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La doctora Sandra Alfaro es nutricionista de la Universidad de Antioquia, bioquímica de la Universidad del Valle, con una maestría en nutrición clínica, de UNINI, de México. Actualmente es docente universitaria y trabaja con grupos de investigación de Norteamérica. | Foto: Wirman Ríos / El País

SALUD

La mejor nutricionista de Latinoamérica trabaja en Cali, ¿qué come?

Sandra Alfaro, del Centro Médico Imbanaco, recibió en Costa Rica el premio a la ‘Mejor en su especialidad’, tras casi tres décadas dedicada a educar a los caleños sobre qué y cuánto comer.

5 de septiembre de 2018 Por: Santiago Cruz Hoyos / Editor de Unidad de Crónicas de El País

La mejor nutricionista de Latinoamérica según la Organización Internacional Para la Capacitación y la Investigación Médica, Iocim, se llama Sandra Alfaro.

Todos los días se le puede encontrar en la Torre B del Centro Médico Imbanaco de Cali, donde también es posible toparse con gente famosa como los futbolistas Adrián Ramos y Hugo Rodallega, quienes figuran entre su lista de pacientes.

Antes de llegar a su consultorio la doctora ya se ha tomado un batido de semillas. Es lo primero que hace al levantarse. Al batido le adiciona fruta, y más tarde desayuna con un huevo y una arepa con una bebida caliente.

Los huevos se los proporcionan sus propias gallinas, pues Sandra vive en Miravalle, a las afueras de la ciudad, en una finca. A media mañana acostumbra a comer nueces y maní.

Si desayuna tan bien es porque a veces es tanto el trabajo que no alcanza a almorzar a tiempo, pero en todo caso en su almuerzo así sea tardío no puede faltar pollo o pescado o carne de res, con una porción de ensalada del tamaño de un plato de sopa y una harina, preferiblemente plátano también de su finca. El jugo siempre debe ser una buena fuente de vitamina C.

En las noches apenas come arepa con queso y alguna bebida caliente, combinaciones ligeras, y la dieta la ha diseñado según las calorías precisas que requiere su cuerpo para cumplir con las actividades del día.
Al igual que controlamos la cantidad y calidad de la gasolina que le echamos al carro, debemos controlar qué, cuánto y dónde comemos, pues nuestro cuerpo, como el carro, es una especie de máquina, dice Sandra.

Es decir que de la misma manera que existen tractomulas que requieren aceite para motores diesel y carros que necesitan aceite para motores a gasolina, quien permanezca todo el tiempo frente a un computador no debe comer lo mismo y la misma cantidad de quien se dedica a pescar, o a levantar pesas, o a boxear, o a cultivar la tierra.

Aunque desde que recibió el premio como mejor nutricionista de Latinoamérica algunos periodistas han dicho que Sandra es caleña por vivir en la ciudad desde que tenía 15 años, en realidad nació en Facatativá, Cundinamarca, en un hogar conformado por el ciclista José Armando Alfaro, ‘el corredor de la virgen del Carmen’, y la antropóloga Marina Inés Barragán, que además de confecciones tenía una lechería.

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De ambos heredó su vocación por la nutrición. Su padre jamás la dejaba comer en la tienda lo que todos los niños comían, unas papitas con gaseosa, una paleta, y en cambio ambos se sentaban en casa con una canasta llena de frutas de todos los colores para después salir a montar en bicicleta.

Con su mamá, Sandra preparaba yogures y quesos con la leche que producían las vacas que tenían en la finca de infancia. Con la leche también alimentaban a los niños que asistían a una fundación que lideraba su madre, a quien la doctora recordó cuando le entregaron el premio a la ‘Mejor de Latinoamérica en su especialidad’, en el XL Congreso Internacional de la Salud, Iocim 2018, realizado en San José de Costa Rica.

Su madre murió cuando Sandra apenas estaba terminando el bachillerato, y días antes de fallecer había manifestado su preocupación por lo que sería de la vida de su hija. Se la recomendaba a todo el mundo.
Como si fuera una manera de tranquilizar la muerte de su madre, Sandra se prometió que siempre le iría bien. Entonces fue la mejor estudiante de la Universidad de Antioquia, donde estudió nutrición. El premio como la mejor nutricionista de Latinoamérica confirmaba que había cumplido a carta cabal su promesa. Por eso se le quebró la voz durante el discurso, y también en el consultorio, donde igualmente hay una canasta de frutas, solo que de plástico.

La hoja de vida de Sandra es extensa, pero para resumir se puede decir que antes de matricularse en nutrición estudió una licenciatura de biología y química en Univalle, carrera que no terminó para irse a Medellín a cumplir el sueño de hacerse nutricionista. En Medellín trabajó dirigiendo un restaurante con un nombre difícil de olvidar, Ultrapollo, e hizo su práctica profesional en el hospital del corregimiento de San Cristóbal, donde participó en el proyecto Maná para ayudarle a las comunidades campesinas a resolver sus problemas nutricionales.

