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Santa Teresa de Calcuta hace 'milagros' en Cali

Misioneras de la Caridad de la religiosa canonizada el 4 de septiembre, hacen su apostolado en su guardería y su ancianato en Puerto Mallarino y Andrés Sanín.

11 de septiembre de 2016 Por: Alda Mera | Reportera de El País

Misioneras de la Caridad de la religiosa canonizada el 4 de septiembre, hacen su apostolado en su guardería y su ancianato en Puerto Mallarino y Andrés Sanín.

[[nid:575706;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/09/calcuta-12.jpg;full;{Misioneras de la Caridad de la religiosa hacen su apostolado en los barrios Puerto Mallarino y Andrés Sanín, en el oriente de Cali.Fotografías: José Luis Guzmán | El País}]]A las 3:00 de la mañana del  domingo 4 de septiembre, las cinco religiosas estaban frente a un televisor prestado. Un  vecino voluntario les instaló un aparato en su humilde sede de Puerto Mallarino, para poder ver en vivo y en directo la canonización de la hoy Santa Teresa o Madre Teresa de Calcuta. Ellas no ven  televisión, no usan celular ni computador, ni siquiera reloj. Con su sari blanco con un listón azul sostenido con un crucifijo en el hombro, las Misioneras de la Caridad,  orden creada por la religiosa albanesa, vieron con regocijo y en silencio cómo fue entronizada como Santa  la Madre cuyos postulados ellas siguen. La hermana Shekinah, de India,  convivió con ella tres años en la casa matriz de la comunidad  en Calcuta, entre 1993 y 1995. Educada en una escuela de Misioneras de la Caridad,  desde niña sintió el deseo de “ser como ellas”. Adolescente ya, un  sacerdote  la orientó hacia estas religiosas. Fue y solo oyó decir: “Vuelva en 15 días con sus cosas”.  Y llegó a la casa donde vivía la santa a la que hoy sus  devotos le piden milagros. A la hermana Shekinah lo que más le agradaba   era observarla en la capilla.   “Esa concentración cuando estaba en oración, ponía toda su atención rezando con todo el corazón. Uno  sentía su santidad”, dice. Pero el hecho que le  impactó fue el día en que ella iba a hacer sus votos de pobreza, castidad y obediencia, como Dios manda, y un  cuarto voto exclusivo de las misioneras: servicio gratuito de corazón a los más pobres de los pobres. Su  padre había ido para asistir a la ceremonia y esperaba  en la sacristía. Una de ellas le avisó a la Madre Teresa y “tan pronto como pudo, a sus 85 años,   corrió donde mi padre y, él no hablaba inglés ni ella el idioma nuestro, pero en ese instante no había para ella nadie más importante en el mundo que él. Lo hizo  como si fuera el Santo Padre o un personaje muy importante. Para ella nadie era diferente. Le dijo: ‘Muchas gracias por darnos su hija’, pero la importancia y atención que le dio a mi padre, quedó grabado en mi corazón para toda la vida”, evoca  la hermana Shekinah con gozo en su voz.         Con igual emoción recuerda la hermana  Desirata, que   era solo una novicia en Nairobi (Kenia), cuando la Madre Teresa fue en 1992 a visitar la sede, una de las 749  que la congregación  tiene en más de 140 países. “Compartió con nosotras  el desayuno, el almuerzo y la cena, nos dio las tareas y nos repetía siempre: “Sé siempre de Jesús y que seas santa”, dice esta joven de Ruanda en buen español con acento africano. La hermana Nahymi, superiora de esta  comunidad religiosa en Cali, que desarrolla  dos obras sociales en favor de los más necesitados en   Puerto Mallarino y Andrés Sanín,  la vio dos veces. Primero, en 1989, cuando ella era una aspirante y la Madre Teresa visitó la casa de Lima, Perú, donde la joven había ido a hacer su preparación. La Madre Teresa la saludó, pero ella  solo le sonrió porque no sabía inglés, el idioma oficial de la congregación.  “Me invitó a  aprender inglés y me escribió en una tarjeta: ‘Sé solo para Jesús a través de María’” y otra para sus  padres que rezaba: ‘Dios los bendiga’. [[nid:575703;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/09/ep001174615.jpg;full;{La madre Teresa de Calcuta visitó la capital del Valle el 17 de noviembre de 1986 para visitar el Hogar Cristo de la Paz, un austero ancianato creado por su orden meses antes en Andrés Sanín, oriente de la ciudad.Fotografías: especiales para El País}]]Cuando la hermana Nahymi  hacía su noviciado en San Francisco, EE. UU., las visitó. Y ya le entendió su mensaje en inglés:   “No quiero   que sean un número más, sino una hermana que pertenezca a Jesús; sino,  no van  a servir a los más pobres de los pobres”. Una visita así trajo a Cali a la hoy nueva huésped del santoral católico, el 17 de noviembre de 1986, a poner su cuota de amor al Hogar Cristo de la Paz, un  austero ancianato creado por su orden meses antes  en  Andrés Sanín, para adultos mayores desprotegidos.   