El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Cultura

Artículo

The Sun of Latin Music’ es considerado por los salseros como un disco de culto y por los músicos como una obra de estudio obligado. | Foto: Foto: Archivo de El País

MUSICA

Así le contó Lalo Rodríguez a El País la historia desconocida del disco más extraño de la Salsa

El cantante ganador del primer Grammy para la música latina llega a Cali. Esta es la historia del disco más extraño de la Salsa.

13 de diciembre de 2022 Por: Ossiel Villada Trejos, Jefe de Redacción Online de El País

Este texto fue publicado el 19 de septiembre de 2019, con motivo del último concierto que el maestro Lalo Rodríguez daría en Cali un día después, viernes 20 de septiembre. Está basado en una extensa entrevista telefónica que su autor realizó con el artista, antes de su arribo a la capital vallecaucana. El País lo reproduce hoy como homenaje a la memoria de uno de los artistas salseros más respetados y queridos por los caleños, quien falleció este 13 de diciembre de 2022 en Puerto Rico. Paz en su tumba.

Una historia desconocida de la Salsa:

17 años. La historia cuenta que los miembros de la Academia de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos, creadores del premio Grammy, tardaron 17 años en admitir que los latinos también eran capaces de hacer buena música.

Aunque el famoso premio se otorgaba desde 1959, solo en el año 1976, y movidos más por interés económico que por convicción humanista, decidieron crear una categoría para reconocer el talento musical de la comunidad latina.

Pero fue, literal, solo una. La denominaron 'Premio Grammy a la Mejor Grabación Latina'. Y le dieron tan poca importancia, que decidieron no entregar ese premio en la gran ceremonia oficial, sino en otra, menos pomposa.

Para entonces, Carlos Gardel era ya un mito universal con 40 años de gloria celestial. Y habían pasado unos 30 años desde que el saxofonista Mario Bauzá le reveló a Dizzy Gillespie las claves del Jazz Afrocubano. Y José Alfredo Jiménez ya se había despedido de este mundo como Rey indestronable de la ranchera. Y el Bossa Nova de Tom Jobim y Vinicius de Moraes ya le había robado el show a los Beatles. Y Tito Puente ya había cocinado todo el mambo necesario para hechizar años después al presidente Bill Clinton. Y Rafael Hernández ya había internacionalizado el dolor de su ‘Lamento Borincano’. Y el gran Arsenio Rodríguez ya había sentado las bases de lo que sería la Salsa.

Pero todo eso, a pesar de su grandeza, resultaba insignificante para los gringos. La música de origen hispanoamericano, y especialmente la que había brotado de las más profundas raíces africanas, sencillamente no existía para el gran público estadounidense.

Así las cosas, el desprecio con el que anunciaron el famoso premio no fue una sorpresa para nadie. Después de todo, los latinos siempre
habían estado relegados, olvidados, humillados por la sistemática discriminación de una sociedad en la que discriminar era casi tan natural como respirar.

17 años. La historia cuenta que dentro del grupo de guerreros que conquistó aquel primer Grammy para la música latina, había un jovencito de tan solo 17 años. Alto, flaco, callado, quizá demasiado tímido para su edad y para la movida del ‘showbiz' americano.

Pero nada de eso importaba. Cualquier idea que alguien alguien se hubiera hecho previamente sobre él, desaparecía por completo al escucharlo cantar.

Nació por allá en 1958 en el municipio de Carolina, en Puerto Rico, y sus padres, doña Margarita y don José, lo habían bautizado con el nombre de Ubaldo. Pero todos los amigos en su pueblo natal lo conocían mejor como ‘Lolo’.

Ubaldo, rebautizado después en el mundo de la Salsa como ‘Lalo’ Rodríguez, es quien ahora, con 61 años encima, me cuenta los detalles desconocidos de esta historia, contada ya tantas veces de forma incompleta.

Al otro lado de la línea, desde su casa en Orlando, Florida, se le percibe feliz. Lo esperan en Cali para un concierto especial. Carlos Ospina, un empresario de pasiones quijotescas, le ha pedido que reviva la música legendaria de aquel primer Grammy para la música latina en el club nocturno La Topa Tolondra.

Dos canciones. La historia cuenta que al maestro Eddie Palmieri le bastó escuchar en solo dos canciones a Lalo Rodríguez, para saber que había encontrado la nueva voz de su banda.

