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“Se aprende del que le señala a uno los defectos”

El autor de ‘Yo confieso’, el español Jaume Cabré, manifiesta que “las novelas se hacen cuando se ha madurado como escritor”. Lo aburre el texto evidente, revela.

1 de abril de 2012 Por: Margarita Vidal

El autor de ‘Yo confieso’, el español Jaume Cabré, manifiesta que “las novelas se hacen cuando se ha madurado como escritor”. Lo aburre el texto evidente, revela.

Es filólogo, profesor, ensayista, novelista, autor de teatro y de guiones de cine y de televisión. Escritor de largo aliento, y catalán, por más señas. Vive en un pueblo a media hora de Barcelona, llamado Matadepera, un lugar idílico que lo reconcilia consigo mismo -y con la humanidad- a través de la naturaleza, el silencio y la armonía. Melómano de tiempo completo, toca el violín, y en su casa hay también un piano y una viola, pero no trabaja acompañado por la música porque dice que “escucharla no es tenerla de fondo”. La música es precisamente uno de los grandes hilos conductores de su nueva y monumental novela Yo Confieso, que define como “una mirada a la Europa que no hemos sabido construir de una mejor manera”.Después del éxito de su novela anterior, Las Voces del Pamano, que ha vendido 600.000 ejemplares, acaba de “dar por totalmente inacabada”, (como dice con gracia), una obra erudita, un verdadero tratado sobre el amor y el desamor, sobre el Mal y la culpa, de casi mil páginas, en la que estuvo inmerso los últimos siete años y que, al decir de la crítica, “es la novela total, la obra magna que toda literatura necesita, ‘la Montaña Mágica’ de la literatura catalana”.¿Qué le queda faltando a un escritor cuando termina una novela?Me imagino que la respuesta es distinta en cada escritor e incluso en cada libro. En mi caso lo hice constar por una razón: cuando empiezo una novela no tengo una guía previa. No soy capaz de imaginármelo todo, porque me aburriría escribir casi al dictado. En cambio lo que me gusta es que cada día sea una aventura. Al cabo de dos, tres, cuatro años, ya tengo retazos de historia seguidos. Quizá no el final, pero ya lo descubriré. En este libro, por ejemplo, el violín sólo apareció en el quinto año. Es una manera de trabajar que quizá no sea económica, ni industrial –risa- pero sí apasionante.Claro, porque es sorprenderse a sí mismo en el día a día.¡Exactamente! Yo soy lector y como tal, me gusta apasionarme con lo que leo. Me gusta que me sorprendan y me aburre el texto evidente. En cambio, cuando leo algo que me hace pasarme de la parada de mi bus, porque voy enfrascado, o me voy a dormir demasiado tarde por culpa de una historia estupenda, me siento encantado. En la escritura me comporto un poco de esta manera y voy felicitándome por los hallazgos. Claro que muchas veces estoy desesperado también, porque hay momentos de caos, de desorientación, incluso de pensar que estoy errado. En realidad, lo que hago no es redactar una novela, sino vivirla.Ese es realmente un proceso creativo, porque es el día a día. Mucho más dispendioso pero además mucho más emotivo. ¿Investiga mucho?Investigo lo mínimo imprescindible. ¿Por qué?Porque como el tema interesa, hay la tentación de saber más y más. Pero hay que tener cuidado porque lo que estás haciendo es una novela y no una tesis o un ensayo. Yo me documento, pero sólo cuando arranco a escribir y me empiezo a sentir invadido por la historia, sé qué más necesito. Usted no tiene todo resuelto en la cabeza, pero algo habrá que lo impulse a escribir.Son estímulos. Yo no sabía que Yo Confieso sería una novela en la que la reflexión sobre el mal sería predominante. Tampoco que su espacio natural sería toda Europa. Esto lo fui descubriendo. En la novela anterior, Las Voces del Pamano, al cabo de tres años de trabajo caí en cuenta de que estaba escribiendo sobre la memoria histórica. En este caso, cuando la acabé, todavía no sabía exactamente sobre qué había escrito. Por eso al final digo: ya no sé qué más hacer aquí, lo que agregue quizá vaya en perjuicio de la novela. Como está, me parece que es coherente, que funciona, y se la entrego al editor. No digo que la haya acabado, se la entrego, que es distinto.