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Informe exclusivo: así se mueve el mercado de la prostitución masculina en Cali

La prostitución masculina va en alza, aunque con tarifas más bajas que la femenina. Y no sólo atiende el mercado gay, sino el de hombres que le buscan ‘un amante’ a su esposa o novia.

20 de agosto de 2012 Por: Alda Mera | Redacción de El País

La prostitución masculina va en alza, aunque con tarifas más bajas que la femenina. Y no sólo atiende el mercado gay, sino el de hombres que le buscan ‘un amante’ a su esposa o novia.

Increíble, pero cierto. Los grandes clientes de la prostitución masculina no son ejecutivas solteras ni separadas solas ni viudas adineradas. Son los mismos hombres los que solicitan servicios sexuales de un acompañante masculino para sus esposas.La mayoría de las llamadas provienen de maridos ávidos de aventura. “A mí me llaman las señoras a cotizar, pero cuando llega la hora de cuadrar el precio me dicen: ‘espere un momento le paso a mi marido’”, explica el Hombre X, un ‘agente de prepagos masculinos’ que aceptó contarle a El País la parte más oscura de este negocio, a cambio del anonimato.Las solicitudes obedecen al deseo masculino de “cumplir una fantasía sexual o porque la pareja desea oxigenar la relación, darle un nuevo aire”, deduce el sujeto que hace los contactos entre los clientes y unos doce jóvenes que trabajan con él a cambio de un porcentaje del servicio. “Las mujeres nunca piden un servicio por sí mismas, lo hacen más para complacer al marido o al novio; ellas son más reservadas, tímidas para esto, o seguro les da temor también estar a solas con un desconocido”, dice el dueño de un portal de Internet que mercadea servicios sexuales masculinos. De hecho, el sexólogo Luis Alberto Montejo coincide en que estas mujeres por lo general son manipuladas por sus cónyuges y actúan presionadas por ellos. “No es una conducta deseable por ellas, sino que ellos se vuelven muy obsesivos hasta llevarlas a aceptar y muchas terminan lamentándose después”, sostiene.Eso sí, estos señores dejan muy claro cuándo desean que el servicio es para formar un trío, es decir, que el trabajador sexual interactúe con él y con su esposa, y cuándo no: “Conmigo, nada qué ver, sólo con ella”, le dicen al Hombre X, un individuo trigueño, de unos 33 años y unos 1,70 metros de estatura, mimetizado en jeans, camiseta y morral como cualquier universitario. Montejo considera que no en todos, pero sí en muchos casos, esta tendencia se puede explicar a partir de un componente bisexual muy fuerte del esposo. “Son hombres en los que el componente femenino es bastante alto”, dice. La otra explicación al fenómeno es una conducta voyerista, en la que al hombre le gusta observar a su mujer con otro hombre. “He atendido casos de maridos que le piden a su señora que tenga relaciones sexuales con un hombre contratado para ello; a algunos les gusta ver directamente, otros no asisten y prefieren que les graben el video para después verlo solo o con ella y obtener placer sexual”, dice el especialista. Ellos también suelen preguntar por el perfil del galán que les van a mandar: estatura, edad, color, aspecto físico, entre otras características. “Lo que más exigen es que sea aseado y esté bien presentado, que sea discreto y bien hablado”, dice y desmiente mitos: “Eso de que sea musculoso está mandado a recoger; tampoco que los negros son los más solicitados, es mentira; al contrario, es más frecuente escuchar expresiones como ‘negro no, por favor’”, revela el Hombre X, que tiene en su grupo dos afrodescendientes. Una de las condiciones al ser reclutado para ese trabajo es estar dispuesto a todo. “Uno tiene que estar preparado para enfrentar a todo tipo de personas; por ejemplo, tener claro si va a atender sólo a heterosexuales, sólo a homosexuales, o ambos”, dice un universitario que atiende solo encuentros con mujeres.Sin embargo, muchos como él, si a las dos o tres semanas no les resulta ni una cita, llaman a su intermediario y le piden que los tenga en cuenta para servicios homosexuales porque necesitan dinero. “Luego los llamo para saber cómo les fue y me dicen que bien”, relata el Hombre X.El