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Pese a que Bolívar levantó el puesto de control el 30 de junio, aún no ha presentado ningún paciente confirmado de coronavirus. | Foto: Foto: Jorge Orozco / El País

GOBERNACIÓN DEL VALLE

Así es como estos municipios del Valle lograron mantenerse blindados contra el covid-19

No permitir la entrada a foráneos y toques de queda diarios son algunas estrategias que Bolívar, Toro y Calima aplicaron para resguardarse del covid-19.

19 de julio de 2020 Por: Jaír F. Coll Rubiano, reportero de El País

Todo vehículo que llegue a Calima-El Darién debe atravesar el cubo. Una estructura de más de tres metros de alto por dos y medio de ancho, con sabanas de plástico a izquierda y derecha, y válvulas que rocían un desinfectante como lluvia.

Hay dos cubos ubicados en las únicas entradas que tiene el municipio, las que comunican con Buga y Restrepo, pero atravesarlos no es garantía de superar el siguiente filtro: una barricada a la que solo permiten dar paso a los residentes y personal autorizado por la Alcaldía.

José Gabriel Morales es líder de la barricada sobre la vía a Buga, un ‘muro’ conformado por ocho voluntarios que vigilan el paso las 24 horas, los siete días a la semana, en tres turnos.

“Mientras a los vehículos grandes, como tractomulas, camiones o carros, los rociamos en el cubo, a las motos las desinfectamos con bombas fumigadoras de espalda”, cuenta Morales. El darienita agrega como si rompiera la cuarta pared: “Si quieren turistear, los estaremos esperando cuando acabe todo esto, por favor”.

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Calima, con no más de 18.054 residentes, es uno de los diez municipios con menos de cinco casos de Covid-19 en el Valle. Hasta la fecha ha presentado solamente cuatro: eran personas llegadas de España a finales de marzo y que se dirigieron a Calima para pasar un fin de semana en una finca de recreo, en la que, tras presentar síntomas, tuvieron que guardar cuarentena por catorce días y regresar a Yumbo, en donde viven. El no ser naturales de Calima, pero figurar dentro de sus reportes de covid es algo así como un feo lunar, “una cicatriz”, como diría el alcalde Martín Alonso Mejía.

Pese a que a la parroquia y los establecimientos comerciales están abiertos, las medidas de control continúan: el uso obligatorio del tapabocas y el toque de queda de 10:00 p.m. a 5:00 a.m. los lunes a viernes y de 6:00 p.m. a 5:00 a.m., sábados y domingos.

“Imaginemos que para este puente festivo levanto las barricadas para que lleguen cerca de 20.000 turistas. Digamos que 200 tengan coronavirus y me infecten a 20 personas de Calima. Yo las veo morir si se me agravan, porque aquí no tenemos UCI y el hospital de Buga -que es nuestro receptor- está casi lleno. Por eso debo estimular el turismo interno”, asevera Mejía.

En la oficina irrumpe una funcionaria. Le comunica al Alcalde que en la barricada no dejan ingresar a los interventores de una obra y le pasa un celular con una llamada en espera. “Buenos días, José Gabriel”, responde el Mandatario, quien pide que dejen entrar a los interventores, los cuales se olvidaron de solicitar el permiso un día antes. El Alcalde cuelga la llamada y frunce los labios con fastidio.

El fuerte grito que se oye a un par de cuadras solo hacer ver qué tan efectivo es el silencio para absórberlo en un segundo. A veces se ve un transeúnte en las calles, quizá tres o cuatro, pero -casi como el grito con el silencio- no tarda en disiparse.

Junto con Toro, Bolívar es el único municipio libre de covid en la región. Dado el cierre en sus dos entradas colaterales con ramas gigantes y un puesto de control sobre la vía principal, los foráneos no podían ingresar hasta el pasado 30 de junio, cuando la barricada perdió vigencia.
“Como las exenciones eran mayores que las restricciones, a medida que el Gobierno daba la señal de reactivación económica, no vimos como algo imperativo tener personal que vigilara la entrada y salida al municipio”, explica el alcalde Nodier Cardona.

A diferencia de ciudades como Buga o Tuluá, en las que el 80 % de la población vive en el casco urbano, siete de cada diez bolivarenses (la población total es de 16.021) tienen su hogar en corregimientos y veredas, según el Dane. No vivir concentrados, sino dispersos, mientras en todo el territorio rige un toque de queda diario -entre las 10:00 de la noche y 5:00 de la mañana- hace mucho más difícil que en Bolívar haya contagio.