Ocurrió durante un baile en el verano del 73 en Puerto Rico. Lalo era el vocalista de 'Tempo moderno', una orquesta juvenil a la que le habían encomendado la tarea de acompañar al maestro Justo Betancourt. Y fue este quien lo presentó con Palmieri en la barra de aquel lugar.

"Nosotros habíamos montado para el show los temas 'Sabroso Guaguancó' y 'Tumbao con swing', dos clásicos de los inicios de Palmieri con la orquesta La Perfecta. Entonces esa noche, cuando lo conocí, yo le pedí que me escuchara y me dijera cómo le parecía, por si alguna vez podía llegar a darme una mano. Al final, después del show, él me dio su aprobación y me dijo que yo tenía mucho talento. Pero se despidió sin promesas".

Sin embargo, Palmieri había codificado en silencio en su memoria la voz mágica de aquel muchacho desconocido.  Y cuando el sello Fania le arrebató a Ismael Quintana, cantante emblemático de su orquesta, decidió volver a Puerto Rico para buscarlo y hacerle una prueba.

El pianista lo citó una tarde de marzo del 74. Y le pidió a don René Hernández, ex director musical de la orquesta de Tito Rodríguez, que estuviera presente en la audición. Después de hacerle interpretar varias piezas, un Palmieri feliz, pero parco y preciso, le dijo: “No cantes más, estás en mi orquesta”. Y desapareció.

“Dos meses después, en mayo, cuando yo pensaba que ya se había olvidado de mí, entró una llamada telefónica a mi casa. Era Palmieri desde Nueva York diciéndome: ‘Óyeme muchachito, te vienes mañana para acá, empezamos a grabar’. Tres días después, y con apenas 16 años de edad, yo estaba allá, acompañado por mi papá”.

Dos ensayos. La historia cuenta que el Grammy del 76 fue otorgado al pianista y director de orquesta Eddie Palmieri, eterno rebelde de la Salsa, por su obra ‘The Sun of Latin Music’. Pero la historia no cuenta que el cantante de la banda tuvo solo dos ensayos para prepararlo.

Ese trabajo, grabado en 1974 en ‘Electric Lady Studios’, de propiedad del legendario Jimi Hendrix, fue catalogado como el más revolucionario de su género, y se le considera hoy como un disco de culto.

'The Sun of Latin Music' contiene solo seis cortes, entre ellos una cumbia salseada dedicada a Colombia. Aunque en los créditos finales la autoría de ese tema es atribuida a Palmieri, Lalo fue quien escribió la letra, por pedido de su jefe.

Como sabía muy poco de Colombia, el muchacho debió investigar rápidamente en libros y buscar un mapa para conocer los nombres de las poblaciones más reconocidas de la costa Norte. Así sacó la letra.

También llama la atención en ese disco el corte 'Deseo salvaje', un bolero de la inspiración del propio Lalo. Su letra evidencia que, además del alboroto hormonal propio de los 16 años, aquel adolescente ya tenía una enorme visión, al menos teórica, de las ansiedades del amor.

Pero lo que todavía hoy despierta fascinación en quienes escuchan ese disco es el tema ‘Un día bonito’,  sin lugar a dudas la más extraña grabación de toda la historia de la Salsa.

Nadie había hecho antes, ni hizo después, algo siquiera parecido:  tres universos diferentes fusionados en una pieza de 14 minutos y 46 segundos de duración. Es decir, casi 15 minutos continuos de música experimental. ¡Toda una herejía mayúscula para la industria!

El tema comienza con una obertura de piano, llena de matices siderales, que se extiende por casi siete minutos. Después el piano da paso a la energía de una poderosa comparsa de tambores cubanos. Y, finalmente, la banda expone un trepidante arreglo salsero en el que la voz de Lalo Rodríguez se funde con un complejo entramado de armonías desafiantes.

“¿Sabes qué es lo más sorprendente? Que la gente piensa que yo me preparé mucho para ese disco tan especial y no fue así. Simplemente, no pude hacerlo. Yo no sabía qué canciones iban en la grabación, me enteré cuando llegué a Nueva York. Un domingo Palmieri me pasó las letras, me cantó la melodía y entonces yo las grabé en una grabadora vieja para aprendérmelas. Luego hicimos dos ensayos con la orquesta, los días martes y jueves, y al lunes siguiente ya estábamos en el estudio grabando. Y yo no sé cómo pude salir bien de eso, porque apenas había cumplido 16 y no tenía ninguna experiencia. Pero no hubo ni un solo tropiezo en la grabación. Yo nunca tuve miedo, pero hoy, cuando intento descifrar lo que pasó, mi única explicación es que fui llevado de la mano por un ángel. Dios estuvo conmigo”. 

