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Joanne Kyger (California, 19 de noviembre de 1934 - 22 de marzo de 2017) fue una poeta estadounidense. Su poesía está influida por su práctica del budismo zen, sus viajes y sus lazos con los poetas de Black Mountain, del Renacimiento de San Francisco y de la Generación Beat. | Foto: Foto: Especial para El País

POESÍA

Joanne Kyger, la poeta viajera y rebelde de la generación Beat

La poeta norteamericana vinculada a la Generación Beat, vivió por cuatro años en Japón y practicó el budismo zen, pero sus diarios revelan una personalidad rebelde que juzga a una cultura dominada por hombres.

13 de mayo de 2020 Por:  Catherine Rendón, especial para Gaceta

Es sábado 30 de enero de 1960 y Joanne Kyger embarca hacia Japón. Mientras va en el barco, piensa que su estadía en Japón será corta y que no se casará. La vida en el barco va lenta: cenas ligeras, juegos de mesa, observación de la luna y las estrellas, conversaciones sociales pasajeras. Un mes después, en la oficina del consulado americano en Kobe, el nombre de Joanne ha cambiado; siguiendo la costumbre anglosajona, la mujer pierde su apellido al casarse. Ahora es Joanne Snyder.

Es el año 1960, año de choques y cambios. Época donde el pasaporte para la libertad y el desprendimiento de la autoridad familiar de las mujeres es el matrimonio. Es la época donde un grupo de jóvenes se consumen en los viajes, las drogas, los encuentros internos, la búsqueda espiritual y la relación con el budismo y las sustancias psicoactivas; una generación contracultural e irreverente: la Generación Beat.

Esta generación se convirtió en todo un movimiento literario que inició hacia la década de los años cincuenta y que se fue retomando en los sesenta y setenta por las juventudes que lucharon en contra de los principios morales americanos y que luego, propició el movimiento posterior del hipismo. La representación más notoria que tuvo este movimiento fue principalmente masculina (Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William S. Burroughs, Lawrence Ferlinghetti y Peter Orlovsky) y esto se debió a los sistemas de publicación, ya que en su mayoría siempre eran los hombres quienes tenían más oportunidades.

Las mujeres juraron un papel muy importante en el movimiento aunque sus escritos fueron desapercibidos hasta hace muy poco, esto debido a que los discursos libertarios en sus escritos eran castigados de manera más brutal que la de los hombres; muchas mujeres fueron encerradas en manicomios y otras recurrieron al suicidio como medida de escape. Hoy en día aun quienes destacan son pocas en relación con la gran cantidad mujeres artistas que hubo y dentro de ellas, la obra Joanne Kyger, como dice Mónica Caldeiro: “se escapa a todas las etiquetas tanto literarias como de género que con demasiada facilidad la encasillan dentro de las mujeres poetas beat”, aunque también la asocian al movimiento del Renacimiento poético de San Francisco.

Después de este largo viaje en barco, ella junto con Gary Snyder llegan a Japón ya casados, tal como lo exigía el Instituto Zen al cual llegarían para vivir en una casita en medio de la montaña. Allí Kyger se introdujo en un mundo nuevo: la disciplina, la vida aplicada y normativa de Japón, la vida doméstica, la práctica del zazen y una lengua distante.

¿Por qué fueron a Japón? Gary Snyder quería adentrarse en el conocimiento del zen. Joanne Kyger, sin saberlo, quería aventurarse con Gary Snyder en el viaje y estar un tiempo en Japón interesada también en el zen. En ese momento Joanne tiene 25 años y viaja con un cúmulo de poesía suelta escrita en pequeños cuadernos.

Joanne Kyger nació en California. Su primer poema apareció en la revista literaria de su escuela cuando tenía cinco años. Estudió filosofía y literatura, y después, estudiando a Wittgenstein y Heidegger apareció el Zen en su vida. En 1957 se muda a San Francisco (como muchos otros jóvenes de la época) y se convierte en estudiante de Shunryu Suzuki Roshi, el monje nacido en Japón que ayudó a difundir el budismo zen en los Estados Unidos. En San Francisco la conocen como “Miss Kids” y se vuelve cercana a Robert Duncan y a Jack Spicer, quienes fueron los precursores del movimiento del Renacimiento poético de San Francisco. Los bares se inundan con poesía, drogas y alcohol.

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Miércoles 9 de marzo, 1960

Gary me tiene entre la espada y la pared. Es difícil estar aquí desde hace tan poco tiempo y que me deje 13 horas de una sentada tres días a la semana cuando aún no conozco el sistema de transporte y siendo tan ingenua no me había dado cuenta y no me había preparado para esta situación. Pero no puedo decirle no vayas a meditar por las noches porque ésa es la razón principal por la que está aquí en Japón. Me niego a que me obliguen a meditar hasta que yo no esté preparada para ello. Encima ni se ha molestado en mostrarme cómo llegar hasta Daitoku-ji y yo soy demasiado orgullosa para preguntárselo. Parece que tiene planes para mí, aunque dice lo contrario- y yo me niego a encajar en ellos.

