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La historia de Brayan y Estefanía, un amor a prueba de balas

Brayan Hoyos es otra de las víctimas de la violencia de esta ciudad, pero esta no es la historia de un disparo sino de un flechazo al corazón. Este sábado, concierto benéfico en las Canchas Panamericanas a las 4:00 p.m.

19 de febrero de 2016 Por: Jorge Enrique Rojas | Editor Unidad de Crónicas

Brayan Hoyos es otra de las víctimas de la violencia de esta ciudad, pero esta no es la historia de un disparo sino de un flechazo al corazón. Este sábado, concierto benéfico en las Canchas Panamericanas a las 4:00 p.m.

Entonces quedan amores así, que sobreviven a las balas para darle espera a otra muerte, una decente, que sea digna  separarlos. Este comenzó hace cuatro años: ella iba saliendo de estudiar y caminaba con una prima, él trabajaba como guarda de seguridad en la Clínica de Los Remedios. Lea también: Todos a apoyar a Brayan Hoyos en concierto benéfico

Se quedaron viendo: tan bonito él, tan linda esa niña, saludes con la prima, novios por siete meses y luego casita en alquiler. A los tres años de vivir en pareja, dos tiros: Brayan Mauricio Hoyos, como se llama él, conducía una moto por la Calle 44 con Carrera 12, ya trabajaba de mensajero, iban a ser las diez de la noche, se llevaron la motocicleta.

Fue el 5 de mayo del 2015. Desde ese día el chico no puede moverse. Cuadriplejia. 25 años. Desde ese día pues, ella, que se llama Estefanía Saray y es auxiliar de enfermería a los 23, se convirtió en su manos. Y en sus pies. Y en todo. El inventario va más allá del lugar común; desde el sábado pasado también es su esposa: “(…) Te amo con todo mi corazón… te vas a levantar… y nos vamos a ir de luna de miel…”, le juró amorosamente ese día.  Brayan la miraba desde una silla de ruedas.

Entonces quedan amores así, que pegan fotos felices en los espejos para que el recuerdo de esa felicidad resulte el mejor adorno de toda la casa. Al menos así es en la que Brayan y Estefanía comparten marcada con el 72U-09, de la tercera etapa del barrio Marroquín, al oriente de Cali. La foto, que se ve de frente al abrir la puerta, es de un día hermoso: como recién habían inaugurado el Bulevar del Río, se fueron bien temprano a estrenar ciudad, a comer conos y paletas bajo la sombra de los árboles y quedarse viendo cómo las torcazas rebuscaban moronas de pan en las grietas del cemento. Besos en una banquita. ¡Muac-Muac!  Después de almorzar, cuenta Estefanía, se tumbaron en el pasto frente al CAM y  allí se pasaron la tarde viendo el río. La foto los congela en un beso de ojos cerrados. ¡Muac! Atrás, el día es  azul.

Brayan dice que su mujer ha sido muy especial desde que se conocieron. Todos los días, más o menos a las seis y media de la mañana, ahora ella se levanta, lo baña, limpia la casa, le hace desayuno, lo lleva de la cama a una poltrona en la sala, prepara el almuerzo, le sirve, vuelve a bañarlo, le busca un partido en la televisión, está pendiente de moverlo, de hablarle, y así todo el tiempo mientras no tenga que salir a pelear por medicamentos o terapias. Brayan, además, es otra víctima del horror de las EPS y pese a su condición no tiene garantías para cumplir con el tratamiento que necesita. Por ejemplo desde la semana pasada le desautorizaron las fisioterapias que diariamente le hacían a domicilio y solo le aprobaron tres sesiones semanales en un hospital. “Desde el principio hemos sido muy unidos, ella ha sido muy especial, hablábamos mucho, dialogábamos mucho, a ella le gustaba que yo la acariciara…”

Estefanía dice que de Brayan lo enamoró la ternura y lo detallista que siempre ha sido. Una de las cosas que más le gustan de él, justamente, es la memoria para las fechas especiales, que hasta ahora no lo deja olvidar de ningún día importante para los dos. Brayan además, desde un comienzo y hasta que pudo, le escribía cartas y notas de amor. A ratos la pulsión fue diaria y ocurrió en lugares inciertos por lo que varias de esas notas quedaron escritas en servilletas. Si Estefanía tiene que separarse de Brayan, salir de la casa por cualquier razón, diez de esas notas van a su lado dobladas en la billetera, junto a la cédula y cualquier otro papel que dé indicios sobre la patria a la que realmente pertenece en la vida. “Él siempre ha sido muy tierno, muy noble, muy humilde, ¡muy lindo!”

