I
Cogió un revólver calibre 32 y se lo metió en la cintura. Con el arma, que llevó solo por seguridad, se encaminó hacia los antros más peligrosos de Cali.
Era 1968 y el plan, el siguiente: entrevistar a prostitutas, a ladrones, a homosexuales de las zonas de tolerancia. Preguntarles por el sexo. Por cómo hacían el amor. Por aberraciones. Por fantasías. Por recuerdos de viejos amantes.
Y no sólo a ellos. Preguntaba lo mismo a jovencitas distinguidísimas, a hombres de radio que hablaban de ópera en las emisoras, a personajes de la alta sociedad.
El resultado de esos encuentros fue un libro que pretendía dar pistas sobre las conductas sexuales de los habitantes de toda una urbe en una determinada época. Título: ‘Crónicas de la vida sexual’.
Desde su columna de opinión en el diario Occidente, el periodista cubano José Pardo Llada lanzó a la fama la publicación: “El libro de Hernán Hoyos es pornográfico, altamente pornográfico”, escribió.
Después, en las librerías de Cali se vieron filas de curiosos comprando la obra y en dos semanas se agotaron tres ediciones. A Hoyos le fue tan bien económicamente que decidió dejar de estudiar en la universidad para dedicarse a escribir. De sexo, principalmente.
Porque él aclara que lo suyo no es pornografía, así muchos lo definan como el escritor porno más exitoso de Colombia. Escribe sobre sexo, insiste, a pesar de los títulos de algunas de sus obras: ‘Arepas desesperadas’, ‘Se me paró el negocio’, ‘Ofelia la voluptuosa’, ‘Aventuras de un impotente’, ‘Sin calzones llegó la desconocida’...
¿Quién diablos es Hernán Hoyos?

'008 contra Sancocho', una novela negra y jocosa muy popular entre la obra de Hernán Hoyos.
Foto: Especial para Gaceta
II
Hernán Hoyos está en una cafetería del centro de Cali. Lleva pantalón gris, camisa blanca por dentro, sombrilla en la mano, maletín. “Yo me camino esta ciudad todos los días. Tengo que ir a varias partes a dejar mis libros y a cobrar los que se han vendido. De eso vivo”, cuenta ahora, mientras se sienta en una mesa.
A los 82 años el escritor tiene el estado físico de un hombre de 40. A los 82 años no hay que hablarle duro para que escuche ni nada por el estilo y caminar junto a él es, casi, trotar. “Una de las cosas que hago para mantenerme bien es endulzar todo con panela. Yo no me tomo nada con azúcar”, explica y rechaza el jugo de mango que le acaba de traer el mesero.
Hernán Hoyos nació en Cali el 20 de octubre de 1929 en la Calle de La Escopeta, un tradicional sector de casas coloniales que aún perduran entre vías adoquinadas por las que sólo pasa un vehículo en una sola dirección.
Su madre, Mariana Martínez Velasco, era profesora de piano y su padre, Octavio Hoyos Arbeláez, un distinguido vendedor de seguros y hombre aficionado a la cultura, al arte. “Recuerdo que nos regalaba a mí y a mis hermanos acetatos con trozos de ópera, canciones famosas”.
En ese ambiente se crío Hernán Hoyos, entre música, literatura y una educación religiosa impartida por padres jesuitas: “Yo admiro profundamente a la iglesia católica por sus obras en pro de la humanidad. Ha creado bellísimas catedrales, hospicios para los pobres. Desde luego, como es una institución humana, ha cometido graves errores a lo largo de 20 siglos de historia, pero, a pesar de que la admiro, no creo en todo lo que dice. Yo soy ateo. No creo en pendejadas como eso de que Cristo sea el hijo de Dios. Tampoco creo en una virgen que estuvo casada tres, cuatro años. ¿Por qué iba a ser virgen?”.
Durante su apogeo como escritor porno, en las décadas del 70 y el 80, por cierto, la iglesia nunca censuró sus libros y se sabe que algunos eran leídos por sacerdotes, a menudo protagonistas de sus historias. “A Monseñor Alberto Uribe Urdaneta, arzobispo de Cali, le hicieron un reportaje cuando cumplió 25 años de apostolado y le preguntaron por mis novelas. Él dijo: ‘Las tengo todas y todas me las he leído, pero no las recomiendo’”. Hernán Hoyos ahora se está riendo.
III
Luis Ospina, el reconocido cineasta caleño, quiere a este hombre. Lo dice por el celular: “Es que Hernán Hoyos fue el primero de la fila el día en que estrené mi película ‘Pura Sangre’”, recuerda. Y agrega: “Hernán Hoyos es una editorial en sí mismo. Su literatura era muy popular entre los ascensoristas y los celadores. Cada vez que uno se subía a un ascensor, el que lo manejaba estaba leyendo alguno de sus títulos: ‘008 contra Sancocho’, ‘Un alegre cabrón’, ‘Secuestro de un viejo verde’, ‘El club del beso negro’”.
Y además de popular, el escritor porno siempre estaba por ahí, presente en los episodios memorables de la cultura local. Un día, cuenta Sandro Romero Rey, fotografiaron a Hoyos hablando con Mario Vargas Llosa, cuando el Premio Nobel llegó por primera vez a Cali, en 1975. La foto se publicó en un periódico y se llegó a decir que Hernán Hoyos había invitado a Vargas Llosa a un encuentro de literatura pornográfica. Lo de la invitación no era cierto, al parecer.