Además, ojalá nunca me hubiera casado, me siento atrapada.
En el zoo de Yase todos los animales me parecen increíblemente malhumorados.

Miércoles 7 de diciembre, 1960

2:00 a.m. Estoy vestida para el último Zazen esta noche como si fuera una fiesta: pelo limpio, bañada, ropa limpia, perfume. Llego veinte minutos antes como es mi costumbre últimamente. En ciertos modo nervios y expectación, pero sin tener pensamientos pesimistas y optimistas. Mi nueva técnica de contar en el vientre hizo que la velada fuera tremendamente fácil. En lo que pareció un santiamén, la noche ya se había acabado. Podría haber continuado por lo menos otra hora. No me sentía aletargada; tenía la nariz y los ojos acuosos, con lagrimones que recorrían mis mejillas.

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El viaje a Japón para Kyger implicaba entonces adentrarse en el zen, pero sin que rerlo, también implicaría llevar una vida de encierro y de disciplina, pues tuvo que adaptarse a las normas japonesas tradicionales y a la vida matrimonial. Su casa en Japón se convirtió en el refugio de muchos otros viajeros. Fue un escenario de encuentros sociales, cenas abundantes y fiestas; y como espacio íntimo también, esa casa fue un escenario para el recogimiento y la escritura. Mientras Gary madrugaba para su práctica de meditación, Joanne se dedicaba a la vida doméstica. Pero también en sus tardes se dedicó a aprender sobre arreglos florales, al estudio del zen y la práctica del zazen.

Realizaron un viaje a la India junto con Allen Ginsberg y Peter Orlovsky. Las observaciones minuciosas del este viaje quedaron registrados en los diarios de ambos. Gary Snyder publicó en ‘Viaje por la India’, una larga carta a su hermana donde describe su viaje con precisión en los templos, la vida cultural de las ciudades por donde pasan y algunas aventuras domésticas, y Joanne Kyger publicó ‘Diarios de Japón y la India’, en estos, por el contrario, no solo queda registrado el viaje a la India, sino también su vida en Japón y toda las minucias domésticas de la vida.

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10 de abril de 1962

Algo de Ginsberg que me es inquebrantable, testarudo y poco atractivo: una parte inflada de su ego en la que él piensa que de verdad es dios y que es intocable y que es bueno. Y tiene otra parte, que no tiene relación con la parte más dura, no la toca lo más mínimo, como si hubiera dos mitades, ésta temblorosa e insegura. Un día le dije que no me gustaría oír dos veces seguidas Aullido en su disco y me miró como si se fuese acabar el mundo.

Y a medida que recorremos la India, se profundizan nuestras relaciones personales, y las emociones en nuestros vagones, en los trenes, el nivel de las sensaciones que tenemos los unos por los otros y las discusiones. Peter siempre toma demasiado de una droga, opio por ejemplo, y luego está enfermo al día siguiente cuando tenemos que irnos a algún lado.

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En este viaje conocieron al Dalai Lama y Joanne lo describió como un joven que “tiene veintisiete años y está acostado sobre un diván de terciopelo como un adolescente desgarbado vestido de rojo”. En este viaje se puede sentir el carácter de Joanne y la confrontación constante con los egos de sus contemporáneos. En este encuentro con el Dalai Lama cuenta cómo Ginsberg no paraba de hablarle sobre Aullido y de preguntarle, además por la experiencia con los psicoactivos: “Yo intentaba con gran dificultad decirle cosas ocurrentes por medio del intérprete, pero Allen Ginsberg seguía acaparando la conversación mientras describía sus experimentos con drogas y le preguntaba al Dalai Lama si le gustaría tomar algunas pastillas de hongos mágicos y si sus experiencias con drogas eran de naturaleza religiosa hasta que Gary dijo: “Allen, el interior de tu mente es igual de aburrido y tan convencional como el de todos los demás, ¿es realmente necesario que sigas con esto?”. Y ese pequeño trauma pronto fue olvidado gracias a que el Dalai y Gary se pusieron a hablar de gurú a gurú sobre qué tipo de posiciones utilizas cuando meditas, cómo respiras, qué haces con tus manos, “sí, sí, así”, decía el Dalai Lama. Y luego Allen Ginsberg le pregunta: “cuántas horas meditas al día”, y él le responde: “¿quién?, ¿yo? Yo nunca medito, no tengo por qué, soy un ser iluminado”. Y de repente Ginsberg se pone muy contento porque dice que quiere iluminarse ya, y no soporta estar sentado ni la disciplina del cuerpo. Siempre se engulle su plato antes de que los demás hayamos empezado a comer. Vino a la India para encontrar un guía espiritual. Pero yo creo que en realidad él cree saberlo todo, simplemente le gustaría sentirse mejor”.

‘Diarios de Japón y la India’, es la crónica de su tiempo de exploración y búsqueda de la voz propia en medio de un ambiente lleno de ego y competición, en medio de un momento que va a la ligera, entre la vida social, el matrimonio y una especie de intimidad. Su diario es el manifiesto de la lucha por tratar de llevar una vida poética que pareciera que consiste en centrarse en sí mismo, desde la práctica del zazen.

