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La historia de la monja que conquistó el Distrito de Aguablanca, oriente de Cali

La hermana Alba Stella Barreto lleva en el Distrito 23 años, donde realiza una titánica labor social. Su cercanía con los pobres le da licencia para cuestionar a la elite eclesiástica, la política y la justicia.

1 de julio de 2013 Por: Beatriz López y Aura Lucía Mera - Al Alimón

La hermana Alba Stella Barreto lleva en el Distrito 23 años, donde realiza una titánica labor social. Su cercanía con los pobres le da licencia para cuestionar a la elite eclesiástica, la política y la justicia.

La ciudad empieza a despertarse. Son las 4 de la mañana de un soleado día de junio. Los barrios de estrato 6 todavía duermen. Solo la febril actividad del día a día está en el Oriente, en el Distrito de Aguablanca, donde sus habitantes se aprestan a iniciar el viaje hacia la gran ciudad para cumplir el penoso destino de la supervivencia a través del rebusque.Aguablanca, ese asentamiento humano que se inicio en la década del 70 en antiguos terrenos agrícolas inundables, a nivel del suelo debajo del cauce del Río Cauca, es sinónimo de pobreza, miseria, violencia y segregación socio-racial, similar a las favelas de Brasil, Ciudad Bolívar de Bogotá o la Comuna 13 de Medellín.El 20% de la población de Cali está asentado allí. Hay entre 700 mil a 1 millón de habitantes. Una ciudad del tamaño de Armenia. En las comunas 13, 14, 15 y 21 de Aguablanca conviven miles de desplazados de la violencia no solo de la Costa Pacífica (afro colombianos) sino del Cauca (indígenas), Nariño, Huila, Eje cafetero y Costa Atlántica. Aguablanca es el microcosmos de la guerra rural que se libra en Colombia desde hace 50 años. Se ha convertido en zona donde el hambre, el desempleo y la falta de oportunidades incuba estrategias delincuenciales que utilizan a niños y jóvenes para que sean sus “operadores” en terreno. Hoy las comunidades están fracturadas por las “barreras invisibles” que impiden el libre tránsito. Sin embargo, la Iglesia Católica y otras instituciones seculares, la empresa privada, como las fundaciones Carvajal, Caminos y Alvaralice, Comfandi y el Gobierno local han contribuido en dotación de servicios públicos, educación, salud, vivienda e incentivos a través de la música, la danza y el deporte. Marroquín, Potrerogrande, el Vallado, Comuneros, El Pondaje, Charco Azul y el Jarillón, donde se agazapa el miedo de día y de noche, los recorre diariamente la hermana Alba Stella Barreto, que vive en Aguablanca desde hace 23 años, realizando una titánica labor social y que conoce como nadie las entrañas del monstruo.Rituales de sanación Como en la época en que llego al Distrito la hermana Alba Stella, no había tradición de iglesia, ni parroquias, religiosos y sacerdotes conformaron el Arciprestazgo de Aguablanca , bajo la coordinación del Cinep, que en esa época dirigía el padre Francisco De Roux S.J. De 10 retos importantes trazados para la comunidad, a los Franciscanos les correspondió el reto de la Mujer y la Familia. La hermana inició el programa Casa de la Mujer, para apoyar a las mujeres desplazadas, que luego tomo el nombre de Semilla de Mostaza. En 1992 nace la Fundación ‘Paz y Bien’ como una ONG de base, integrada por personas de la comunidad y animada por los Franciscanos para tratar la problemática de la mujer como pareja, cabeza de familia, desplazada o discriminada. Hoy trabajan en un programa para enfrentar el duelo. Se llama ‘Círculo de Mujeres’. Se encara la realidad, luego se expresan los sentimientos, salen a flote la rabia, los deseos de venganza. Después se prende un fuego para exorcizar los malos recuerdos y el último paso es hacer el proyecto de vida. El ‘Círculo’ les presta asesoría legal “pero desafortunadamente los procesos son muy lentos”, dice.Cada año se cumple un ritual y es cuando van a la Plaza de San Francisco llevando “lápidas” de cartulina con el nombre del familiar, fecha de nacimiento y muerte y un epitafio. No han enterrado a sus muertos ni saben qué paso con los desaparecidos. Sopa de papel y extorsionesAdemás de afrontar las violencia intrafamiliar, las pandillas, el desarraigo y el miedo, la gente de Aguablanca tiene hambre, mucha hambre.Dice la Hermana Alba Stella, que hay gente que come una sola vez al