Los pasos caleños de salsa que conquistaron a China
Contratados por un sofisticado parque de diversiones de la ciudad de Guangzhou, nueve bailarines caleños quieren conquistar un nuevo público para la salsa caleña: el gigante asiático.
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4 de may de 2015, 12:00 a. m.
Actualizado el 19 de abr de 2023, 05:45 p. m.
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Contratados por un sofisticado parque de diversiones de la ciudad de Guangzhou, nueve bailarines caleños quieren conquistar un nuevo público para la salsa caleña: el gigante asiático.
Que los chinos eran gente calmada, reservada y nada efusiva. Que poco les gustaba la música latina. Que mejor buscara suerte en otro lado.
Juan Carlos Preciado solía a escuchar en Cali la misma diatriba cuando aún se ganaba la vida en el área de empaques de la compañía Carvajal y en sus horas libres dejaba sobre escenarios de ocasión los frenéticos pasos de salsa cabaret que había aprendido desde muchacho en una academia de baile del barrio Alfonso López.
Ahora mismo, el joven de 33 años está del otro lado de la pantalla de un computador, contando su hazaña a través de Skype. Lo hace desde Guangzhou, una moderna ciudad de doce millones de habitantes, capital de la provincia de Cantón, ubicada al sur de China, a unas tres horas de Beijíng.
Mientras conversa, allá al otro lado del planeta deben ser cerca de las cuatro de la mañana. Juan Carlos lleva más de ocho meses bailando en el gigante asiático, pero aún no se acostumbra a que mientras él tropieza con un cielo estrellado cuando se asoma por su ventana, en el barrio Ciudad Córdoba de Cali, debido a trece horas de diferencia, sus dos pequeños hijos ya han saludado un nuevo amanecer.
A pesar del trasnocho, su voz se escucha con la misma energía con que los chinos esos seres calmados, poco efusivos y reservados de los que tanto le advirtieron le aplauden sus pasos cada vez que baila frente a ellos en discotecas y casinos.
Fue la primera lección entonces que aprendió a su llegada a ese país: la salsa, ese baile que él practica con fervor desde hace 13 años, logra cosas que parecen imposibles, como cambiar el espíritu contenido de una cultura milenaria por uno más festivo y animoso.
Yo lo veo como un nuevo mercado que la salsa caleña está conquistando. Porque, ¡quién lo creyera! los chinos bailan con gracia y hasta tienen buen oído. De unos años para acá se han ido interesando por la música latina. En este momento está muy fuerte la cultura del baile cubano y el puertorriqueño, cuenta Juan emocionado.
Él mismo ha sido contratado para dictar clases particulares en ese país. Para enseñarles a los jóvenes y las señoras que lo invitan a sus casas que en la capital del Valle el asunto del baile eso del Cali Style, como ya es conocido en todo el mundo es tan cotidiano como caminar o respirar. Y que muchos otros como él, algunos más jóvenes, ensayan a diario en los sectores pobres con la secreta ilusión de hacer del baile de la salsa un proyecto de vida, un camino para ponerse a salvo de la desesperanza.
*****La oportunidad de conquistar la China le llegó a Juan Carlos después de participar, en 2013, en el Korea Open Salsa Championship que se desarrolló dentro del Seul Asia Latin Music & Salsa Festival y reunía a parejas de España, Japón, Canadá, Singapur, Estados Unidos, Australia, Corea e Italia.
Lo hizo acompañado de la que ha sido su compañera de baile desde hace seis años, Leidy Johana Rivas, con quien se conoció en Constelación Latina, la academia del barrio Alfonso López donde ambos se formaron.
Leidy, que había comenzado su carrera como bailarina a una edad que parece tardía, los 20 años, era una chica humilde nacida en el vecino municipio de Florida, criada en el barrio Mojica, a la que de niña su papá solía llevar hasta Juanchito para recoger algunas monedas a cambio de los pasos vistosos que ambos dejaban sobre la pista.
Animada por una vecina, se matriculó en la academia. Y cuando ni siquiera hacía parte del cuerpo de baile titular de Constelación Latina, Juan Carlos que ya para entonces era un bailarín consagrado la convenció de que se convirtiera en la cómplice de sus vertiginosas coreografías.