Después de los balazos, Brayan permaneció un mes en coma. La mamá de Estefanía, que se llama Sandra Ramírez y  también es auxiliar de enfermería, cuenta que su muchacha no se despegó de la clínica hasta que él despertó. Al poco tiempo Estefanía le colgó una sorpresa en una de las láminas de vidrio que sirven de pared en las salas de Cuidados Intensivos; en un rectángulo de cartón, la pregunta escrita en tinta festiva: ¿Te quieres casar conmigo? La mamá de la muchacha dice que antes de los disparos Estefanía tenía planes de entrar a estudiar porque sueña conseguir un trabajo como enfermera jefe; porque así fue toda la vida; porque siempre la ha gustado ayudar a los demás. Afuera de la casa de la parejita, la señora Sandra decía este jueves que la necesidad de aplazar los estudios, sin embargo, no le ha causado traumatismos ni frustraciones a su hija. “Ella ama lo que hace. Y lo ama a él”.

El amor en todo caso,  tan grande y milagroso como ha sido hasta estos días, no alcanza para tanta necesidad. Pero por fortuna sigue siendo un virus contagioso y la iniciativa del noticiero regional Noventa Minutos para ayudar a la recuperación del chico, se ha transformado en un movimiento que sumando otras fuerzas empujó la organización de un concierto benéfico programado para empezar a las cuatro de la tarde de mañana, en las Canchas Panamericanas. Entre los artistas que se vincularon donando su trabajo están  Los Hermanos Lebrón, que este jueves fueron a visitar a Brayan hasta su casa del barrio Marroquín. Hasta poco antes de las once de la mañana, hablaron sin afanes, se tomaron fotos, lo abrazaron, se dejaron abrazar. Y al final le hicieron  coro en una canción que Brayan cantó despacito pero afinado: “(…) Estáte quieto muchacho que, lo tuyo llegarᅔ

Junto a Los Lebrón, en las Panamericanas estarán  Jimmy Saa, Los Traviesos, Micky Taveras, Richie Valdes, Win y Mauro, y Leo Vargas. Y también el grupo 7-81, compuesto por amigos de la niñez de Bryan, que en ritmo urbano compusieron una canción que refleja el drama y la esperanza gravitantes alrededor del caso. Los tiquetes de entrada al concierto serán aportes económicos voluntarios que podrán ser dejados en urnas ubicadas a la entrada del espectáculo. Y aunque no hay un tope mínimo, ojalá la solidaridad no se quede arrugada en el bolsillo. “Quiero que sea algo más grande que simplemente ir a gozar, ir a tocar, quiero que todo el mundo esté presente ayudándole a esta pareja”, dijo Frank Lebrón, refiriéndose a lo que espera que termine siendo el día.

Luego de que Los Lebrón terminaran la visita y lo dejaran sudando de  contento, Brayan contaba que antes de los disparos él también tenía planes para ir a la universidad a estudiar. El muchacho siempre fue bueno con los números y tiene el sueño de graduarse como contador. También de una casa propia. Para él y Estefanía. Y para Napoleón y Simón, un gato colimocho y un perro amarillo que viven a su lado. Una casa donde les quepa el amor. Es grande y a veces no se acomoda bien en todas partes. No todo el mundo lo entiende. Muy pocos. Es un amor a prueba de balas.

La cuenta de ahorros 061-539933-41 de Bancolombia, a nombre de Brayan Mauricio Hoyos, está habilitada para consignar aportes voluntarios.

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