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Lionel Messi es la gran incógnita ya que no hay claridad en cuanto a si continúa en el Barcelona. | Foto: AFP / El País

DEPORTES

Barcelona y el fin de una era después de la debacle en Liga de Campeones (Opinión)

Barcelona cayó humillado en cuartos de final 8-2 ante el Bayern Múnich.

16 de agosto de 2020 Por: César Polanía, editor de Afición

Duele hondo. No como al hincha culé, por supuesto. Porque solo el que siente esa camiseta podría determinar la profundidad de las heridas. Pero en el fútbol aprendes a amar inclusive al que no es tu equipo, cuando hace de la pelota el poema mejor escrito en una cancha.

Y eso era —sí, era— el Barcelona que hasta hace poco reconquistó las viejas generaciones y cautivó a aquellas que apenas nacían en las tribunas de esa pasión globalizada que construyeron los catalanes.

Sigo al Barcelona desde los 90. Cuando un tal Johan Cruyff hacía del fútbol, desde el banco, el sinónimo más cercano a la perfección. Y porque allí jugó Romario. Y Maradona. Y Ronaldo. Los ídolos que aprendí a querer.

Todo aquello lo leía de las revistas que tarde llegaban por estos lados. Y ahora lo tengo guardado en mi videoteca, en el rincón más visitado de la estantería.

Los años pasaron y tuvo que sentarse en el banco técnico el más culé de los culés. Pep Guardiola. Un hombre hecho totalmente en La Masía y que respiraba —respira— barcelonismo puro. Y coincidió con Puyol, Dani Alves, Ronaldinho, Thierry, Eto’o, Iniesta, Xavi, Messi, y reeditó a Cruyff.

Es decir, repitió esa filosofía del fútbol total, pero a su manera. Y la lírica de ese juego le dio la vuelta al mundo. Y el mundo se enamoró. Sí.

Aunque sus detractores lo nieguen. El propio Mourinho, el revolucionario ‘Mou’, lo enfrentó muchas veces con extremada precaución y líneas rezagadas, aun con un Real Madrid lleno de estrellas. Qué mejor mensaje de admiración que ese.

Pero Pep puso un punto final. Y se fue. Dejó una filosofía que otros quisieron replicar con éxito y algunos atisbos hubo de ello con Vilanova.

Pero nada es para siempre. Otros técnicos se sentaron después en el banco catalán. Muchos de ellos distantes a ese fútbol que conoció el planeta. También se fueron jugadores. Iniesta y Xavi desertaron del triángulo que tejían con Messi en la zona de volantes. Llegaron otros.

Unos dieron la talla. Surgió luego el tridente de la ‘Pulga’, Neymar y Suárez. Llenaron de goles a los rivales. Y otro aliento pareció salir del camerino blaugrana para mantenerse en la élite. Sí, con otro tono y a otro ritmo. Pero en la élite.

Sin embargo, las malas decisiones dirigenciales, la ausencia de verdaderas figuras nacidas en La Masía, la falta de recambio por pésimas contrataciones y esa marcada filosofía que otros no supieron interpretar y se volvió fácilmente descifrable por el rival, fueron diluyendo ese perfume que hacía exclusivos a los catalanes.

Tan honda y fuera de toda perspectiva fue la caída blaugrana, que los dirigentes se atrevieron a sentar en el banco a Quique Setién, un técnico sin el traje para semejante reto. Messi, con razón o sin ella, lo desobedeció. Algunos jugadores criticaron tácitamente su sistema. El camerino se rompió.

La última vez que Barcelona levantó el trofeo de la Champions fue en el 2015. Luego, el Real Madrid, su acérrimo y eterno rival, se dio el lujo de pasarles varias Ligas y ‘Orejonas’ por su cara. Difícil pensar que un equipo siempre jugará a lo mismo. Pero la grandeza de un club como el catalán no puede estar en juego cada temporada, como ha sucedido últimamente.

La peor derrota del Barcelona en su historia de Champions llegó el viernes pasado, por cuenta de una poderosa máquina llamada Bayern Múnich, que no deja de funcionar ni porque la apaguen. Y se divirtió con una gelatinosa defensa blaugrana que se tragó ocho goles. Debacle.

Tragedia deportiva para un club cuya elegancia se extinguió. Dijo Pique, al final del partido por cuartos, que debe haber muchos cambios. Estructurales, inclusive. Lo aceptó el presidente Bartomeu. También Setién.

Pero el asunto es más complejo. El Bayern solamente recogió las migajas de un fútbol sin sentimiento, sin alma, sin pasión, y ratificó que la era del Barcelona que enamoró al mundo ha quedado totalmente sepultada.

También, la de un jugador que es un ‘monstruo’ él solo, pero que necesita más Iniestas y Xavis. La era de Messi en el Barcelona también esta cumplida.

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