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Más de 800.000 personas han visto la exposición ‘El Testigo’ solamente en Bogotá. En Cali hay gran expectativa por su apertura en el Museo La Tertulia. | Foto: Aymer Álvarez

MUSEO LA TERTULIA

"Frente a la guerra, nunca más, y frente al fusil, la palabra”: Jesús Abad Colorado

La exposición fotógráfica más exhaustiva del conflicto armado llega a Cali: ‘El Testigo’, de Jesús Abad Colorado. Perfil de un hombre que ha cubierto el dolor y la esperanza en la guerra por más de 30 años.

1 de septiembre de 2019 Por:  Jair Fernando Coll Rubiano, / Periodista de El País

Jesús Abad Colorado fue sepulturero por un solo día. Ubertina Martínez había sido alcanzada en Napipí (Chocó) por una bala perdida en medio de un enfrentamiento entre Ejército y guerrilla. Luego de cruzar el río Atrato junto con su esposo, Aniceto Córdoba, llegó sin vida a Vigía del Fuerte (Antioquia). Regresar de nuevo al pueblo era imposible.

“Para que no nos dispararan usamos una sábana a manera de bandera blanca. En la lancha iba el padre de Ubertina, Aniceto, tres misioneras de la Madre Laura y yo”, recuerda Colorado, quien ayudó a enterrar el cadáver en medio de un paraje boscoso, paraje invadido de ceibas y guacamayas del que Colorado tomó una sola fotografía: Aniceto, descalzo, derrumbándose sobre el féretro de madera en donde se encontraba su mujer.

Era el 7 de mayo del 2002. El fotógrafo pronuncia la fecha con la misma facilidad memoriosa para referir decenas de nombres de campesinos, así como de los pueblos en donde se convirtieron en víctimas del conflicto armado, que Colorado ha retratado (y sigue retratando) con su cámara por más de 30 años.

“¿Por qué nombrar a quienes les tomo foto? Porque, para mi, no son seres anónimos. Ese es el problema de un periodismo que enseña a dar prioridad a los datos, a las fuentes, pero que se olvida de que los más de ocho millones de víctimas tienen nombre, tienen rostro y tenían proyectos que la violencia se los quitó”.

Y es con ese pensamiento que Colorado nunca olvidará las palabras que Aniceto dijo al lado de ese recipiente fúnebre dentro del cual reposaba el cuerpo de Ubertina:
-Ombe’, ¿y ahora qué les voy a decir a mis hijos, si yo la traía viva?

***
Entre 1992 y 2019 hay tiempo de sobra para que un fotógrafo de la violencia, pero también de la esperanza, que ha llegado a recorrer el país a lomo de mula, guarde un archivo de miles de imágenes, cuyo número es difícil de precisar. Pero quizá más difícil sea seleccionar cerca de 500 fotografías (con apoyo de la curadora María Belén Sáez) que componen la exposición más completa del conflicto armado, ‘El Testigo’, que luego de estar abierta al público en la Universidad Nacional, en Bogotá, fue aperturada el pasado miércoles en el Museo La Tertulia, oeste de Cali.

Colorado, o ‘Chucho’, como prefiere lo llamen, insiste que él no es el único testigo. Está sentado en medio de la sala de ‘Tierra Callada’, la primera parte de la exposición, que hace alusión al desplazamiento forzado y a las huellas que la violencia ha dejado en la naturaleza y los animales.

“Mire la foto que está su izquierda -indica-. La tomé en marzo del 2011 en Villa del Rosario, Norte de Santander, y es un árbol que no solo tiene una inscripción de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), sino también las marcas de esos campesinos que fueron amarrados a su tronco y cuyos cuerpos incineraban en un horno crematorio ubicado a pocos metros de allí. Ese árbol, así como lo puede ser gran parte de la naturaleza, también es testigo de la violencia de este país”.

La historia de ‘Chucho’ inició con una fotografía, la de sus abuelos, José María Colorado y María Dolores González: el primero, asesinado en San Carlos, Antioquia, el 17 de agosto de 1960, por ser liberal, junto con su hijo Germán; cuatro meses más tarde María Dolores falleció por pena moral. La familia tuvo que desplazarse a la Comuna 13 de Medellín, en donde ‘Chucho’ nació el 22 de abril de 1967, un Día de la Tierra.