Estos diarios, con la simpleza del lenguaje, la minucia del tiempo que pasa, anotaciones de palabras nuevas en japonés, historias de gatos, diálogos, pensamientos rápidos, anotaciones de versos, retoma una tradición de contar el Japón desde la experiencia íntima, como en otro tiempo lo fueron el ‘Diario de Lady Nijo’ o ‘El Libro de la Almohada’ de Sei Shonagon. Kyger nunca recae en los sentimentalismos de la escritura íntima (propia del diario), ni en la escritura como terapia y sin embargo, la escritura de estas páginas deviene su salvación.

Es un diario que a su vez es un itinerario de arreglos florales, recetas, lista de regalos, observaciones minuciosas, lugares, personas; y donde, en medio de estas observaciones siempre salta un verso que resume un instante. Pero que también, es panfleto feminista, al reflexionar en su papel como mujer poeta que busca un espacio propio entre todo lo cotidiano de la vida rígida en Japón y de la vida matrimonial, para crear.

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14 de enero. 1963. Lunes

Nieve espesa y reluciente. Los gatos desconcertados.
Le escribo una carta a Gary. Sería incapaz de hacerla impersonal.
Juventud. Sin arrugas.
En un momento dado no sabíamos que podíamos cambiar con tanta facilidad / más o menos supongo
Y ahora las paredes fijas, blandas y firmes
Dan un mundo grande y marrón.
Kore: semilla que no germina ella duerme –está en el infierno–
nada crece, no hay nada –¿nada que haya hecho ella?
Madre lo consigue.
porque la hija se ha ido, no crece nada.

31 de mayo. 1963

Me llega una carta de madre. Dice que Papá se murió el 21 de mayo, jueves. Mi primer pensamiento fue que, al igual que antes de leer la carta pensaba que iba a relajarme, ahora tendría que invertir parte de mi tiempo sintiendo cosa. Y la carta que le envié el pasado jueves ni siquiera le llegó a tiempo. ¿Quería más de lo que pedía? Nuestras fotos estaban en su cuarto. Chris también. ¿Acaso siento algo? Gary todavía no ha llegado a casa.

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A través de este diario se lee su vida de manera secuencial, tal cual como transcurre la vida de todos, pero, este diario (cualquier diario, quizá) nos deja ver desde una perspectiva amplía toda la implicación inmediata que tiene la toma de una decisión, o el comentario que otro dice, o los actos que otros hacen y que el últimas, la afecta a ella y afecta el entorno. En este diario lo que en un principio parecía el inicio de un viaje introspectivo en medio de una historia de amor, termina siendo el manifiesto de un amor truncado y el desarrollo de una vida interior que está peleándose con las opiniones de los otros, con las tradiciones aplicadas de Japón, con los oficios domésticos, con la obsesión por el ahorro y el gasto desmesurado y con la vida matrimonial que en dos episodios es violenta e invasiva.

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27 de enero 1964.

Segundo día de crucero
Ahora cómo sobreviviré a esto
Cómo detendrá el día en lugares diversos
Los dos cayéndonos al vacío
Oh yo te dije que no había tiempo
Cuando escalamos la noche

***

Es lunes 3 de febrero de 1964. Un lunes en la madrugada Joanne llega a San Francisco y sólo Philip Whalen la espera en el muelle 50. Joanne tiene veintinueve años, casi treinta y ya no está casada. Trae regalos, un montón de cuadernos con poesía y un diario que contiene su memoria, un diario que es tan solo un cúmulo de frases sueltas que reconstruyen la vida propia y que para otros, quienes lo leemos, es el manifiesto de una vida ajena, pero también es la ficción de otro tiempo.

Joanne Kyger después de cuatros años de viaje, los mismos cuatro años que duró su matrimonio volvió “un poco más sabia y más disciplinada, con la certeza de que practicar el zen es, en efecto, un estudio muy serio”, pero que a su vez practicar el zen es barrer correctamente el suelo, es estudiar la forma del día, las palabras del momento, lo que sucede en el pequeño espacio interior y exterior, es practicar el estudio de la nada.

Toda su obra pasa por este diario y por este viaje. Al regresar de este viaje, publica ‘The Tapestry and The Web’ (1964), un libro que apenas se tradujo y publicó al español en el 2017 por Varasek ediciones y que nos acerca a otra cara del mito de La Odisea. En este libro a través de los versos, Joanne reimagina la historia de Penélope, la aleja de su historia sufrida por la espera de Odiseo y le da a ella el control de la situación; cambia la espera doliente por el otro, el hombre, por una espera vívida.
En una nota publicada en los diarios Kyger dice: “Escribir un diario permite el acceso a tiempos pasados y líneas que se hubieran perdido para siempre. Es un detonante para la memoria, aquella extraña dimensión con la que cargamos todos de manera invisible en la ‘mente’. Te devuelve a tu historia”.

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