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La nueva novela del escritor Andrés Mauricio Muñoz es una historia que habla sobre la infancia y el desamor. ‘Las Margaritas’ es el relato de un hombre que cuenta sus fracasos amorosos mientras busca el verdadero amor. | Foto: Foto: Colprensa / Especial para Gaceta

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Andrés Mauricio Muñoz presenta su nueva novela 'Las Margaritas'

La nueva novela del escritor Andrés Mauricio Muñoz es una historia que habla sobre la infancia y el desamor. ‘Las Margaritas’ es la historia de un hombre que cuenta sus fracasos amorosos mientras busca el verdadero amor.

24 de junio de 2020 Por: &nbsp;Elena Chafyrtth, especial para Gaceta<br>

Me levanté con ganas de leer durante todo el día. Aquella semana me había llegado el libro ‘Las Margaritas’ del escritor Andrés Mauricio Muñoz y decidí que me acompañaría todo el domingo. El título se había robado mi atención, quería sumergirme en esa historia, pensé que tenerlo entre mis manos no era casualidad, quería sentirme acompañada pues para mí el domingo resultaba ser el día más complicado de la semana, solía sentirlo un poco nostálgico y brusco.

Leí cada página con total atención y mientras comprendía la historia de Rosero, me fue imposible no viajar casi de inmediato a mis primeros años del colegio. En donde las profesoras se emocionaron al ver a una estudiante nueva pelirroja, con el cabello encendido que acompañaba su rostro con unas pecas como manchitas de sol.

Entonces me sentía como la niña diferente del grupo, recuerdo que años más tarde cursando segundo de primaria escuché hablar a algunas compañeras sobre lo horrible que les resultaban mis pecas. Entonces crecí acompañada de esas palabras, odiaba mi cabello y su color, en algunas ocasiones me preguntaba por qué no había nacido con un tono de cabello normal, por qué el mío tenía que ser tan encendido. Así que, mientras leía la vida del protagonista, pensaba también en mi vida.

Rosero terminó siendo un gran compañero de domingo, mientras leía recordaba lo diferente y doloroso que resultó verme al espejo por muchos años, pues aunque la gente resaltaba el color de mi cabello, yo no lograba sentirme cómoda cuando me veía al espejo. Esas palabras con las que crecí hicieron de mí una mujer insegura al momento de sonreír. El libro de Muñoz me acompañó al recordar momentos difíciles de la infancia.

El machismo, el feminismo, la prostitución, desear o temerle al embarazo, son algunos de los temas que enfrentan a Manuel Rosero con su novia Valentina. Ver las noticias del día a día los lleva a debatir sobre el papel que tienen tanto el hombre como la mujer en la sociedad, sometidos en una guerra absurda entre géneros. En medio de los debates, Rosero identifica que hay muchas cosas que lo separan de la mujer con la que ha vivido durante cuatro años. Además de esto, se entera de una infidelidad por parte de ella, situación que lo hace recordar su infancia y el volver a nombrar a cada una de sus margaritas, aquellas mujeres que hicieron parte de su vida.

“Está usted muy callada hoy, pero me gusta que tome notas; es decir siento que le concede importancia a todo esto, más de lo que creí. Porque al comienzo, cuando a Roberto se le ocurrió que la buscáramos para que contara mi vida, me pareció todo como muy absurdo, como traído de los cabellos. Pero verla ahí, frente a mí en silencio y tomando notas, con la grabadora a su lado, me confirma que usted de verdad es una profesional. ¿Está encendida la grabadora? Pasa que la vez pasada tenía un bombillito rojo que por momentos titilaba, pero hoy no, parece apagada”.

De esta manera suele hablar Rosero con Samantha Guayacán, la mujer que decidió contratar para que escribiera sobre su vida, un hombre, protagonista de su propia historia, quien se intimidaba con los otros hombres que conocía en el camino. Cuando Rosero era un adolescente solía escuchar a su mamá discutir con su hermana Lorena, le decía que no quería enterarse que tenía novio. No obstante, cuando se refería a su hijo la cosa cambiaba, le advertía que no le gustaría enterarse que fuera amigo de la hija de un chancero o de un policía.

Entonces Rosero creció con las palabras de su mamá, entendiendo que no tenía los mismos derechos de su hermana, pues si bien ella tenía novios y podía enamorarse así fuera a las escondidas, él solo tendría una cosa que lo uniría al sexo opuesto, ofrecer una amistad. El escritor Andrés Mauricio Muñoz cuenta la historia de Manuel, un hombre dispuesto a contar la raíz de sus inseguridades, sitiéndose el hombre más minúsculo de todos. Esta idea no fue accidental, es el resultado de una serie de experiencias que vivió y unas palabras que dejaron huellas amargas en su vida.

El loncherazo que recibió a los cinco años por parte de Margarita, su primer amor, no dejó de recordarlo con el pasar de los años, así como tampoco dejó de recordar como perdió a Carolina por culpa de un mango, ni el día que aguantó a su amigo Caliche en el colegio que mirándolo fijamente y entre carcajadas le manifestó lo feo que era. Una historia que nos lleva a preguntarnos, ¿cómo transcurrió nuestra infancia? ¿Cuáles fueron las palabras que escuchamos en nuestros primeros años y se quedaron grabadas para siempre en nuestra memoria?

Leer a Muñoz es volver al lugar donde inició todo, al lugar de las primeras miradas y juegos, a las primeras decepciones y amores, aquellas palabras que oímos y aunque no sabíamos su significado, decidimos repetirlas y hacerlas parte de nuestro día a día. Las pronunciamos sin ni si quiera sospechar que algunas de ellas nos condenarían, así como a Manuel Rosero lo condenó el desamor de su madre, lo condenaron todas las mujeres que conoció pues lo observaron siempre como un hombre débil e inseguro y entonces resolvieron deshojarlo desde un principio, ofreciéndole una amistad dolorosa y tormentosa.

De esta manera, Rosero decide deshojar cada margarita, hablar de su vida, hablar de cada mujer, cada palabra que no fue dicha y por falta de valentía tuvo que renunciar al amor, a cada una de sus margaritas. Un protagonista que a pesar de su fracaso en cada relación sentimental, decide contar su historia, sus miedos, inseguridades y anécdotas arriesgándose a escribir sobre su propio dolor, narrando sus emociones y aventurándose a llegar al porqué de tantas frustraciones.

Leer la historia de Manuel Rosero es recordar a los grandes amores, es evocar aquellas canciones que fueron testigo del primer beso, es volver a pronunciar los nombres de aquellos amigos que nos acompañaron a caminar por algunas calles de nuestra infancia y aunque no siguieron con nosotros nos dejaron un aprendizaje de por vida. El escritor, nos deja disfrutar de un personaje que desde sus primeros años creyó la idea de ser el hombre más minúsculo de todos, de encontrar en sus palabras un tono débil, de convertirse en el mejor amigo de las mujeres que amaba porque desde pequeño entendió que eso era lo único que podía ofrecer.

Entonces aquel hombre que nunca fue protegido y amado por su madre, por lo cual se sintió dominado e intimidado por las mujeres que conoció, decidió arriesgarse, llorar, amar, abrazar, escribir, pelear, perdonar, desahogarse y en medio de sus historias caer una y otra vez hasta aprender. A pesar de describirse como un hombre de caminar pausado y rasgos bruscos, eligió ser valiente y hallar el porqué de su historia tan amarga y complicada para quizá encontrarse a sí mismo, y aunque siguiera describiéndose como el hombre más minúsculo de todos lo haría buscando otros caminos, dándole otro sentido a sus pasos.

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