Más allá de ese episodio, su relación con la bohemia de la época fue estrecha, incluso en medio de ambivalencias morales: “A Andrés Caicedo le entusiasmaba la forma sui generis en que el gran pornógrafo distribuía, él mismo, de puesto en puesto, sus novelas. Es una literatura de bajos fondos, secreta, tácitamente prohibida. Hoyos no estaba bien visto salvo por periodistas traviesos como Pardo Llada, que siempre lo miró como una rara avis de nuestra ciudad y siempre lo protegió”, cuenta Sandro.
Hernán Hoyos y José Pardo Llada se conocieron a finales de los 60 en una librería. Se presentaron y comenzaron a hablar, a revelarse intimidades amorosas y aventuras. A los días se volvieron a encontrar y el cubano le dijo: “Oye, chico, tú que escribes novelas y cuentos deberías escribir el informe Kinsey de la vida sexual colombiana”. Fue cuando Hernán Hoyos se metió ese revólver en el bolsillo.
Antes de eso, mucho antes, empezó a escribir. Todo se dio en Popayán, una ciudad ubicada a dos horas de Cali. Hoyos vivió allá cuando tenía diez años: “Y no sé si fue por el clima, o porque Popayán es una tierra de poetas y escritores, pero se despertó mi vocación literaria”.
Una vez, su profesor de Castellano hablaba de lo que era el género cuento. “Es un género muy difícil, no todo el mundo puede escribir cuentos”, decía. Hernán Hoyos levantó la mano y dijo que él podía: “Si quiere le traigo uno mañana”. Y lo llevó. Narra la historia de un niño que llega a su casa y encuentra a la mamá muerta, en un ataúd y con velones encendidos. El profesor le puso 5, la nota más alta, aunque Hernán dice hoy que la historia “era una pendejada”.
Después, a los 19, escribió una novela: ‘El retorno de la monja Alférez’, la historia de una joven española que se disfrazó de hombre y se alistó en los ejércitos del Rey de España para llegar a América a vivir aventuras. Se publicó por entregas en el Diario del Pacífico, uno de los periódicos tradicionales de Cali en los años 50.
Con ‘Ron, ginger y limón’, otra novela, ganó un premio Nadaísta, pero fue Pardo Llada quien lo convirtió en un escritor porno. El escritor porno local de una ciudad acostumbrada a importar pornografía. Lo anota el crítico de arte Miguel González.
Después de publicar las ‘Crónicas de la vida sexual’ y ver las filas que se formaron en las librerías para comprar el libro, Hernán Hoyos dedujo que el sexo era un buen filón para consagrarse como escritor, ganar dinero, vivir de la literatura: “Seguí investigando sobre la vida sexual, pero también escribía varios tipos de novelas. De aventuras, como las historias de un capitán que yo creé, el Capitán Ruiz; Martín Ruiz. Otras novelas eran de contenido social: ‘Protectoras de doncellas’, ‘Las muchachas pobres’, y otras eran absolutamente fantásticas como ‘Crónicas de ultratumba’, pero no se vendieron tanto como ‘Crónicas de la vida sexual’”.
IV
Seguimos en la cafetería. Noto que un hombre en la mesa de al lado terminó su merienda pero no se va. Escucha con disimulo mientras Hernán cuenta historias de la Cali sexual de los 60 y 70. El tema despierta curiosidad en el señor porque el sexo, claro, nos interesa a todos, nos despierta el morbo.
El escritor porno dice que la Cali donde vivió mientras escribía sus libros era una ciudad que despertaba a la par de la revolución sexual estadounidense: “Aunque nadie decía nada, yo encontré historias de lesbianismo en la alta sociedad caleña. Lo mismo con los gays, que también existían en las mejores familias. Recuerdo que en las zonas de tolerancia había casas de maricas, calles enteras, y el 25 de diciembre salían todos en desfiles silenciosos, atravesaban la Plaza de Caicedo y aparecía gente que les mentaba la madre y tiraba piedras”.
Cali era, es, una ciudad homofóbica, dice, y está retratada ahí, en los más de 40 libros que ha escrito: ‘Sonrisa del diablo’, ‘Coca’, ‘Frentenalga y Careculo’, ‘Casos insólitos de la vida sexual’, ‘El profesor corrompido’, ‘El tumbalocas’, ‘Inocentes y perversos’, ‘La reina y el mariposo’, ‘El bruto y las lesbianas’, ‘Aventuras de una sirvienta’…
Su obra más reciente fue publicada en 1995. Se llama ‘Memorias fisiológicas’ y es una especie de autobiografía. Ahí narra cómo concibió su obra erótica. También se leen enseñanzas prácticas para conseguir potencia sexual y buena salud sin ninguna medicina. Como lo de la panela, por ejemplo.
Aunque es un hombre vital, Hernán Hoyos ya no escribe y eso, para algunos lectores, es una pérdida irreparable para la literatura de esta ciudad: “Ahora me dedico a digitalizar todo lo que tengo para reeditar mi obra y venderla. Tengo que hacerlo porque si me muero, todo se pierde”.
“Ch-chévere l-lo q-que hace e-ese man”, decía Andrés Caicedo cuando lo veía distribuyendo sus libros de puesto en puesto. Nada ha cambiado: el escritor porno sale de la cafetería con su maletín terciado al hombro, cruza a la derecha, camina a pasos rápidos, como buscando algo. Va a vender sus novelas. Para que nadie lo olvide.