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Egan Bernal y Daniel Martínez en la etapa 17 del Giro de Italia, 2021. | Foto: Foto: Colprensa

CICLISMO COLOMBIANO

Egan Bernal y la estirpe de los gregarios, diálogo con el escritor Mauricio Silva Guzmán

El escritor Mauricio Silva Guzmán, autor de ‘Egan: el campeón predestinado’, habla sobre el nuevo triunfo del ciclista colombiano, la importancia de los gregarios y los héroes del deporte.

8 de junio de 2021 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, periodista de Gaceta

Un niño en una bicicleta cross amarilla va subiendo las montañas de la Cordillera Central colombiana, a 2.652 metros sobre el nivel del mar, durante una de esas mañanas frías de Cundinamarca. Su padre y otro familiar lo acompañan, aunque ellos van en bicicletas semiprofesionales. En la mente solo queda la imagen del pequeño, ascendiendo como una luz hacia una cima cubierta de neblina. Esta es una de las escenas más hermosas del ciclismo colombiano, y una metáfora de la serie triunfos sin precedentes que Egan Arley Bernal Gómez, ese prodigio salido de la cuna de escarabajos de Zipaquirá, ha obtenido en sus 24 años de vida, dos de ellos históricos: campeón del Tour de Francia en 2019, y el más reciente, en el Giro de Italia 2021.

La escena a la que me refiero, simbólica como la del origen de un héroe, es rescatada por el escritor y periodista Mauricio Silva Guzmán en su libro ‘Egan: el campeón predestinado’ (Aguilar, 2019), allí cuenta que días después de ganar el Tour de Francia, a sus 22 años, y tras convertirse en el primer ciclista de Colombia y Latinoamérica en llevarse la camiseta amarilla, así como el más joven en la historia de esta legendaria competencia; un periodista preguntó a Egan Bernal qué pensaba mientras escalaba las diferentes etapas de los Alpes con tanta confianza como vieron millones de personas por las transmisiones. El pedalista respondió con una reminiscencia sus orígenes montañeros: “Pensaba como si estuviera entrenando acá en Zipaquirá. Las etapas tipo ‘Galibier’, El ‘Iseran’, eran subidas muy largas, a mucha altura, entonces prácticamente era como si estuviera entrenando en Zipaquirá, subiendo de Pacho, que es una subida de una hora, que es más o menos lo mismo. Entonces, eso fue lo que más o menos se me vino a la mente cuando estaba haciendo esas etapas”.

Pero en su investigación, Mauricio Silva va un poco más allá y logra establecer el origen preciso de ese poderoso recuerdo que fortaleció al ciclista colombiano durante ese trayecto. Fue Norberto Triana, el esposo de la tía Gloria, de Egan Bernal, quien le contó a Mauricio que, “Germán (padre de Egan), el niño y yo nos íbamos para el autódromo de Tocancipá, para el Neusa y para Cogua a entrenar, y él siempre andaba a la par con nosotros. Luego, empezamos a ir a San Jorge y a Pacho, que era un recorrido en subida, y Egan también nos acompañaba. Desde pequeño, Egan demostró ser un berraco para subir. Es increíble que aun con la bicicleta que él tenía, que era de cross, se nos pegara sin problema, y eso que nosotros teníamos bicicletas semiprofesionales. Precisamente yo tengo guardada esa primera bicicleta amarilla con la que él empezó a montar”.

A partir de recuerdos personales del campeón, anécdotas familiares y de amigos cercanos, de sus días en el colegio y los equipos de cross country a los que perteneció antes de subirse a la ruta y competir a nivel mundial con profesionales, Mauricio Silva crea una crónica biográfica de Egan Bernal llena de momentos difíciles y al mismo tiempo milagrosos, a través de los cuales el lector puede conocer la cotidianidad de un deportista superdotado, pero que vivió en una precariedad que muchas veces estuvo a punto de frustrar sus talentos, el crecimiento de un joven que a falta de medios económicos tuvo desde el principio el apoyo de todo su círculo íntimo, incluso de la comunidad de Zipaquirá. Con esto, su genio innato para el ciclismo y la disciplina personal, Egan Bernal ha logrado superar todas las caídas del camino, incluso la más difícil: superar un triunfo demasiado prematuro a los 22 años. Hoy, cuando se encuentra en sus mejores condiciones físicas y mentales, con un Giro de Italia en su palmarés, se entiende que nada en su carrera ha sido producto de la suerte, y aunque pareciera estar predestinado para la gloria deportiva, su vida observada de cerca demuestra que todos sus triunfos están sustentados en un esfuerzo y dedicación total al ciclismo. Ese es su verdadero heroísmo.

