Cuando Zidane le metió un cabezazo a Materazzi en la final de Alemania 2006

¿Cómo se puede explicar que un cisne termine convertido en villano? El 9 de junio del 2006, en la final del Mundial de Alemania, el fútbol fue testigo de esa desgarradora conversión.

Lo histórico de ese día, increíblemente, no se relaciona con el enorme partido táctico que jugaron Francia e Italia para definir al campeón del mundo, sino que­ tuvo que ver con la acción que motivó cientos de textos como este y que se reflejó con incredulidad en todos los televisores del planeta.

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Corría el minuto 20 del tiempo extra luego de un encuentro intenso en el que las dos mejores selecciones del certamen igualaban 1-1 en el estadio Olímpico de Berlín, cuando el árbitro argentino Horacio Helizondo tuvo que detener el juego porque el zaguero italiano Marco Materazzi yacía en el piso, acusando un fuerte golpe.

Para su fortuna, el cuarto árbitro de aquel encuentro, el español Luis Medina Cantalejo, había visto la jugada en detalle, y le transmitió lo ocurrido: una terrible agresión de Zinedine Zidane, figura de los franceses, al entonces defensor del Inter.

Frente a los televisores alrededor del mundo hubo silencio y expectativa, que luego se convirtieron en miradas de asombro cuando las pantallas tuvieron la repetición de lo que había ocurrido y vieron allí al pulcro y elegante Zidane, asestarle un cabezazo directo en el pecho a Materazzi.

‘Zizou’, que jugaba su último partido profesional y había sido la gran figura de ese Mundial conduciendo a Francia con sus pinceladas a la gran final, buscaba cerrar su carrera de manera dorada ganando su segunda Copa del Mundo, pero su temperamento calmo y reservado no pudo soportar una provocación de Materazzi, quien insultó fuertemente a su hermana para desencadenar semejante agresión.

Helizondo no tuvo de otra que sacarle la tarjeta roja al exquisito mediocampista, quien salió de la cancha con su cabeza pelada gacha y avergonzada, sin siquiera voltear a mirar ese trofeo hermoso que ya había levantado una vez en el verano de 1998, cuando su selección ganó el primer título Mundial justamente con dos testazos suyos, que en esa ocasión tuvieron como objetivo el balón y no la humanidad del grandote Marco, que terminó siendo el verdugo francés en esa final, porque no solo emparejó las acciones en los 90 reglamentarios luego del gol inicial de Zidane, sino que lo hizo expulsar en un momento definitivo del compromiso.

Los galos, que habían llegado al partido definitivo luego de hacer una segunda fase perfecta dejando en el camino a España, Brasil y Portugal, no pudieron tener en cancha a su máximo estandarte en la agónica definición por penales frente a los italianos, que terminaron consagrándose y logrando su cuarto título en Copas del Mundo.

Allí le faltó a Francia la precisión de ese jugador único y deslumbrante, que merecía más que nadie dignificar en ese último partido lo que fue su hermosa trayectoria no solo con su bandera nacional sino también con la Juventus y el Real Madrid galáctico, donde la palabra Zidane prácticamente significa Dios.

Puede que los italianos, que fueron un muro azul durante todo el campeonato, se hayan quedado con el trofeo, pero ese 6 de junio del 2006 seguramente será más recordado por lo inédito que a veces trae el juego de la pelota, porque el mismo día que la azzurra levantó un título, un cisne, por primera vez, inclinó su elegante cabeza para terminar convertido en un villano.