Dentro de la plaza el silencio es más fuerte. No más de siete personas están sentadas en los sillones de piedra. Una de ellas es Hernando Maya, administrador ambiental oriundo de Roldanillo, pero habitante de Bolívar hace un año.

Dice con voz sosegada: “El anterior fin de semana llegaron algunas personas de Cali, Buga, de donde sea… para visitar a sus familiares. A unos cuantos se los vio circulando por estos lados de la plaza. Eso ha causado preocupación en el pueblo, pues aquí hay bastantes adultos mayores que son población de riesgo. Aún se siente el afán de que Bolívar retome la barricada…”.

Maya se calla, pero es probable que de su boca quisiera salir la palabra: hermético… Un pueblo hermético. El silencio de Bolívar no deja que el hombre pronuncie una sílaba más. La arboleda se agita con calma hasta que todo adquiere un tono estoico.

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En Toro también hay un cubo de desinfección. Solo es uno, ubicado en la primera variante de la vía Medicanoa-La Virginia, porque el resto de las entradas están selladas con arena, balastro, vallas o alambre de púas desde marzo. Ingresar a este municipio de cero casos covid no es tan fácil como salir de él. Laura Melissa Bastamente lo logró hace más de 20 días. Después de un trámite de 48 horas ante la Alcaldía, logró convencerlos de que debía ir a Cali para entregar el apartamento en el que vivía y luego regresar a Toro, municipio de 14.612 habitantes.

La mayoría de los permisos viajan por citas médicas en Cartago. O bien en Tuluá. Tan pronto reciben la autorización, los pacientes son transportados por una buseta intermunicipal o la camioneta de la Alcaldía. Una vez regresan, el vehículo debe desinfectarse a través del cubo para que, acto seguido, sus pasajeros desciendan, se dejen tomar la temperatura y consignen sus datos en una rigurosa lista.

El cubo de desinfección… ¿eso no suena a película de ciencia ficción de bajo o mediano presupuesto? Laura Melissa no lo sabe del todo, pero sentir cómo la realidad emula la ficción, acaso una ficción semi-apocalíptica, es estar aturdida por interrogantes que aún no resuelve. “¿De verdad tengo que verme con mis amigos solo por celular? ¿Ya no puedo sentarme en la plaza a recibir un poco de brisa?”, se pregunta a sus 19 años, quien, pese a destacar los controles, admite que la nueva normalidad ha sido un duro reto psicológico.

Dentro de Toro rige el pico y cédula para abastecerse hasta las 6:00 de la noche. La Parroquia Nuestra Señora de la Consolación no abrirá hasta la semana entrante y los restaurantes todavía están en vilo hasta que entreguen sus protocolos de bioseguridad. A veces hay rumbas y desórdenes que han llevado a la imposición de 700 comparendos.

Además, también ha habido episodios de gente que logra colarse por vías alternas, lo que se ha intentado evitar con patrullajes de la Policía. Son como peligrosas fisuras en un pueblo con una curva epidemiológica que se ha mantenido inamovible por 121 días desde que fue decretada la cuarentena.

Un tiempo de encierro tan prolongado requería algo que le hiciera suficiente contrapeso. ¿La respuesta? Serenatas. Una de ellas la realizaron desde la planta de tratamiento de agua de Toro, en la parte alta, a propósito del Día de la Madre. Otra fue algo así como una microtarima móvil que recorrió todo el pueblo para celebrar su cumpleaños 447 el pasado 14 de junio.

Las serenatas no tardaron en volverse una costumbre que se realizaban los domingos en la noche cada 15 días, pero que fueron suspendidas un mes atrás. A Laura Melissa aún no se le desdibuja el efecto que le produjo ‘Volveremos a brindar’, de la Oreja de Van Gogh, reproducida durante una de las rondas musicales. “Meses grises / Es tiempo de escondernos / Tal vez sea la forma de encontrarnos otra vez”, empieza a sonar la canción… Apenas suena el verso siguiente, Laura Melissa llora.

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Otros municipios

De acuerdo con la Secretaría de Salud del Valle, estos son los municipios -aparte de Bolívar, Toro y Calima- que han logrado mantenerse por debajo de los cinco casos de Covid-19:

El Cairo, Obando y Caicedonia, los cuales presentan cuatro pacientes confirmados.

Asimismo, está Versalle (tres), Ansermanuevo, Alcalá (1), La Victoria (1), Riofrío (1), Ulloa (1).

Una de las propuestas que la gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán, ha planteado para dichos municipios es la de reactivar el sector gastronómico.

“Es en estos municipios que vamos a iniciar los planes pilotos para que podamos empezar a reactivar el turismo”, ha asegurado Roldán, quien está pendiente del aval de Presidencia.

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