A pocos días de que Egan Bernal se pusiera la preciada camiseta rosada del Giro de Italia, Mauricio Silva, autor también de ‘La leyenda de los escarabajos’ y los tres tomos de entrevistas a deportistas ‘Enséñame a ser héroe’, analiza la trayectoria de Bernal y comenta algunos de los hitos en la historia del ciclismo colombiano.

—Egan, Nairo, Urán, entre otros pocos, son de algún modo deportistas excepcionales que han logrado destacarse por encima de muchas limitaciones, ¿cómo considera que debería ser el apoyo para los deportistas en Colombia para deje de ser algo excepcional y se convierta en la norma?

Creo que sí ha habido apoyo. Otra cosa diferente es que somos el tercer mundo y no hay ese gigantesco presupuesto del primer mundo para apoyar el deporte como debería ser. Pero, en la medida de lo posible, Colombia no ha olvidado a sus deportistas. El avance en los últimos 15 años, desde el antiguo Coldeportes, hasta el Ministerio de Deportes, es innegable; pero, sí, está lejos de ser suficiente. La tragedia es que, en gobiernos como este, decidan hacerle recortes a los deportes. Es sabido que el deporte y sus resultados son un gran termómetro para medir la salud de una nación. Y ya sabemos que tan estropeada está Colombia.

—Para usted, ¿qué significa este nuevo triunfo de Egan Bernal en el Giro de Italia? ¿Qué importancia particular tiene esta competencia para él, a diferencia del Tour de Francia?

Básicamente fue el renacimiento de un crack que, según dijo, se vio liquidado después del Tour de 2020. Cuando todas las cámaras y todas lentes del ciclismo estuvieron enfocadas en él, cuando llegó su ya famoso dolor de espalda que lo obligó a retirarse de esta competencia por la puerta de atrás, él se vio perdido. Por eso estamos gratamente sorprendidos de ver la manera cómo Egan asumió esa tragedia y en ocho meses la revirtió con uno de los triunfos más importantes del ciclismo colombiano y latinoamericano. Y de semejante manera. Desde el silencio, el sacrificio y la disciplina, con la compañía de su familia y su equipo, Egan se puso a punto y llegó con miedosa madurez a ocupar el lugar que le corresponde, el de un gran campeón. Con este triunfo despejó muchas dudas.

—¿Cree necesario ampliar su libro con este nuevo triunfo? ¿Qué anécdotas del Giro que definan la personalidad de Egan le agregaría a su libro?

No creo que por ahora vaya a ampliar el libro. Mejor espero a que Egan se retire, porque, si no, me tocaría ampliar el libro cada año, cada vez que él brille en una nueva competencia. Y por otro lado, de este Giro incluiría las historias de dientes apretados detrás de la etapa 9 y esa manera como asumió el liderazgo, con tal potencia, tal rabia, tal coraje, entre Castel di Sangro y Campo Felice; de la etapa 14, y cómo consolidó la maglia rosa en el Zoncolán; de la escalofriante forma como ganó la etapa 16 en la Cima Coppi y, por supuesto, de cómo hizo la defensa en la última semana de la mano del ‘Dani’ Martínez. Fue un Giro impresionante.

—¿Cómo considera que ha influido el mito del ciclismo en la cultura colombiana?

