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Desde su primera edición ‘Colombia, mi abuelo y yo’ ha contado con las ilustraciones de la colombiana Olga Cuéllar Serrano. | Foto: Especial para El País

LITERATURA INFANTIL

Pilar Lozano publica una edición actualizada de su clásico infantil 'Colombia, mi abuelo y yo'

La escritora Pilar Lozano publicó una edición actualizada, al Siglo XXI, de su clásico libro infantil ‘Colombia, mi abuelo y yo’.

12 de enero de 2021 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País

La primera edición de ‘Colombia, mi abuelo y yo’ se publicó en 1987, hace más de 33 años, tiempo durante el cual Colombia y el mundo han cambiado. Por eso su autora, Pilar Lozano, ha venido actualizando esta historia infantil, hasta ahora en cuatro ocasiones, para que los lectores de cada nueva generación se reconozcan con la geografía y la historia reciente de nuestro país.

Pilar Lozano es una periodista bogotana que viajó por años, recorriendo toda Colombia, y como ella cuenta “un día, a bordo de un buque oceanográfico, se me enredó en mi máquina de escribir mi primer cuento”.

Ha escrito más de 20 libros de historias para niños y jóvenes, que abordan la realidad nacional de una forma amable y educativa. Algunos títulos son: ‘Crecimos en la guerra’, ‘La historia, los viajes y la abuela’ y ‘Era como mi sombra’. Sin embargo, ha sido con ‘Colombia, mi abuelo y yo’, que se convirtió en un best seller nacional, con el cual varias generaciones han aprendido a conocer, amar y cuidar la riqueza natural colombiana.

¿Cómo se actualizó el libro?

Cada vez Papá Sesé es un poco más moderno, pero no pierde su esencia de hombre inquieto, curioso y a veces gruñón, ni inventa una nueva manera para que su nieto se enamore de Colombia. En esta oportunidad, además, se cambiaron las ilustraciones y el diseño, dos aspectos que son importantísimos en una obra dirigida a los niños. Olga Cuéllar y Camila Cesarino fueron las encargadas de hacerlo. En esta edición ilustración, diseño y texto van de la mano. Estoy feliz. En esencia, entonces, es es el mismo libro. Se actualizaron unos datos, hay alguna información nueva… y creo que hice un énfasis mayor en nuestra riqueza natural y en cómo la hemos descuidado.

El libro tiene un importante contenido científico, ¿por qué le interesó este enfoque divulgativo?

‘Colombia, mi abuelo y yo’ es una especie de geografía en forma de cuento. Los personajes centrales son un abuelo curioso e inquieto y un niño que descubre a través de ese abuelo su país. El libro no tiene más que el interés de contar cómo es Colombia. Nació cuando yo, ya adulta, empecé a recorrerlo y a darme cuenta de que era en verdad deslumbrante. Es una forma de acercar los niños a su país. No soy ni geógrafa, ni historiadora, ni científica; ¡me encantaría serlo! Ojalá mis libros llevaran a los lectores a sentir curiosidad por el conocimiento. ¡Hay tantos temas apasionantes! Conocer, aprender, es un placer.

¿Podría compartir algunas anécdotas significativas de los lectores que han crecido con este libro?

Este libro ha acompañado a varias generaciones. Hace poco, cuando investigaba para escribir ‘La historia, los viajes y la abuela’, un profesor universitario al que acudí me preguntó: “¿Usted es la de ‘Colombia, mi abuelo y yo’?”. Y agregó emocionado: “Me lo leyó mi papá; ahora se lo leo a mi hijo”. Anécdotas así han alegrado mi vida estos años. Recuerdo a la joven que se me acercó un día en Cali a contarme que la habían tocado tanto las aventuras de Papá Sesé, que decidió volverse geógrafa; otra mujer, ya mayor, me confesó que lo que sabía del país lo debía a su lectura.

¿Cómo encontró la biodiversidad de Colombia en esta última edición?

Desde siempre ha estado en el libro el interés del abuelo por trasmitirle al nieto el dolor que le causa el que no hayamos sido capaces de cuidar nuestra riqueza natural. Y es el temor que yo siento y que por fortuna los niños de hoy lo tienen más claro. Como dije antes, uno escribe lo que le sale del alma y cada lector lo recibe de una manera diferente. Espero que con lo que nos ocurrió en este año de pandemia, entendamos por fin que no somos los únicos seres vivos del planeta. Si no escuchamos a la madre tierra y no actuamos ya no vamos a sobrevivir. Debemos detener el afán destructor de los dirigentes que solo actúan guiados por el deseo de riqueza. La madre tierra está agotada , enojada. Es lo que nos han repetido durante años nuestros indígenas y no queremos escuchar. En esta nueva versión hago énfasis en el tema. Pero sigue siendo un libro para niños, es un primer acercamiento a lo que es nuestro país con toda su riqueza natural, cultural, geográfica… no es un tratado científico. Ojalá sirviera para que de verdad verdad cuidemos nuestros ríos, nuestros bosques.