Juntos alcanzaron a integrar el espectáculo Delirio. Y estando en esas fue que se enteraron de la exigente competencia en tierras asiáticas. Sabían que tendría lugar en el Yongsan Art Hall de Seúl, en Corea del Sur.
Animados por la buena estrella que brillaba para ellos sobre los escenarios desde hacía rato, buscaron un cupo para representar a Colombia. Ya se habían quedado con los primeros lugares del Festival Mundial de Salsa de Cali en 2009 y del Colombia Salsa Festival Medellín de los años 2009 a 2013. Incluso, el año pasado repitieron campeonato, en el Mundial anual que se celebra en Cali, en una categoría en la que parecen imbatibles con sus movimientos frenéticos y sus alzadas de antología: la salsa cabaret.
Aún se preguntan cómo, pero para viajar hasta Seúl lograron el apoyo de la Embajada de Colombia en ese país y el patrocinio de American Airlines, que les facilitó los tiquetes. Solo dos minutos y trece segundos bastaron para asegurarse el trofeo y además una oportunidad de oro: trabajar por seis meses en China con un contrato que no solo les aseguraba un pago justo, sino alimentación, salud y hospedaje.
Lo hicieron en Macao, una lujosa isla en la que hacían espectáculos para hoteles y casinos. Sentada en el salón de ensayo de Constelación Latina, Leidy, una negraza de cintura estrecha y risa encendida, recuerda que cada vez que saltaban al escenario los asistentes los recibían con gritos. Al comienzo nos asustaba esa reacción, pero después Juan Carlos y yo aprendimos que era la manera de los chinos de expresar su efusividad.
Otras veces, en medio de los giros a gran velocidad, las alzadas y las acrobacias que caracterizan su propuesta, la pareja alcanzaba a escuchar las exclamaciones que soltaba el público chino desde sus asientos: !Amazing! decía la mayoría. ¡Wow! exclamaban otros. ¡Number one! ¡Number one! repetían los que no salían del asombro de descubrir que el baile también podía disfrutarse sobre el aire.
Fue por esa época, cuenta ella, que los dos decidieron pelear el título en Korea y este año, en febrero pasado, ganaron de nuevo. Así, con esa fama que no habían cortejado, un empresario colombiano residente en China, John Jairo Rojas, se les acercó para terminar de hacer más dulces esos días de miel con una propuesta que se negaron a rechazar: la posibilidad de seguir trabajando en Asia, esta vez en la ciudad de Guangzhou, para un parque gigante de diversiones, llamado Chimelong Xiangjiang Safari Park, tan grande que ofrece a los millones de turistas que lo visitan cada año un zoológico, un parque acuático y una rueda.
No lo harían solos. La propuesta incluía la compañía de otros siete bailarines de Cali porque lo que ellos buscan es un montaje grande para entretener a sus visitantes en tres momentos del día a través de bailes latinos, entre ellos la salsa, cuenta Lady, quien tuvo que devolverse a Colombia para escoger al grupo de bailarines de Constelación Latina que estuviera a la altura de esa expectativa.
Lo hizo en tiempo récord. Antes del viaje a Guangzhou, los bailarines elegidos ensayaron durante dos semanas seguidas, cuatro horas al día. Al final, Kelly, Mauricio, Xiomara, Miguel, Shadini, Liz, Jennifer y Yojaris dejaron en su punto varias coreografías que se agitan a ritmo de samba, hip hop y hasta salsa choque.
El viaje de todos se dio hace ya quince días. Leidy prefirió desistir porque desea terminar su carrera de psicología. Los demás, en cambio, sabían que se trataba de una oportunidad que difícilmente volvería a repetirse.
Desde China, Juan reflexiona. Porque si bien se cree que la salsa caleña ya es una industria consolidada, no hay demanda para la gran cantidad de bailarines que en este momento tiene la ciudad. Y hace cuentas: en la actualidad, suman más de cien las academias que enseñan esta danza. Cada una, con 200 o 300 bailarines en formación.
Eso explica porqué muchos como Juan Carlos terminan acariciando el sueño de llevar sus pasos más allá de las fronteras. A nadie le extraña entonces que haya caleños bailando en lugares tan remotos como Israel, Dubai o Francia. Como China, que ya también nos cogió el paso.
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