El ciclismo es parte fundamental de la identidad colombiana. Nuestros ciclistas, que desde hace tantos años llamamos los ‘escarabajos’, son el afiche altivo de la Colombia andina. Ellos se han convertido en piezas sensibles y definitivas de nuestra cultura popular porque, en principio, son los campesinos o hijos de campesinos que usaron sus bicicletas para ir a las escuelas, para mover productos en el campo o para hacer domicilios en las ciudades y porque, gracias a ello, se transformaron en los laboriosos campeones de esta república tan difícil. A eso súmele que son una especie de héroes que le han dado a Colombia no solo triunfos, alegría y prestigio, sino profundo sentido del territorio. En resumen, hoy es imposible separar la imagen del pueblo colombiano de la de sus ciclistas.

—¿Por qué considera a los deportistas como los héroes de nuestro tiempo?

Por un lado, los héroes que dibujó la literatura épica siempre eran paladines de la guerra. Pero, desde hace rato, y por fortuna, cualquier imbécil que proponga o incite a la guerra está lejísimos de ser considerado héroe. Así las cosas, los últimos héroes, los verdaderos héroes que le quedan a la humanidad, y lo digo en el sentido estricto de la palabra, son los deportistas. No solo porque la ‘guerra’ entre naciones, la simbólica, se trasladó a los campos deportivos, sino por las gestas memorables de los atletas que son muy conmovedoras. Por eso titulé así la trilogía ‘Enséñame a ser héroe’, en los que, además, describo la heroicidad de nuestros muchachos en esa guerra de vida que significa nacer y vivir en Colombia.

—Entendido como una metáfora de la vida, ¿qué lecciones puede enseñar el ciclismo?

El ciclismo es el deporte de la épica y el infortunio. Pasar por lo que tienen que pasar los ciclistas, ya de por sí lo hace un deporte épico. Luego, el hecho de que, por carrera, se retiren un promedio de 10 ciclistas por caídas y lesiones graves, hace que los hinchas lo sigamos con la boca abierta, a sabiendas de que el infortunio está a la vuelta de la esquina. Y qué más enseñanza que esa metáfora implícita que trae el ciclismo y que dice: ‘si te caes, pues te levantas y sigues. Si no puedes seguir ahí mismo, cuando estés mejor, el tiempo te dará revancha’. No conozco mejor metáfora de vida.

—¿Hay algún libro que retrate esa belleza del ciclismo?

Hay muchos, pero ahora recuerdo uno que se llama ‘Plomo en los bolsillos’ de Ander Izagirre, y otro reciente llamado ‘Sócrates en bicicleta’, del ciclista y filósofo francés Guillame Martin, que hoy corre en el World Tour.

—En esta ocasión se evidenció el apoyo que recibió Egan Bernal de su compañero Daniel Martínez, un gregario de su equipo, ¿cómo describiría esa mística del gregario y la importancia de su trabajo en las competencias?

Siguiendo con las metáforas, veo en la figura del líder de equipo y del gregario algo así como la figura del Quijote y su escudero Sancho Panza. Los mejores gregarios son grandes escuderos porque creen a ojo cerrado en el sueño y están dispuestos a sacrificarse para que el otro, el líder, lo alcance. Y Daniel Martínez, tal vez teniendo las piernas para llegar al podio del Giro de Italia, decidió defender los intereses de su Quijote que era Egan Bernal. Esa es otra obvia pero no muy bien entendida lección del ciclismo: el sacrificio por el otro.

—Los gregarios suelen ser ignorados en el ciclismo, ¿usted a quiénes recuerda de Colombia?

Hemos tenido grandísimos gregarios: en las épocas de la conquista de Europa, recuerdo al ‘Condorito’ Corredor ayudando a Patrocinio Jiménez. Luego, en Café de Colombia, Henry “el Cebollita” Cárdenas. O Fabio Rodríguez, que fue gregario de lujo de Rominger. Y que no se nos olvide que el maestro Egan Bernal fue un tremendísimo gregario de Chris Froome y Geraint Thomas en el Tour de Francia del 2018. La lista es inagotable.

—Mientras investigó para escribir su libro, en términos humanos ¿qué fue lo que más lo impactó de Egan Bernal?