¿Se siente vacío después de años – en este caso, ocho- de trabajo?Me siento tan mal que me desmayo.¡No lo creo!Sí. Me ha pasado, especialmente con las cuatro últimas novelas. El vacío es lógico porque he estado años conviviendo con personajes, sentimientos, historias, mundos, incluso con olores, colores e imágenes, y al momento -que no es simbólico- de darla al editor, es cuando sé que se aleja de mí. Hasta entonces la he dado a leer a seis o siete personas que me estiman y me quieren pero que son severísimas. Su veredicto es sagrado para mí. Si sirve, la entrego. Siguen semanas de desazón y un día me caigo. Eso es incómodo a más no poder.¿Y para escribir la siguiente, qué lo inspira, un sueño, una necesidad?Hay una necesidad que es la de no poder dejar de escribir. Ahora estoy escribiendo cosas que no sé por donde irán, y padezco la misma situación. Tengo que hacerlo así, pero no crea que no me aterra pensar que voy a pasar otros seis, siete, ocho años, como poseído. !No, por favor! ¡Socorro! ¡Auxilio!Dice que no pensó nunca que su telón de fondo iba a ser Europa. ¿Cómo la pintó?Pinté esa Europa contradictoria, que es al mismo tiempo cuna de la civilización occidental y cuna del mal, aunque como cuna del mal tampoco es que sea única. Pero si presumimos de una Europa “civilizada”, debemos mirarla bien y estudiar, por ejemplo, los procesos de colonización y las guerras.Por otra parte, al tiempo que hablo de Schubert, descubro que el mundo de Cremona tiene tanta cultura concentrada, de centurias, que en ese lugar se puede situar un ser con la capacidad de hacer instrumentos de cuerda de calidad excelsa, porque eso no se improvisa, como no se improvisa la Biblioteca Laurenciana. Y así podría darle miles de ejemplos.Es interesante su interpretación de la Inquisición.La Inquisición es Europea. En el libro hablo del gran inquisidor catalán Nicolau Eimeric, que es histórico, y los conceptos que le hago decir los he sacado de sus escritos. Era tan cruel como lo pinto. Él hubiera querido poder quemar a Ramón Llull, el fundador de la literatura catalana, filósofo y teólogo mallorquí, el primero que escribe prosa e, incluso, novela. Es el inventor de la Rosa de los Vientos y del Nocturlabio, un instrumento de navegación. Entonces, Eimeric dice: “¡Hubiera querido poder quemarlo vivo! Ahora me tengo que contentar con quemar sus libros”. ¿Qué le parece?La encarnación del demonio.Claro, un tipo de malvado como lo será el nazismo, o cualquier verdugo que se precie de ello. Que sea capaz de sentenciar a una muchacha de 13 años a ser quemada viva en la hoguera, por “bruja” y decir que lo hace en el nombre de Dios y que, por lo tanto, lo que hace es defender la fe.El fanatismo hirsuto y ciego.Sí, ese en el que no hay capacidad de compasión hacia la víctima y que ocurre en todo proceso de fanatismo, en todos los integrismos llevados al extremo. Bueno, y en el libro también está la violencia en diferentes grados y orígenes. Da miedo comprobarlo, pero eso también es Europa. ¿Cree que la Unión Europea esté ad portas de su desintegración, con las crisis de Grecia, España, Portugal, Italia y los problemas de Francia?Mirándolo desde mi prisma de catalán, pienso que los estados-naciones -que comportan prácticamente toda Europa- son incapaces de delegar poder. Nadie quiere soltar ni un ápice. Entonces, Alemania, que es el motor, marca el camino porque es el país que paga. Es importante distinguir casos y situaciones diferentes en Grecia, en España, en Portugal, pero el denominador común es que en todos hay impunidad. Por el contrario, en Islandia, para ponerle un ejemplo, los políticos que estaban en el poder en el momento de su desmoronamiento, están