Creció junto con sus ocho hermanos con el peso de una historia trágica, casi vedada en la familia, pues cada vez que era referida en la mesa, Héctor -el padre- lloraba de forma inevitable. Curiosamente, ese campesino desarraigado de su tierra se atrevió a referirla cuando trajaba en la construcción de unos tanques de gasolina, junto a la terminal de transportes de Medellín.

La pala con la que Héctor revolvía concreto, cuenta ‘Chucho’, estaba manchada de la sangre que manaban sus manos. Un capataz, al advertir este detalle, le reclamó:
-¿Qué le paso? ¿Se cortó?
-No, no estoy enseñado a trabajar con cemento -respondió Héctor.
-Usted sí es muy flojo, hombre.
-Flojo no, señor, yo estoy enseñado a trabajar con la tierra y vengo derrotado por la violencia, porque mataron a mi papá, a mi hermanito y mi madre se acaba de morir.

Un joven ‘Chucho’ se daba cada vez más cuenta de los hechos por los que atravesaba su país: el narcotráfico estaba en el auge de los años 80’, las milicias urbanas y el microtráfico se tomaban la Comuna 13 y el paramilitarismo era un peligroso embrión en crecimiento. ‘Chucho’ decidió estudiar periodismo en la Universidad de Antioquia.

Entró a la Facultad como seguidor de la pluma de Héctor Abad Gómez, médico y ensayista defensor de los derechos humanos.

“Fue precisamente eso, ser un defensor de la vida, lo que lo llevó a su aniquilamiento (el 25 de agosto de 1987)”, afirma ‘Chucho’.

Muchísimos años tarde, en febrero del 2012, alias Don Berna afirmaría ante la Fiscalía que fue Carlos Castaño -jefe de las AUC- quien habría ordenado la muerte del médico por creer que estaba vinculado ideológicamente al Ejército Popular de Liberación, EPL.

“Yo tenía muchísimo miedo de escribir. Mire que solo en 1987 habían asesinado a 20 estudiantes y profesores de la Universidad de Antioquia. Es por eso que quise escribir la historia desde la fotografía, aunque paradójicamente los reporteros gráficos somos quienes más nos exponemos”, explica.

Su primer cubrimiento  se remonta a mayo de 1992, en Dabeida, Antioquia. La escuela de la vereda de Alto Bonito había sido abandonada a raíz de amenazas a maestros y asesinatos de campesinos del sector. ‘Chucho’ capturó dos momentos claves con su cámara: el aula de clases dejada de la mano de Dios, con la vegetación colándose por las esquinas, y un viejo letrero en el que estaba escrito con tiza blanca un pasaje sobre el primer asesinato en la historia del mundo, el de Caín a Abel.



“En Colombia yo no he podido saber quién es Caín y quién es Abel”. Esas son las palabras que ‘Chucho’ dice cada vez que se refiere a esa fotografía y que también dijo en el documental biográfico que la directora británica Kate Horne estrenó el año pasado, también titulado ‘E l Testigo’. Pero si uno le insiste para que dicierna quién es el asesino y el asesinado, el fotógrafo asevera:
“Yo sigo ratificado en esa afirmación, porque aquí hay personas que dicen: ‘Los buenos somos más’ y eso no es así. En este país conozco personas que fueron victimarios y lo que les faltó fue educación, amor y un proyecto de vida. Conozco muchas personas de la extrema derecha y la extrema izquierda que fueron afectados y que yo estoy seguro que si se les diera una posibilidad, se integrarían a la sociedad para jalonar un proyecto de país distinto y que tanto anhelamos”.

La exposición de ‘El Testigo’ enseña los rostros y nombres detrás de masacres ocurridas en Antioquia, como la de El Aro, Machuca, Ginebra o San José de Apartadó, pero también la de Bojayá, Chocó, que el 2 de mayo de 2002 dejó 119 muertos tras la explosión de un cilindro bomba al interior de la iglesia en donde la población se guarecía de los enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros de las Farc. De este episodio, ‘Chucho’ tomó una fotografía icónica: el Cristo mutilado.
“Si así quedó la imagen del Cristo en la cruz, un mero torso con cabeza, por efecto de la explosión, imagínese cómo quedó el resto de la gente -se pregunta el antioqueño-. Pero ese tipo de fotos no es necesario que la gente las vea, porque hay fotos que por su crudeza generan sed de venganza. Yo quiero imágenes que pongan a reflexionar”.