Siempre, y en la mayoría de nuestros deportistas, me conmueve su procedencia humilde y las dificultades por las que pasaron cuando comenzaron. Y en Egan eso fue muy bravo. Pero también la manera como él, desde muy niño, asumió la responsabilidad no solo de su propio futuro como campeón, sino de ser el salvador su casa, de ayudar a su mamá, de decidir ser un campeón para sacarlos a todos adelante. Y esa, creo, es la motivación principal que ha tenido y que, además, sigue teniendo.

—¿Qué le faltaría a Egan Bernal para consagrarse aún más?

Ese techo aún está muy alto, y más para un muchacho de 24 años. Por supuesto, lo que quisiéramos todos los colombianos es que ganara la Vuelta a España y así completar las tres grandes. Y claro, que pudiera ganar un par de Tours de Francia más. Eso es muy jodido, pero no imposible. Otros sueños serían que fuera campeón del mundo en ruta y que ganara la medalla olímpica de ciclismo. Pero los sueños, sueños son. La realidad del ciclismo solo la marca el presente y en esto debemos ser muy claros. Predecir en este deporte no solo es atrevido sino irresponsable, porque, como dije antes, el ciclismo se define por la épica y el infortunio. Así como un ciclista puede ganar una prueba sin estar en sus mejores condiciones, también puede suceder que, en su mejor forma, en el primer día de una carrera de tres semanas, se caiga y no se pueda volver a parar. Eso es real.

—Se habla poco de esto, pero ¿la vida competitiva de un ciclista hasta cuándo puede llegar?

Eso también es muy difícil decirlo, hay quienes se retiran jóvenes porque se aburren y les cuesta mucho la presión que conlleva el ciclismo, física y mental. Tenemos el caso de Tom Dumoulin que se retiró hace poco con 30 años, y a quien, al parecer, le quedaban muchos triunfos por delante. La otra cara de la moneda son los ciclistas que llevan su carrera hasta pasados los 40 años, como Alejandro Valverde, que hoy sigue compitiendo y ganando, como lo hizo esta semana en el Dauphiné, a sus 41 años. Entonces, todo depende de cuán cómodo se siente el ciclista en su carrera deportiva.

—¿A qué otro ciclista colombiano le gustaría dedicarle un libro?

Todos me interesan. Pero muy seguramente me gustaría escribir la historia de un gregario.

—¿Cuáles son los hitos del ciclismo colombiano que no deben olvidarse?

Tendríamos que dividirlos en dos grupos, primero los cinco títulos más importantes de la historia del ciclismo colombiano son: el Tour de Francia de Egan (2019); los Giros de Italia de Nairo y Egan (2014 y 2021); la Vuelta a España de Lucho Herrera (1987); la Vuelta de Nairo (2016) y el Mundial de Ruta de Santiago Botero (2002). Luego están otros momentos determinantes, los hitos, los hechos ‘bisagra’ del ciclismo colombiano, que son: la primera Vuelta a Colombia (1951); el Récord de la Hora de ‘Cochise’ Rodríguez (1970); el Campeonato Mundial Amateur de ‘Cochise’ (1971); el Tour de l'Avenir que ganó Alfonso Flórez (1980) y la llegada por primera vez de un equipo colombiano, el Pilas Varta, al Tour de Francia (1983). Esos son los puntos de inflexión del ciclismo colombiano, diferentes a los más importantes. Digo yo.

—¿Cómo ha analizado la imagen de Egan entre los jóvenes y su actitud hacia las protestas actuales en Colombia?

Las declaraciones de Egan han sido muy sensatas. El 4 de mayo, cuando estaban encendidas las protestas y la policía reprimía a la gente, Egan publicó en Twitter esto: “Lo que más me indigna son los muertos y diferentes abusos de las autoridades hacia las personas que salen a protestar”. Después de ganar el Giro dijo: “Apoyo a los que marchan, no la violencia”. Esa son declaraciones de alguien que viene del pueblo, que entiende al pueblo y que, por ende, está comprometido con el pueblo.

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