Eddie Palmieri - Un Dia Bonito

Como si todo lo que le estaba ocurriendo fuera poco, el jovencito Lalo vivió durante esos días de grabación una experiencia envidiable para cualquier otro cantante de Salsa.  

"Uno de esos días el productor del disco, Harvey Averne, nos invitó a papá y a mí a su oficina. Y cuando entramos, allí estaba sentado nadie menos que el gran Ismael Rivera. Él conversó con mi papá un rato y le prometió que iba a cuidar de mí en Nueva York, que se podía devolver tranquilo a Puerto Rico. Y dos días después, cuando yo le iba a poner la voz al tema ‘Nada de ti’, me llevé la sorpresa de que Ismael entró al estudio y me dijo: ‘Me voy a quedar aquí contigo para apoyarte en lo que necesites. Pero no me preguntes nada sobre qué debes hacer, porque no voy a responderte. Solo, si noto algo en que puedas mejorar, te lo voy a decir'. Y me llevó comida. Y después me trajo café. Y allí se quedó a mi lado hasta que terminé de grabar".  

Una mentira. La historia, narrada por el escritor venezolano César Miguel Rondón, cuenta lo que Lalo Rodríguez considera una mentira.

Según consignó Rondón en su obra ‘El libro de la Salsa’, durante la grabación de ‘Un día bonito’ “el debutante y adolescente Lalo Rodríguez fue forzado a un registro altísimo para la parte del son”.

Lalo desmiente esa apreciación con contundencia. Lo cierto, dice, es que no hubo nunca un plan de Palmieri que lo forzara a cantar en ese tono. De hecho, agrega, fue él mismo quien se lo propuso y llevó su voz hasta las altas cumbres que quedaron registradas en la grabación.

“'Un día bonito' no lo iba a cantar yo. Palmieri lo había reservado para Jimmy Sabater y Willie Torres. Pero en el estudio a él no le gustó ninguna de las combinaciones que hizo con las voces de nosotros tres. Sentía que se escuchaba monótono y que la música era demasiado agresiva para las líneas melódicas. Y entonces, ya después de muchas horas de ensayos que no le gustaron, él me llevó hacia el piano y me dijo: ‘Mira, nene, este es el tema central del disco. ¿Tú que harías diferente para salvarlo? Y lo que yo hice de inmediato fue cantarle la misma melodía, pero en un tono mucho más alto. Se la canté más arriba, porque así es como yo la sentía, con un ímpetu que estaba más a la par con la agresividad de todo el arreglo instrumental. Y cuando yo hice eso, él brincó del piano y me pidió grabar en ese mismo tono las dos estrofas. Después, ya como a las 8 de la mañana, paró la grabación y me dijo: ‘Ya no cantes más, mañana hacemos los soneos, me salvaste el número’. Y me dio un abrazo”.

¿Por qué es importante esa claridad para los estudiosos de la Salsa? Porque Lalo Rodríguez, después de aquel disco extraordinario con Palmieri, llegó casi a la categoría de leyenda: el hombre con la voz más pura, potente y transparente de la Salsa, capaz de alcanzar registros imposibles para otros.

Y saber que fue él mismo quien fijó el tono para aquella canción legendaria, y no fue Palmieri quien lo forzó a ir hasta el límite de su capacidad, le pone un marco preciso a la apreciación de su talento natural.

En realidad, como quedaría claro unos meses después, el jovencito que descubrió Palmieri tenía todavía mucho más por explotar en su garganta.

Seis rivales. La historia cuenta que ‘The Sun of Latin Music’ compitió por el Grammy con seis rivales considerados hoy como discos históricos.

Fueron ellos: ‘The Good, the Bad and the Ugly’, del trombonista Willie Colón; ‘Barreto’, del conguero Ray Barreto; ‘Afro-Indio’, del percusionista Mongo Santamaría; ‘Fania Live at Yankee Stadium’, de Fania All Stars; ‘Paunetto’s Point’, del vibrafonista Bobby Paunetto, y ‘¿Quieres ser mi amante?’, del baladista español Camilo Sesto.

Así las cosas, el gran derrotado en la lucha por el primer Grammy latino fue Fania, el poderoso sello de Jerry Masucci que agrupaba a todas las estrellas de la Salsa en Nueva York, y que a la postre marcó el devenir histórico del género.

