cultura
‘Eso no es amor’: Juana Afanador, la autora detrás del libro que revela el peso del machismo en Colombia
Diez feminicidios fueron parte de este libro. Una extensa investigación registró el manejo de la justicia, y la prevención de la violencia.
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14 de ago de 2025, 04:08 a. m.
Actualizado el 14 de ago de 2025, 04:10 a. m.
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Con un libro desgarrador y profundamente humano, la escritora y científica social de la Universidad de Los Andes, Juana Afanador, cuenta la historia de diez feminicidios que han conmocionado al país, entre ellos el de Rosa Elvira Cely, que ha quedado grabado en la memoria de todos los colombianos como uno de los más crueles de los años recientes, y el de Erika Aponte, quien falleció tras recibir dos disparos de su expareja en el centro comercial Unicentro de Bogotá.
Los casos narrados, que dan vida a ‘Eso no es amor: Diez feminicidios que sacudieron a Colombia’, revelan los discursos revictimizantes y el machismo que existen frente a este tipo de crímenes, muchas veces propagados por los medios de comunicación.
El País entrevistó a la autora sobre la percepción de la violencia femenina en Colombia, su libro, la impunidad y la justicia en estos casos.
¿Cómo fue este proceso de investigación sobre los 10 casos de feminicidio en Colombia que aparecen en el libro?
Primero, gracias por interesarse en este tema. Como cuento en la introducción, hubo casos que fueron llegando, y hubo otros que yo busqué porque me parecía importante que estuvieran. El único caso que fue muy particular es el primero, porque ocurrió en 1949. Para reconstruirlo, usé archivos de periódicos; este caso era el de María Teresa Buitrago de Lamarca.
Los otros fueron construidos directamente con las familias. En la mayoría, hablé con hermanas, mujeres de la familia que estuvieron dispuestas a contar la historia. Fue muy bonito, porque las entrevistas nos permitieron reunirnos y que me contaran directamente.
También hubo una parte en la que consulté documentos judiciales: a veces se puede acceder en línea a los expedientes de la Fiscalía. Cada uno tenía una particularidad que me permitió hacer una investigación más teórica y sociológica sobre el tipo de violencia vivida por cada víctima. Así, el libro no se queda solo en lo testimonial, sino que ofrece una reflexión más amplia.

¿Qué percepción tiene de cómo prevenir la violencia contra las mujeres, cuando las cifras siguen en aumento?
Sí, como bien dicen, van en aumento, pero los presupuestos asignados para las secretarías de la mujer y programas de prevención cada vez son menores. Hay poco interés real, más allá del discurso, en prevenir esta violencia.
Al estudiar los casos, me di cuenta de algunas cosas clave para la prevención. Por ejemplo, el momento de la denuncia es crítico. Denunciar es difícil: hay barreras en comisarías, en la policía, en los centros de atención. A veces no se toman en serio las denuncias. Otras veces, aunque trasciendan, los tiempos que pasan hasta que haya medidas de protección son tan largos que las mujeres terminan siendo víctimas de feminicidio en ese lapso.
Hay casos donde simplemente no hay funcionario disponible para recibir la denuncia. Entonces el sistema falla. Es inoperante. No hay voluntad política, de acción. Además, muchas veces no sabemos reconocer las formas más sutiles de violencia, no solo la física. Y eso hace que no podamos actuar a tiempo.
¿Y desde lo cultural o lo educativo, qué cree que se puede hacer?
Tenemos muchas violencias naturalizadas. Por ejemplo, cuando estamos en el colegio y un niño nos pega, nos dicen que no exageremos. Desde chiquitos nos enseñan a normalizar ciertas actitudes. Y ese cambio debe empezar desde la infancia. La vida de una niña debe valer lo mismo que la de un niño, pero nuestra cultura nos ha enseñado lo contrario.
Entonces el trabajo es profundo, cultural. Tenemos que entender la gravedad de que un hombre crea que puede quitarme la vida por el hecho de ser mujer, por sentir que tiene derecho a dominarme. Hay que hablar del feminicidio, de la violencia de género, rechazarla y educar sobre esto desde la primera infancia, para que todos podamos vivir en una sociedad donde nuestras vidas valgan igual.

Cuando se habla de justicia y feminicidio en Colombia, ¿qué le viene a la mente?
Durísimo. En los 10 casos del libro, solo hay uno donde el acusado fue declarado inocente. En los otros 9 hubo justicia, pero eso es la excepción. El 90% de los casos en Colombia quedan en impunidad. Muchas veces por vencimiento de términos.
Los fiscales que se enfrentan a estos casos no tienen formación en temas de género. Uno de los casos más fuertes del libro es el de Rosa Elvira Cely: el feminicida ya había cometido un crimen similar. Entonces, ¿dónde está el sistema? ¿Dónde está la prevención?
¿Cómo se puede hacer justicia para las víctimas en la vida cotidiana?
Justamente la intención del libro es darles voz, contar sus historias, que no pasemos la página. En América Latina, como en México, las colectivas feministas han hecho un trabajo enorme para recuperar la memoria de las víctimas.
Porque no son paisajes. Son vidas que se hubieran podido salvar. Hay que seguir hablando, que otras mujeres se identifiquen, que sepan que no están solas.

¿Cómo ha sido la recepción del libro por parte del público? ¿Alguna anécdota que recuerde?
En una charla en una librería, dos mujeres contaron que una vecina había sido víctima de feminicidio. Cuando hablamos de esto, nos damos cuenta de que está más cerca de lo que creemos. No son hechos lejanos. Todas conocemos a alguien, o hemos oído de alguien cercano. Eso fue muy fuerte.
¿Qué papel deben tener los hombres en este proceso? ¿Qué reflexión les haría?
Es muy importante que los hombres participen, porque son quienes ejercen estas violencias. Deben hacer introspección, revisar si han tenido conductas violentas que no identificaban.
Se trata de construir relaciones de igualdad, de cuidado, de preguntarse cómo transformar sus vínculos con las mujeres. Y hablar entre ellos también, reflexionar juntos. Las nuevas masculinidades son clave.
¿Qué le diría a un hombre que quiere aprender a construir relaciones equitativas?
Primero, que reconozca si está entablando relaciones desiguales. Muchas microviolencias están naturalizadas: el mansplaining, el gaslighting, no escucharnos… Hay que volverse consciente para poder cambiar.
Yo sé que puede ser fuerte decir que “los hombres tienen el monopolio de la violencia”, pero es una realidad. En la introducción del libro hablo de que hay una guerra contra las mujeres. Por eso es importante transformar cómo nos relacionamos. No desde la violencia, sino desde el respeto, la empatía, la igualdad.
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