Las hermanas que la recibieron entonces no  están en Cali–las rotan por las casas que tiene la orden en  el mundo–. Pero sí está doña Matilde Belalcázar, la afortunada vecina del frente de  la modesta y pequeña sede de las Misioneras en Puerto Mallarino, donde  la Santa pasó ocho días.  Doña Matilde pudo saludarla, estar a su lado,  recibir su bendición y el último día, la Madre le regaló una foto suya,  que deja ver la luz de su mirada y la calidez de su sonrisa. Imagen que ahora la anciana de 86 años venera como su bien más preciado. Meses después,  el 29 de agosto (día del natalicio de la santa) de 1987 abrió sus puertas  la guardería (gratuita) Niña María, de Puerto Mallarino, una bendición de las  madres que trabajan. Igual hacía a donde iba. Porque, como les enseñó la hoy santa, “Calcutas hay en todas partes”. Lo han visto en Nueva York, Washington, Miami y otras  grandes urbes donde han prestado su apostolado.  Es más, allá, les parece  más grave la situación. Atienden hogares de la  noche, donde los abandonados van  a dormir y al otro día, se bañan, desayunan y vuelven a la calle. “Allá también hay pobreza, pero sobre todo pobreza espiritual. Uno les puede dar un pan, pero tienen una soledad que mata. Eso es lo más difícil”, comenta la hermana Desirata. La hermana Nahymi conoció la orden en 1988, cuando el Obispo  de Guayaquil las llevó  a los barrios pobres a crear una casa. “Nunca  las había visto. Me sorprendió su simplicidad, su sencillez. Fue amor a primera vista:   ellas llegaron  en septiembre y en febrero  yo ya era aspirante”, cuenta.  La hermana Desirata sí  las había visto en las calles de Ruanda, con su humildad simbolizada en sus sandalias, pero no sabía qué hacían. Luego,  quería ser misionera, pero no sabía en qué comunidad. Un día su hermana le llevó una guía de  las órdenes religiosas del mundo y, preciso, le gustó la creada por Santa Teresa de Calcuta. “Cuando entré sentí que ese era el lugar donde quería permanecer el resto de mi vida, me sentía bien con su  sencillez y trabajar por los más necesitados, fiel a su lema: ‘Las manos para trabajar y el corazón para amar’, porque no importa lo que hacemos, sino el amor con que lo hacemos”, explica la hermana Desirata. Como hacen día a día en Cali y en el mundo. A las 7:00 de la mañana desfilan las mamás de Puerto Mallarino, Puerto Nuevo, La Playita, Charco Azul y Andrés Sanín, a dejar a sus hijos. Esos  50 niños reciben desayuno, almuerzo y merienda.   “¿Cómo nos sostenemos? “Con la Divina Providencia. Nunca nos hemos quedado sin nada qué darles. Entre más repartimos, más nos llega”, afirma la hermana Nahymi.  Igual  en el ancianato,  87 adultos mayores, enfermos y abandonados, reciben cuidado y alimento físico y espiritual. Todo con  la ayuda de vecinos voluntarios que donan su tiempo en servicio, como    Martha Lemper, quien desde que abrieron el hogar  31 años atrás,  hace el aseo, tiende camas, viste a  los ancianos, sin devengar un peso. “Esta obra permanece gracias a los voluntarios de la zona. La gente aquí es muy amable, generosa y comprometida, sin ellos no podemos hacer nada solas, porque nosotras pasamos, pero ellos quedan”, dice la hermana Nahym.  En el ancianato hay oración. Oran por una señora que llegó con cáncer terminal, después de pasar gran parte de  su vida como habitante de calle. “Tuvo ocho hijos que criaron otras personas, pero fue muy lindo ver que ellos pidieron ayuda y aquí vivió feliz los últimos 15 días de su vida. Recibió los santos sacramentos. Y en silla de ruedas nos acompañó a la misa por  la canonización de Santa Teresa de Calcuta, en la Catedral, y al otro día falleció. Murió en forma digna,  dichosa porque sintió calor humano”, dice la hermana Desirata. Como un milagro de la santa de sandalias y sari blanco, que erigió su obra en India, pero cuyo amor por los más pobres le alcanzó para llegar a todo el mundo, incluida Cali. Donaciones Llamar a 6621551 y 6625045, Calle 79 No. 9-32, Puerto Mallarino.Los pocos empleos   los dan a personas necesitadas, como Jennifer Lenis, portera del ancianato hace 22 años, mientras sus hijos crecían en la guardería. Y su esposo, Harold López,  baña y viste a los ancianos hombres.El grupo de Misioneras de la Caridad  lo completan la hermana Austine y la hermana Francis Borgia,  de India ambas. Su apostolado es con los niños y los ancianos y visitar a los pobres del sector, a los enfermos y llevarles la comunión.Hacen oración  7 veces al día: a las 4:30 a.m., 12 del día, a las 6:00 p.m., 8:00 p.m. y lectura del Evangelio a las 9:00; Euca- ristía   a las 7:30 a.m.  y lectura espiritual a las 2:00 p.m.

 

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