Pero, contra todos los pronósticos, esa noche Goliath fue vencido por un David que se caracterizó por ser siempre la oveja descarriada de la familia, el hombre que nunca escribió dentro del renglón, el rebelde que en toda su vida se propuso ir siempre más allá de los estándares de la industria: el enorme Eddie Palmieri.

"Él sabía que en ese disco se estaba jugando la vida, su carrera, y dio el todo por el todo. Y por eso hizo una selección de músicos que mejor no pudo haber sido. Tenía a Víctor Paz en la primera trompeta, a Barry Rogers en el primer trombón, a José Rodríguez en el segundo, a Mario Rivera en el barítono, a Eddie 'Guagua' Rivera en el bajo, a Nicky Marrero en el timbal. Y en los coros ni hablar: Jimmy Sabater, al que yo le decía 'papá', y Willie Torres, que eran dos cantantes profesionales con un gran reconocimiento del público. Era una banda verdaderamente excepcional. Imagínate lo que representa para mí que él hubiera decidido incluirme en ese grupo, con tan solo 16 años".

El de Palmieri, lo saben bien los salseros estudiosos, ha sido desde la semilla un sonido único, irrepetible, profundo, explosivo, complejo, adelantado a su tiempo.

Su música se alejó siempre de los artilugios baratos y las concesiones comerciales. Aún en sus primeros discos con La Perfecta, cada solo de su piano evidencia la necesidad que tenía de construir un 'tumbao' diferente, una conexión nueva que llevara al bailador por un terreno desconocido.

A diferencia de lo que puede escucharse en la mayoría de las grabaciones clásicas del sello Fania, el arte palmeriano intentó siempre ir más allá de la repetición de las fórmulas preconcebidas.

Palmieri puede sonar deliciosamente cadencioso, incomprensiblemente etéreo, arrebatadamente alegre, hermosamente melancólico, elegantemente clásico o extrañamente vanguardista, pero nunca igual.

Su decisión de vivir y construir lejos de la manada lo privó de la fama y el reconocimiento momentáneo del público que sí tuvieron quienes caminaron bajo la sombra de Fania. Pero le aseguró un lugar en la historia que ninguno otro de su generación pudo alcanzar.

Pararse, con solo 16 años, al lado de un hombre de semejante estatura, no implicaba algo distinto que hacer silencio. Y Lalo lo entendió desde el primer momento.

"Yo todo lo miré y todo lo escuché, pero mientras menos hablé, mejor fue. Porque observé y aprendí muchísimo. Palmieri era perfeccionista al extremo, súper exigente y muy disciplinado. Con él tenías que hacer las cosas como eran debidas. Tenías que darlo todo o no podías estar a su lado. Pero, al mismo tiempo, él les daba libertad a sus músicos, él confiaba en sus soldados, les permitía que desarrollaran dentro de la grabación lo mejor de su talento; Palmieri es un hombre libre que cree en la libertad".​

Una intriga. La historia cuenta que la aventura del adolescente Lalo Rodríguez con la orquesta de Eddie Palmieri fue fantástica, pero corta, y concluyó en una novela llena de intrigas y secretos cuya verdad no salió nunca a la luz pública.

Un año después de la grabación de 'The Sun of Latin Music', en 1975, Palmieri ya avanzaba en la producción de su segundo disco con Lalo Rodríguez. El premio Grammy le había dado el músculo y la ambición para conformar una orquesta mucho más grande y potente.

La obra incluiría tres nuevos temas en la voz de Lalo: 'Kinkamanché', 'Oye lo que te conviene' y 'Un puesto vacante'.  

La pista de este último estaba grabada desde mucho antes, pues se había previsto que hiciera parte de 'The Sun of Latin Music'. Palmieri la había escrito para recibir nuevamente en su orquesta al timbalero Manny Oquendo, con quien pretendió reunirse nuevamente para esa grabación, pero quedó por fuera al no poder concretarse finalmente aquel reencuentro.

El proyecto del nuevo disco iba a todo vapor. Palmieri había decidido que se llamaría 'Kinkamanché', término de lengua Yoruba que traduce 'La bendición'. Su carátula, ilustrada con fotografías de un ritual africano realizado con cocos, ya estaba lista. 

Pero el proyecto quedó a medias por una diferencia económica de Palmieri con la casa disquera Coco Records.  Y el productor Harvey Averne, dispuesto a no perder un dólar, se jugó entonces una carta marcada que involucró al ingenuo jovencito Lalo.