en la cárcel. Es claro que si los estados fueran más generosos, Europa podría tener un desarrollo conjunto realmente extraordinario. ¿Unida con qué argamasa?En primer lugar, hay que aceptar que Europa unida no es solo el Euro, ni puede ser solo la economía; la cultura tiene que ser el denominador común. Eso conlleva una dificultad: 60 lenguas. Umberto Eco dice: “¿cuál es la lengua de Europa? La lengua de Europa es la traducción”. Eso es lo que tenemos que tener presente siempre. Y que el ciudadano europeo tiene que saber tres lenguas como mínimo. Evidentemente no todas coincidirán y por lo tanto hará falta la traducción, pero cuando lleguemos a este tipo de integración cultural yo creo que se habrán dado más pasos. Claro, habla un escritor y no un economista. Lo desanima mucho la superficialidad del ser humano contemporáneo y su incapacidad de estar a solas consigo mismo, de pensar. ¿Por qué hoy la gente cree que hay que estar pegado de alguien para poder ser?Por una parte, porque no nos hemos dado cuenta como sociedad de que el elemento más importante en la educación del adolescente es enseñarle a estar solo, en silencio, consigo mismo. Esto es algo que en nuestra sociedad se teme, muchísimo. La gente busca el ruido.El fenómeno de las redes sociales -al estilo Facebook- donde millones -que no se conocen- cuentan sus intimidades y se enteran de las de los demás.Sí. Yo soy barcelonés pero vivo fuera buscando el silencio, buscando que no me interrumpan, buscando soledad. Por eso vivo en un pueblecito. Hay gente que me dice: “qué bonito, qué bien que estás, pero yo no viviría nunca aquí”. Bueno, ¡tú te lo pierdes! Ese miedo forma parte de nuestra civilización, es muy de los siglos XX y XXI. Piense que desde hace unos 50, 60 años, los estudios humanísticos han perdido prestigio. Somos una sociedad culta pero, ¿qué estudios interesan? Sólo son importantes los que tengan relación directa con la empresa. Se olvida que para formarse el individuo tiene que aprender latín y luego ya hablaremos de otras cosas. Pero los estudios humanísticos están muy de baja en la universidad, incluso en aquellas con estudios humanísticos.¿Cómo se decidió por su carrera?Estuve dos años haciendo cosas distintas. Empecé a hacer estudios de Filología en la Universidad de Barcelona. Me había ya interesado mucho en la literatura como lector y eso era lo que más se acercaba. Me especialicé en lengua y literatura catalanas, junto con el francés, el español y otras filologías. Terminé en eso después de haber estado dudando y dando bandazos por aquí y por allá, hasta que un buen día me encontré escribiendo. Cuando se acababa un libro que me había gustado, continuaba aquella escritura con el tono que me había ofrecido la novela.Como los copistas del museo de El Prado...Sí, exactamente, como los copistas del Prado. Se los daba a leer a mis compañeros más severos y aprendí que uno debe tener personas de confianza que le digan la verdad sobre lo que escribe. Uno aprende a agradecer al que le señala los defectos.Hay una gran erudición en su libro. Sobre la música, sobre el problema del mal, sobre el amor y el desamor, sobre la amistad. Se adivinan décadas de lectura.Sí, es una novela imposible de escribir a los 20 años. Las novelas se hacen cuando se ha madurado como escritor. No puedes pretender hacer una novela con la que puedas estar contento, hasta que hayas vivido algo. Has de pasar los 30, estar en los 40, incluso y esto te da facilidad. Tus lecturas aparecen sin darte cuenta. Lo que has conocido. Lo que te ha interesado. Lo que te interesa pero desconoces, o no entiendes demasiado, pero a lo que quieres llegar porque es un mundo que te apasiona. Y, si a ti te apasiona, puede apasionar al lector. ¿Qué tipo de lector busca?No solamente al lector culto, sino al lector inteligente, porque comprenderá muchas de las referencias que hay allí. En la novela hay unas 200 referencias e incluso citas directas. Ya