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La abuela caleña que abandonó el lienzo para dedicarse al tatuaje profesional

Amparo Navarrete quiere demostrar que nunca es tarde para cumplir sus sueños. A los 71 años de edad, esta mujer se convirtió en tatuadora. Esta es su historia.

27 de abril de 2019 Por: Camila Cardona - redactora de El País

Cada mañana después de levantarse busca sus implementos: tinta, guantes, agujas y su mayor aliada, la máquina de tatuar; todo para ir a su academia, una en la que no enseñan a pintar sobre telas, con óleos, sino en la que el lienzo es la piel.

Doña Amparo Navarrete es una mujer caleña que a sus 71 años decidió que había nacido para tatuar y que la edad no era un impedimento para aprenderlo. Sí, como lo leen, tatuar es lo que ella hace.

Es una artista de vocación, cuya experiencia se la dio la vida, pues desde hace 50 años se dedica a pintar. “Siempre me gustó el arte. Sé muchas técnicas y mi especialidad es la pintura en oleo”, asegura.

Cuando joven fue secretaria, labor a la que se dedicó por varios años. “Hay muchos trabajos que hacemos por dinero, pero siempre pensé que uno podía trabajar por amor a lo que hace. Así que me dediqué a pintar”, dice.

Pero no había pensado jamás en tatuar hasta que una experiencia de vida amplió su perspectiva.

“Paralelo a la pintura en telas y manteles, trabajé como secretaria en un sitio en el que se dedicaban a hacer maquillaje permanente. En los ratos libres yo dibujaba. Y un buen día mi jefe me pilló, vio uno de esos dibujos que hice, recuerdo que era una rosa, y se asombró por mi talento. Me dijo: ‘Amparo, esto es hermoso, deberías de tatuarlo’. Yo solo me reí con esa idea loca, pero fue tan insistente que incluso me consiguió una persona que se dejara tatuar”, añade.

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Así que con la persona y el impulso de su entonces jefe, ella se aventuró a hacer lo que sería su primer tatuaje.

“Fue algo maravilloso, me sentí completamente tranquila, como si hubiese nacido para eso. Era una mariposa en la espalda y la hice con la herramienta con que hacían el maquillaje permanente. Era igual a cuando pinto, pero lo que se sentía era increíble, sabía que esa creación mía la llevaría alguien por siempre. Al finalizar fue tanta la alegría de esa chica que dije: ‘Para esto nací’”.

La idea de tatuar desde entonces rondó por su mente hasta que un día, con la determinación que la caracteriza, le reveló el secreto a sus hijas. “Soy madre de dos mujeres, la mayor tiene 40 y la otra 34, cuando les conté que quería aprender a tatuar ellas se asombraron pero me dijeron: ‘Madre si eso es lo que quieres te apoyaremos’”.

Lo que siguió fue una procesión completa, describe esta tierna mujer de mirada dulce, pues cuando averiguaban en las academias, muchos rechazaban la idea al saber su edad. “Creo que varios imaginaron que me temblaba la mano o que se me olvidarían las clases, la verdad considero que la edad es solo un número, que no define lo que eres capaz de lograr. Yo soñé a los 71 aprender a tatuar, otro puede soñar otra cosa, siempre le he dicho a los que me conocen. Sueña y sueña en grande que el día en que no sueñes o hagas cosas que te apasionen, ese día sí mueres”.

Pero pese a la negativa Amparo no detuvo su búsqueda. “Estuve indagando y un día apareció en la pantalla la publicidad de una academia —‘Luis H Tattoo’— y consideré que era una señal, pero en esta ocasión decidí averiguar por los cursos, no llamando, sino en persona. Cuadré la cita con el dueño, que es el profesor de la academia, y ese día llevé todo mi trabajo”.

“Cuando vi a doña Amparo lo primero que creí era que quería hacer maquillaje permanente. Pero ella se me presentó, dijo ‘soy Amparo Navarrete, tengo 71 años y esto es lo que sé hacer —colocando sobre el mostrador las diferentes piezas que había pintado, como manteles, individuales y demás— ahora, quiero que me enseñe a hacer arte en piel, que me enseñe a tatuar’. Le dije ‘listo, cuándo puede empezar. Y así empecé esta aventura de enseñarle a tatuar a la alumna de más edad en el curso”, narra Luis H. Valencia, dueño de la academia que lleva el mismo nombre.

Para él, quien cuenta con 20 años de experiencia tatuando, ella es una de sus mejores alumnas: “Es una mujer que, quizá por su edad, es muy comprometida, practica más que cualquier persona, lucha por ser perfecta y lo que ha logrado es increíble. Cuando no está contenta con los resultados ensaya hasta que le queda perfecto y eso habla del amor por lo que hace”.

Hasta la fecha lleva 16 tatuajes, todos de diferentes tamaños, formas y técnicas. “Entre los primeros que hice estuvo el de mi hija, para ella fue una alegría muy grande y ella le contó a todo el mundo que la tatué yo. Mi familia está muy contenta por esto que hago, ven como mis ojos brillan, mi yerno hasta me trae a las clases. El otro día eran la 1:30 a.m, estaba tatuando y había perdido la noción del tiempo, no tenía sueño, ni hambre, ni estaba agotada”, dice con asombro y emoción.

“Sus compañeros la adoran, le dicen ‘la abuela tatuadora’, ella cuando llegó el primer día de clase le dijo a todos: ‘Hola les llegó la mamá de los pollitos’ y fue una conexión inmediata”, asegura Luis H.

Confiesa además que muchos de sus clientes llegan preguntando solo por ella. “Es como la más popular del grupo, todos quieren con doña Amparo”.

Y aunque aún no tiene ni un solo tatuaje sobre su piel asegura que la idea tampoco es lejana. “Quiero tener aunque sea uno, porque uno debe contarles a los clientes desde su experiencia. Además, yo veo los tatuajes como obras de arte, son dibujos hermosos, no he visto el primero feo, pero tengo claro que no lo haré”.

Y como no para de soñar, ella quiere seguir aprendiendo, para lograr algún día ser la mejor y próximamente abrir su propio local. Incluso, quiere incursionar en las redes sociales y quizás ser la abuelita youtuber que tatua.

Luis H. Tattoo es la academia en la que doña Amparo aprende. En la Avenida las Américas #22N-70.

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