"Un día, después de esa pelea entre ellos, él me llamó y me preguntó si yo podía ir al estudio para hacer unas pruebitas con las pistas de los tres temas que dejó Palmieri. Y me dijo que me iba a pagar un dinerito extra. Pero entonces yo llamé a Eddie y le dije: 'Mira, maestro, a mi me huele a que el productor lo que quiere es que, sin la aprobación tuya, yo  le ponga la voz a esos temas, para sacar el disco. Y yo no voy a hacer eso ¿Qué le digo?"

Contrario a lo que podría creerse, Palmieri le recomendó a Lalo ir al estudio y ganarse el dinero que le ofrecía Harvey Averne. Pero le advirtió: "Cántale lo que él quiere, pero no lo des todo, para que no saquen ese disco mientras no se resuelva el pleito".

"Y entonces yo fui al estudió y canté, pero no lo hice con la intención de que fuera un trabajo completo y final. Y todo el tiempo pensé en que aquello no se iba a sacar. Con tan mala suerte que Averne cogió eso, lo juntó con otros temas instrumentales que Palmieri había dejado, y sacó el disco".

Fue así como Coco Récords lanzó al mercado ‘Unfinished masterpiece’, un disco de solo seis cortes que, en 1977, les dio a Eddie Palmieri y Lalo Rodríguez su segundo Grammy en línea. Pero esta vez, ninguno de los músicos quiso recibir el premio.

Hoy, a los 61, Lalo sostiene que más que satisfacciones, ese trabajo inconcluso le dejó un enorme trauma.

"Yo había hecho ya un disco muy lindo y este segundo no salió bien. Eso no estaba listo aún para el público, eso no era lo que se iba a cantar, ni lo que se iba a tocar. A Palmieri no le había gustado y él creía que debía quedar de otra forma. Sí, yo metí unos registros altos ahí, pero no más. Para mí eso era un simple ensayo. Yo sabía que podía cantar mejor esos tres temas. La limpieza vocal que se podía lograr no estaba allí, yo pude haber mejorado los fraseos, ¿Usted se imagina si todo hubiera fluido como Eddie quería? Verdaderamente eso iba a ser una obra maestra, pero no lo fue".

Para un espectador desprevenido, sin embargo, la conclusión de Lalo resulta difícil de comprender. Porque quien lo escuche y lo compare puede notar fácilmente que en este disco su voz alcanzó registros más altos y quizá más complejos que los que tuvo en 'The Sun of Latin Music', mientras que la banda, pese a cierta 'suciedad', suena todavía más poderosa, afincada y sabrosa.

Pero tal vez por eso, y por la oscuridad que rodeó su creación, ese trabajo que pasó a la historia como un hijo ilegítimo rechazado por sus padres, tiene tanto valor para los amantes de la Salsa como 'The Sun of Latin Music'.

¿Y al final?

La historia, a fuerza de ser repetida sin detalles y sin contexto, ha creado una interpretación incompleta, y por esa misma razón errada, sobre lo que significó para Eddie Palmieri y Lalo Rodríguez que sus caminos se cruzaran un día.

Esa versión simplista sitúa al primero solo como el gran mentor que aportó toda su sabiduría para que un humilde muchacho -que tuvo la suerte de estar en el lugar correcto a la hora correcta-  se convirtiera mágicamente en una nueva estrella de la música latina.  

Pero la realidad es mucho más que eso. Eddie Palmieri necesitaba tanto de Lalo Rodríguez, como este de aquel. Basta escuchar toda la obra palmeriana previa a 'The Sun of Latin Music' para entenderlo.

La voz de aquel adolescente, más conectada con el vuelo de los pájaros que con el estropicio del barrio latino, era indispensable para que Palmieri desarrollara las nueva ideas que tenía en la cabeza.

De nada servían cuatro trompetas llevadas a su registro más alto, si no existía una voz capaz de crear con ellas una unidad armoniosa para volar en la misma formación hacia las nubes.

Por el otro lado, es probable que sin la presencia de Palmieri Lalo hubiera alcanzado también el éxito mundial que logró al cantar 'Ven, devórame otra vez'. Pero no tendría el respeto y el reconocimiento que le dio cantar los temas del primer Grammy de la música latina.

Después de todo, el escritor brasileño Ruy Castro tiene razón: la vida es un viejo disco, con un Lado A y un Lado B, que suenan diferente pero se complementan.

AHORA EN Cultura