¿Cómo nació la historia de este libro?

Fue cuando era periodista, luego de hacer una serie de reportajes para la Revista Diners. La serie se llamó ‘Las puntas de Colombia’. La idea inicial era escribir sobre las poblaciones extremas -la más al norte, la más al sur, la más al oriente y al occidente- pero terminó siendo un recorrido por los bordes del país: en total 13 escritos. La fascinación para mí fue total. Nadie me había contado cómo era este país que tiene selvas, ríos blancos, ríos negros, montañas, llanuras, desiertos… Mi hijo era pequeño y yo le narraba, al regresar de cada recorrido, miles de historias. A él le encantaban.
Consuelo Mendoza de Riaño, directora de la revista, me acolitó esta serie de crónicas. Las empecé por allá en 1975 siendo solo periodista y las terminé, un poco después, convertida en escritora. Lo que vi, lo que aprendí visitando Yavaraté, Ikiakarora, La Guadalupe, Cabo Manglares, Taroa, Jurado y otros lugares mágicos me trasformaron.

“Si no hubieras sido periodista, jamás hubieras sido escritora”, me dijo un día un niño en un taller. Cierto: este oficio que ejercí durante 40 años marcó mi camino de escritora. Y como soy como Santo Tomás, ´ver para creer´ mis relatos han nacido de hechos, de frases, de imágenes conocidas en mis travesías por el país. Conozco rincones a donde muy pocos han tenido la oportunidad de llegar. Y en esos viajes se me han ido enredando cuentos, crónicas, relatos. Ya tengo 20 libros y la mayoría tienen que ver con Colombia.

Como escritora y tallerista, ¿cuáles son las condiciones que debe cumplir una obra de literatura infantil y juvenil?

Lo principal que tengan alma, que logren conmover, que creen personajes entrañables, que cuenten una historia… y si es posible, que hagan reír.

¿Cómo creó al personaje de Papá Sesé, el abuelo de esta historia?

En la primera edición tenía muchas cosas de mi abuelo real, Papá Cheché. Y desde siempre ha sido una mezcla del abuelo conmigo, pues mi abuelo, que era muy aventurero, solo conoció el centro del país. Cada vez ese personaje pierde del abuelo real y se acerca más a mí que soy abuela y tía abuela hace años.

Usted ha publicado más de 20 libros en su carrera literaria, de los cuales ‘Colombia, mi abuelo y yo’ es el segundo, ¿a qué atribuye que esta obra se haya vuelto de alguna manera un clásico infantil para varias generaciones de colombianos?

Creería que por la falta de libros que nos hablen del país. La geografía y la historia en mi época de estudiante se centraban en la región andina, la más poblada, la más rica. Desde la capital hay muchas miradas de menosprecio hacía esa ‘otra Colombia’, la más pobre, la rural, la alejada del centro. No valoramos lo que significa tener más de 60 lenguas indígenas y dos lenguas criollas. No escuchamos a nuestros indígenas y sus sabios consejos. No nos queremos. Yo crecí sin saber que existía San Basilio de Palenque, sin saber cómo se vive y se viaja por la selva… Eso sí, repetía de memoria cuánto medía el río Magdalena y a qué altura llegaba el pico más alto de nuestras montañas… Por fortuna esto está cambiando, ahora tenemos una visión más integral, más real del país.

Este libro ha sido leído por muchos padres a sus hijos, ¿recuerda usted algunos de los libros que le leyeron de niña?

‘La reina de las nieves’, me lo leía en voz alta mi hermano mayor. No fui una niña que pasara horas y horas sentada leyendo. Era muy brincona. Mi enamoramiento de la literatura me llegó escuchando a otro leer. La lectura en voz alta es inmensamente valiosa en la primera infancia. Se genera una complicidad mágica entre el padre o la madre y el niño que escucha: las palabras se vuelven parte del abrazo. Se crea un encantamiento, todo es propicio para soñar, para dejarse llevar por la historia.

A los 11 años encontré ‘El llamado de la selva’ de Jack London y me convertí en lectora autónoma. Descubrí que a través de los cuentos y novelas podía viajar; ese ha sido mi sueño desde que era niña.

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