Cuando regresó a Cali se vinculó al Instituto de Bienestar Familiar, y los sábados se le veía en el Centro Médico Imbanaco, donde conoció al doctor Édgar Sanclemente y al doctor Otero, nefrólogos que trataban la enfermedad renal de sus hermanos, la misma que padeció su madre: riñones políquisticos. Es una enfermedad genética en la que se forman quistes que no son cancerígenos pero que crecen hasta dañar el riñón.

A Sandra no le importó que no hubiera vacantes con tal de poder ayudar no solo a sus hermanos sino a todo el que pudiera. Los fines de semana permanecía en la Unidad Renal sacando registros de datos, evaluando cómo estaban los exámenes de los pacientes, y los volvía a revisar después de que les recomendara una dieta especial. Los resultados mejoraban ostensiblemente.

El doctor Carlos Hernán Mejía vio aquello y le propuso a Sandra trabajar medio tiempo en la Cruz Roja. El doctor Édgar Sanclemente le propuso trabajar el otro medio tiempo en Imbanaco. Incluso le propusieron ser socia. Sandra completó 25 años en la institución.

Estando en Imbanaco el médico Héctor Fabio Cruz la invitó a formar parte del América, donde era la encargada de nutrir a los futbolistas en todas las categorías, desde gorriones hasta juveniles. Fue cuando conoció a Adrían Ramos, hoy jugador del Granada de España, pero en ese entonces era un jovencito flaco y con problemas de crecimiento que no convencía al entrenador, Carlos Enrique ‘la gambeta’ Estrada. La doctora Sandra le aseguró al técnico que, si seguía su dieta, el muchacho iba a medir 1:85, como efectivamente sucedió.

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En la maleta de ‘Adriancho’ – así apodaron los hinchas del América a Ramos - y también en la de Duván Zapata, Davinson Sánchez y el resto de los jugadores no podía faltar miel, maní, bananos y agua.
Durante el día debían tomar una especie de pócima hecha a base de lentejas, maíz, ajonjolí, amaranto, maní, bienestarina, huevos.

Unos años más tarde, en 2008, Adrián Ramos y ese grupo de muchachos  salieron campeones con el América de Diego Umaña, lo que hizo que los equipos de Europa se empezaran a fijar en ellos. Alguna vez en un aeropuerto de Santa Marta la doctora vio en el periódico una entrevista con Ramos y casi llora de alegría cuando leyó que el muchacho había dicho que si no fuera por ella, lo habían sacado del equipo.

Aunque Sandra, por supuesto, no solo ha tenido éxito con personas delgadas como futbolistas. Uno de sus pacientes fue Leonardo Esquivel, un hombre que llegó a pesar 161 kilos y que hoy se encuentra en su peso justo, gozando de una salud de maravilla.

En el celular la doctora muestra además las fotos de un niño nacido en Miami quien llegó a su consultorio por problemas de rodilla debido al sobrepeso. En las fotos se ve a Sandra acompañando al niño al supermercado, almorzando con él, haciendo un pic – nic, montando bicicleta. Es lo que ha denominado el ‘Método Alfaro’.

La doctora no solo trabaja en el consultorio, sino que acompaña a sus pacientes en las actividades de todos los días para que aprendan a cambiar sus hábitos alimenticios en la vida real; empezar a tener conciencia del cuerpo como una casa que si se llena de chécheres, o mejor de grasa, se enferma y sufre, por ejemplo, problemas de fertilidad. Sandra ha ayudado a traer muchos hijos al mundo gracias a sus dietas - ella tiene un hijo, ciclista por cierto - y ha logrado que pacientes con cáncer recuperen fuerzas para seguir dando la batalla.

Si le das al cuerpo exactamente lo que necesita, dice, se recupera. Es definitivamente una máquina maravillosa.

El premio que recibió la doctora como la mejor nutricionista de Latinoamérica fue justamente por haber logrado mejorar la calidad de vida de sus pacientes, un propósito que - lo recordó durante su discurso - también se lo debe a su madre. Ella siempre le repetía: lo importante no es ser exitoso. Lo verdaderamente importante es ser valioso para las personas.

Sandra Alfaro ha trabajado en programas de nutrición con menores, en escuelas y colegios, con pacientes de obesidad, en riesgo de graves enfermedades y muerte, y con deportistas de alto rendimiento.

Mejor de Latinoamérica en su especialidad

Sandra Alfaro fuer reconocida con el Premio a la ‘Mejor de Latinoamérica en su especialidad’, durante el XL Congreso Internacional de la Salud, Iocim 2018, en Costa Rica.

El galardón fue entregado por la Organización Internacional para la Capacitación y la Investigación Médica, Iocim, que cada año reconoce a los mejores de cada país, “por su aporte a la sociedad, desde el trabajo y la investigación científica”.

"Hacemos una selección muy exhaustiva de los profesionales en cada país, de acuerdo a los trabajos que impactan la salud y calidad de vida de sus comunidades y los traemos aquí para que compartan sus experiencias y estas se repliquen en los otros países", dijo la cardióloga, Carmen Arelis De Los Santos, presidenta de Iocim.

De acuerdo con la Presidenta de Iocim, se hizo un análisis de la hoja de vida de la nutricionista de Imbanaco y se encontró una rica experiencia en los últimos 25 años, que ha impactado a la comunidad donde trabaja, es decir en la salud, el bienestar y la vida de los pacientes.

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