día. “Con hambre la gente roba, mata, hace lo que sea. El estómago vacío descontrola la mente. En un asentamiento encontré a un grupo familiar que comía la sopa de papel, que no es otra cosa que agua de panela a la que le echan papel”.Tan escalofriante como el hambre son la extorsión o vacuna. El que tenga algo, así sea una moto, una tienda, tiene que pagarla, o si no lo matan. Hay puertas de ranchos agujereadas por los tiros.El barrio Mojica es una de las zonas calientes de la Comuna 15. Actualmente se adecúan dos nuevas Casas Francisco Esperanza para prevenir el reclutamiento de niños y jóvenes, además de restaurar a quienes ya están en el conflicto urbano.Luz Amparo, quien vivió una dramática historia de droga, atracos y tentativas de homicidio en Aguablanca (ver recuadro), recuerda que hace 15 años vivió el inicio de la “limpieza social”. “Me tocó ver en El Vergel, cuando a los muchachos más conflictivos los ponían alrededor de las tapas de alcantarilla y “pum -pum”, los mataban”.Educación o muertePara rescatar a los jóvenes de las pandillas y quitárselos a la delincuencia la hermana Alba Stella cree que solo la educación los salvará: “Pero cuando les hago un plan de estudio, responden que no, porque van a morir esta noche o mañana. Cuando la juventud y la niñez no tienen esperanza de vida, un país deja de ser viable”, dice. Hace unos 15 años las pandillas eran grupos de muchachos que se parchaban en las esquinas. Molestaban y no dejaban dormir. Después se bautizaron con un nombre, empezaron a consumir drogas y a agredir con navajas y cuchillos. Al crearse la Ley de Infancia y Adolescentes, hay un corte, porque impide privar de la libertad a un menor de 14 años. Ahí empezó todo. Los pelados grandes pusieron a los menores como campaneros y a cargar las armas. Afirma la hermana que los grandes capos del narcotráfico y el microtráfico no viven en Aguablanca sino en barrios de estrato alto. Y, ¿cuál es su estrategia? “Alborotan el Distrito”. La hermana dice que debería tener una funeraria, pues se la pasa en entierros, consiguiendo ataudes y colectas para pagar los huecos. Cada uno vale $600 mil.Actualmente tiene el programa ‘Mirá vé: yo quiero estudiar’, que apoya una organización suiza, ‘Tierra de Hombres‘. Las becas tienen un valor de $500 mil por un año de estudio para que estos jóvenes no se vuelvan pandilleros o sicarios. Pensión verdeAnte la disyuntiva del desplazado que llega del campo sin herramientas para trabajar en la ciudad, la hermana Alba Estela tiene una propuesta que podría neutralizar el insostenible éxodo del campesinado a las cinturones urbanos de miseria. Es la Pensión Verde: Vivienda+Tierra o Proyecto Eco Aldea.“Es que los auxilios que da el Gobierno a los más pobres, no alcanzan para nada”, afirma la monja. “A los adultos mayores les dan $70 mil mensuales cada dos meses, es decir, $2.500 diario. A Familias en Acción les destinan para niños de 0 a 7 años, $50 mil mensuales, es decir $1.250 diarios. A los de 10 años, $15 mil mensuales, que son $450 diarios”. El desarraigo llega a los extremos de perder la identidad. Muchos se preguntan: ¿de dónde soy? Cuando la hermana les pide a esas ocho familias de indígenas desplazados de Putumayo que ella albergó hasta que el Gobierno les restituyó la tierra que recuerden donde nacieron, uno de ellos le dijo: ‘Nací en Satinga, de allá nos sacaron los ‘Paras’ y tocó irnos a Pasto, de ahí a Putumayo y luego a Cali. Por eso, le pido Hermana, a usted que todo lo puede, que nos saque de esta mierda de país’.No creen en la pazSobre el proceso de paz, la hermana Alba Stella se muestra escéptica: “Estoy a favor de la paz, pero aquí en Aguablanca no se ha hecho la pedagogía de la paz, no se ha sensibilizado a la gente”.Dice la hermana que “hace unos días hice un laboratorio con 200 desplazados. Les pregunte expliqué el proceso de paz en la Habana y pregunté cómo lo veían y los adultos mayores contestaron: ¡Qué mierda de paz! ¿y nosotros donde estamos ahí?. Si ustedes que son las victimas no quieren la paz, ¿entonces en que estamos?”.Nos alejamos mientras la hermana Alba Stella camina por las tortuosas calles del Distrito, rodeada de niños y adultos que la adoran y la cuidan, porque “ella es blanca por fuera, pero tiene el corazón de un negro”.

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