que estamos en Colombia, le cito un momento que empieza “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento….”, que sólo es un guiño, porque ni lo fusilan, ni nada, pero viene al caso y lo escribo. Otros reconocerán a Cernuda, o un endecasílabo de Machado, o un motivo musical: la flauta dice una cosa y el chelo le responde. Vas poniendo estas cosas pero sin olvidar que estás explicando una historia. Habrá quien la pesca, quien la sospecha, y habrá quien ni se entere, pero no pasa nada. ¿De dónde viene esa pasión suya por la música?De mi casa. ¿Toca algún instrumento?Violín, pero muy mal. Es mi frustración porque lo aprendí ya mayor, debido a los años tan crueles de la posguerra. El franquismo era algo sobrecogedor, era la miseria, era el dolor, era tener que hablar flojito cuando estabas en la calle para que no te oyeran hablar en tu lengua catalana, que estaba prohibida. Pero quizá lo peor era el ejército de invasión. Era horroroso y algo queda de eso. Algo hace que España no esté del todo vertebrado. Las cosas fueron muy duras y no se han acabado.La guerra civil española fue monstruosa.Monstruosa desde el punto de vista del encarnizamiento de ambas partes, sobre todo, pero también desde el punto de vista de que el fascismo quiso borrar las culturas que había. Eso se vivía con un dolor que no se podía hacer público. Fuera de tu casa no podías hacer ningún acto en catalán, ni escribir una sola palabra en nuestra lengua. Pero había resistencia:El gran Salvador Espriu, poeta, dramaturgo y escritor, había hecho una obra de teatro, en los años 40, que era una especie de funeral para la lengua catalana: Primera Historia de Esther, que se representaba clandestinamente en casas particulares.Lo que son las dictaduras, paranoicas. ¿Qué pasa con las llamadas autonomías como Cataluña? ¿España no ha querido integrarlas, o a la inversa?España las quiere integrar a su manera. Todo mundo habla español, nuestra memoria es española, nuestra historia es la de España, pero cuando uno dice: bueno, pero es que, además, yo vengo de otra tradición, mi lengua y mis costumbres son otras, no lo aceptan y es algo que quizá cueste entender. Lo fácil sería decir, bueno, obliguémoslos, pero eso es imposible. La pregunta es: ¿con qué derecho me piden olvidar mi lengua y mi cultura?Entonces lo que se hizo es lo que llamamos ‘el café para todos’. Como a la muerte de Franco había un cierto sentido de culpabilidad, dijeron: ¡ah!, ¿los catalanes quieren autonomía?, bueno, entonces saquemos autonomías para La Rioja, para Extremadura, etc., y diluyeron nuestra reivindicación. No queremos eso.Hablamos de cosas más profundas: de un respeto, incluso, al sistema jurídico catalán, que es distinto. Pero, así se nos va cercenando. Y ahora con el Partido Popular en el poder -con mayoría absoluta- estamos empezando un nuevo infierno en este sentido. Son los herederos directos del franquismo. No digo que sean franquistas. Pero tienen esa mentalidad.Usted dice: “Yo habito la lengua catalana”. ¿Por qué es tan importante?Porque acaba siendo tu cosmovisión. Ves el mundo a partir de este vehículo, porque nos expresamos a través de la lengua y eso todo el mundo lo sabe. Lo que pasa es que no se verbaliza, porque es algo natural. Vivimos nuestra lengua, habitamos nuestra lengua. De allí la importancia que tiene defenderla, pero cuando ese gesto de defensa de nuestra lengua, otros lo interpretan como un gesto de ataque a otra lengua, es claro que no han entendido.¿Por qué tiene usted tanto éxito, especialmente en Alemania?Los editores alemanes lo tienen muy claro: Una razón es que los personajes, les encantan. Otra, las temáticas y una tercera: que, según dicen, escribo de una manera que no habían visto en ninguna otra parte y eso les fascina porque el lector alemán quiere descubrir. Antes de venir a Latinoamérica hice una gira por Alemania y fue impresionante.

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