los años 80. Juntos hicimos parte de esa transición”.

Además de reportero consumado, fue maestro por vocación. Según Jairo Ramírez, era “un muy buen consejero con los jóvenes que llegaban a la redacción recién salidos de la universidad. Siempre se preocupó por sus amigos, si no tenían trabajo, los ayudaba a ubicar, como a mí cuando me recomendó en El Pueblo y luego nos encontramos en El País. Yo trabajaba en la sección de deportes y al tiempo pedía regresar con Julito, con quien trabajé en el cierre (La Última), desde el 2009 hasta que él se jubiló”. Confiesa que aunque no se veían, se mantenían en contacto por Whatsapp, con la promesa de reencontrase para tomarse una cerveza juntos.

El País hace llegar sus condolenencias a su esposa Mary Elena Tamayori; sus hijos César James y Leiza, a sus nietos y demás familiares y allegados.

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