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‘El Creyente’, película francesa de Cédric Kahn, nos cuenta la historia de un ateo heroinómano que entra a una comunidad religiosa aislada en el monte para superar su drogadicción, allí cuestionará sus ideas y las del espectador. | Foto: Foto: Especial para Gaceta

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'El creyente', una película de redención

‘El Creyente’, película francesa de Cédric Kahn, nos cuenta la historia de un ateo heroinómano que entra a una comunidad religiosa aislada en el monte para superar su drogadicción, allí cuestionará sus ideas y las del espectador.

29 de noviembre de 2021 Por: &nbsp;Susana Serrano A. /&nbsp;Especial para Gaceta<br>

‘El Creyente’ (‘La prière’) es una película del director francés Cédric Kahn, que narra la historia de un adolescente problemático y drogadicto, que ingresa a un centro religioso en los Alpes franceses, para buscar encaminar sus pasos y alejarse de la adicción. Basada en la idea original de la novelista Aude Walker y con un guion escrito a seis manos por Fanny Burdino, Samuel Doux y el mismo director, este drama de ficción, que podría parecer un documental, explora el camino espinoso de un joven que carga con una infancia tormentosa y una vida solitaria, y que al entrar al centro religioso no sólo debe enfrentarse a esta nueva vida alejada de las drogas que lo han acompañado durante años, sino que también deberá reencontrarse a sí mismo en medio de la comunidad.

La película tiene un ritmo lento, con un principio prácticamente mudo (nuestro protagonista no habla sino hasta el minuto 10), que refuerza su narrativa audiovisual a través de una hermosa fotografía, que a lo largo del film nos hace ver el símil entre el infierno interno que están pasando los personajes, contra el paisaje tranquilo y bello de los Alpes.

Este largometraje, que cuenta con un diverso elenco europeo y llegó a Cine Colombia el 25 de noviembre, se alzó con el Premio a Mejor Actor en el 68º Festival de Cine de Berlín y no sin motivos. El actor Anthony Bajon (Thomas) logra desentrañar a través de sus gestos la profunda tristeza y el dolor que experimenta el protagonista a lo largo de la película.

Momentos que son sobresalientes en esta interpretación serían el ataque que sufre en el baño al principio del film, la pelea con sus compañeros en el comedor y la manera en la que se transforma su rostro al final de la película, cuando su tranquilidad y su fe ya han vuelto a él.

Pero la historia del personaje de Thomas no es la única que conocemos a lo largo de la película. ‘El Creyente’ se encarga de contarnos la vida de diversos personajes, como si fueran personas reales que están siendo grabadas para un documental sobre la superación de las drogas en centros religiosos. Este aire de realismo se logró luego de siete años de investigación sobre las experiencias religiosas y su incidencia en la recuperación de los drogadictos. Después de entrevistar a cerca de diez toxicómanos, el director y su equipo crearon al personaje de Thomas, al unir las numerosas historias que escucharon.

Es por eso que el protagonista se termina convirtiendo en un personaje que debe atravesar todo tipo de situaciones, que tiene todos los espectros y sutilezas complejas de los adictos y que, sin importar las circunstancias, finalmente logra sostenerse a partir de la fe. “Este personaje se convirtió en el emblema de todos los demás y lo que me interesa es su proceso y sus circunstancias (…) Yo me defino como agnóstico. Respeto a las personas que tienen fe, y en cierto modo incluso los envidio. La fe es un tema íntimo que, en muchos sentidos, va más allá de la religión. Todo en la vida —el amor, la pasión y el compromiso— es una cuestión de fe”, asegura Cédric Kahn.

No obstante, la película no solo nos muestra como la fe puede llegar a salvarnos del dolor, la desesperación y de nuestros demonios. En el film hay otro superhéroe que a mí me pareció mucho más importante y de mayor relevancia: los otros seres humanos que Thomas se fue encontrando en su camino de abstinencia. Los chicos que como él habían hecho todo el proceso para alejarse de las drogas y se quedaron en el centro para ayudar a otros que como ellos se encontraban perdidos; los adultos que indiscriminadamente abrían las puertas a estos jóvenes solitarios, llenos de miedos, ira y dolor, para darles una taza de chocolate caliente, un pedazo de pan, labores para hacer y mantener ocupada la mente; o la hermosa Sybille (Louise Grinberg), de quien se enamora nuestro personaje y que trata a Thomas como un humano más, sin discriminarlo por el proceso en el que está, sin juzgarlo e impulsándolo a seguir por el camino que lo ayudará a salir adelante.

Esta película no solo nos recuerda la importancia de tener tranquilidad espiritual (sea con la religión que sea), sino lo vital que se vuelve para los humanos tener conexiones reales con otros, poseer lazos que nos ayuden a mantenernos con los pies en la tierra pese a todo lo malo que está ocurriendo a nuestro alrededor.

En la película lo dicen en diferentes oportunidades: consumir drogas no te ayudará a ser mejor, sino que se convierte en una excusa para huir de ti mismo, y aunque es verdad que para poder aceptar y abrazar al otro, primero tenemos que aceptarnos y abrazarnos a nosotros mismos, saber que quien está a tu lado no te juzgará sin importar las veces que te equivoques genera tranquilidad y seguridad en el camino que se recorra.

Y aunque el punto de quiebre en la película lo vive nuestro protagonista en solitario —en una montaña, en medio de la ventisca y el miedo al caos de la naturaleza, pero con la certeza ciega en un Dios que ya no lo desampararía, porque ya había podido encontrar nuevamente su centro y se sentía igual a los demás—, al final Thomas no escoge el camino hacia la luz espiritual, sino hacia el amor terrenal, resaltando quizás de forma inconsciente que los lazos que generamos con los demás humanos son más determinantes que solo tener una paz espiritual.

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