Los más recientes trabajos de ‘Chucho’ oscilan entre la esperanza que a él le inspira el proceso de paz y las historias detrás de los asesinatos de líderes sociales, que suman un total de 482 crímenes ocurridos después de la firma del Acuerdo de Paz, el 1 de diciembre del 2016, hasta finales de julio de este año, según indicadores de la Defensoría del Pueblo.
‘Pongo mis manos en las tuyas’ es la última temática de ‘El Testigo’ y la cual consiste en la reconciliación. A la entrada, el visitante es recibido por el retrato de esos abuelos de ‘Chucho’ que fueron violentados por el fanatismo bipartidista y abajo, una imagen del 2013 de sus padres, rodeados de zapayos, aguacates, mazorcas, kiwis y huevos de gallina.
Esos padres que, transcurrido casi medio siglo de haber sido desplazados por la violencia, volvieron a tener una parcela en Olaya, Antioquia, y en la que podían ser campesinos otra vez.

***
—Mami, ¿es verdad que a mi papá se lo robó gente mala?
—¿Y por qué preguntas eso?
—Porque lo que se roban no lo devuelven.

Manuela Colorado tenía cinco años cuando su padre, Jesús Abad, fue retenido durante una semana por las Farc en diciembre de 1997 junto con otros tres periodistas que se dirigían a San Luis, Antioquia.
Solo cuando tuvo 8 años es que Manuela logró una comprensión absoluta de la palabra “secuestro”, porque fue en esa edad en la que se dio cuenta que su padre había sido “robado” por segunda vez. En esa ocasión, por el ELN, episodio ocurrido en octubre del año 2000 y por el que estuvo tres días en cautiverio.

“Siempre está la angustia de tener a un padre que visita constamente zonas de conflicto. Y no solo para mi, sino también para toda la familia. Uno espera que salga sano, pero no se sabe si siempre va a ser así. Yo creo que a mi papá lo protegen los angelitos”, dice una Manuela ya mayor, de 27 años y médica.

Su voz, que se oye desde una llamada telefónica, parece cortarse con tan solo recordar la muerte de su abuelo paterno en junio del 2017, acontecimiento que ocurrió mientras ‘Chucho’ se encontraba en una zona veredal de las Farc en Tierra Alta, Córdoba, y a quien no podían contactar por falta de señal.

Manuela dice: “Murió de vejez y fue bastante duro para la familia y para mi papá, que luego de mucho rato logramos llamarlo”.

Pero también rememora esa escena que se replicaba cada vez que el fotógrafo regresaba de uno de sus viajes a lomo de mula: ella, su hermano menor Santiago y ‘Chucho’ sentados al interior del Aeropuerto Internacional Olaya Herrera, comiendo pequeños helados de colores.
“Mi papá me enseñó a ser sensibe”.

***
“Anunciamos al mundo que ha comenzado la segunda Marquetalia (lugar de nacimiento de las Farc hace más de medio siglo) bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo de levantarse en armas contra la opresión”. Estas fueron las palabras con las que Colombia y ‘Chucho’ madrugaron el pasado jueves a propósito del anuncio de ‘Iván Márquez’, ‘Santrich’, ‘El Paisa’ y ‘Romaña’, así como de otros disidentes, de retornar a la lucha armada y aunar fuerzas con el ELN.

“Hay gente que celebrará, porque la guerra deja vencidos y vencedores, que son siempre los más inermes. Por eso el testimonio fotográfico es la principal razón para decir: frente a la guerra, nunca más, y frente al fusil, la palabra”, reflexiona ‘Chucho’. Hace una pequeña pausa y continúa:
“Y hoy, entre todos esos tambores de guerra, le pediría que escuchara ‘Fragilidad’, de Sting”. El fotógrafo recita los versos que mejor recuerda:
“Acero y piel, combinación tan cruel / Pero algo en nuestras mentes quedará / Un acto así terminará / Con una vida, y nada más / Nada se logra con violencia /Ni se logrará”.

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