psicoterapeuta Carlos Alberto Segura advierte que si bien la prostitución, sea masculina o femenina, tiene la causal económica, también tiene la motivación del placer. “Es una decisión personal optar por esa actividad”, dice.Y la escasez de estudios sobre prostitución masculina, comparada con la abundancia de investigaciones sobre la prostitución femenina, la atribuye a que la actividad ha estado oculta por mucho tiempo, al perfil machista que todavía conserva el país, y sobre todo, al impacto social de la misma. “En la prostitución femenina, por lo general, hay mujeres con hijos y el rol de madre es más señalado cuando hay niños en abandono, que si ese abandono es del padre”, argumenta.El negocio El negocio de los hombres prostitutos siempre ha existido, solo que ahora es más visible y surge más, debido al desempleo que acosa a los jóvenes urgidos de dinero para suplir necesidades propias de su edad como la rumba, salir con la novia o con los amigos, acceder a las nuevas tecnologías, pagar la universidad o vestir bien.Esa es la percepción de uno de los ‘chicos prepago’ al servicio del Hombre X. “La mayoría está entre los 20 y los 32 o 33 años y por lo general, son universitarios”, dice y aclara que sólo atiende domicilios, sean residenciales o en moteles.El Hombre X acepta que cada vez hay más demanda de clientes que preguntan por un sitio especial para los encuentros. “Mucha gente quisiera una casa como las de damas, por privacidad o por seguridad, no quieren llevar a un extraño a su casa, ni que los vean entrar a un motel, si la relación es homosexual, o tener que dejar la autorización de que va una tercera persona para un trío”, explica el Hombre X. Por eso, su meta es abrir una casa para prestar servicios sexuales masculinos.Él conoce el tema desde su infancia. Un tío suyo tenía una casa de citas de mujeres. Y su mejor amiga vivía de lo que le dejaba un reservado de damas. Allí fue mesero, servía el licor o coordinaba citas.Hace tres años, al ver el creciente mercado de hombres que solicitaban hombres (homosexual), se independizó. Y ahora el negocio se ha extendido a los que solicitan hombres para atender a su esposa o novia.Los jóvenes le llegan referenciados por otro que ya está en la red, y admite que rotan mucho, algunos no alcanzan a durar sino meses o hasta días. “No sé porqué a este trabajo lo llaman de la vida fácil, pero no es fácil, para nada. Muchos llegan porque necesitan, pero a los pocos días me llaman y me dicen que no trabajan más, que no aguantan”, afirma el Hombre X.Lo curioso del mercadeo es que a los ‘prepago’ poco les gusta colgar su foto en los portales de Internet que crean los intermediarios para el que trabajan, a diferencia de las chicas ‘prepago’ que no tienen pudor en hacerlo. “Ellos son más penosos, dicen que la novia, que la casa, que la U, la oficina y prefieren no publicitar sus fotos, pero se exponen a que los devuelvan si un cliente los rechaza. Y me los han devuelto, pocas veces, pero ha ocurrido”, confiesa el Hombre X. Por ello, él prefiere mandar la foto al ‘blackberry’ del cliente para que lo apruebe. Sino, lo manda sin compromiso y si no le gusta al solicitante, éste solo dice: ‘Gracias, no es lo que mi esposo o esposa está buscando’ o ‘no me pareció’ y algunos hasta les pagan lo del taxi.Lo más importante es estar muy seguro de que va a responder a las peticiones del cliente. “En esto no se puede salir con que fui y no pude”, dice el universitario. Para eso les hacen una entrevista en la que les preguntan si saben de qué se trata el trabajo, si lo han hecho antes y les dan unas recomendaciones generales como ser muy pulcros y cuidar la presentación personal, tener ropa interior bonita, ser atentos y capaces de sostener una conversación, sobre todo cuando sel cliente es una pareja porque se requiere un preámbulo para romper el hielo, y que sepan manejar la situación. El mercado homo Un día iba caminando por el parque Alameda cuando un hombre lo llamó. Con la curiosidad que le asiste a un joven a los 15 años, Samy se acercó. El hombre lo invitó a tomar o comer algo. El encuentro terminó en una habitación de un apartahotel de la ciudad.“Yo fui por experimentar, pero cuando el hombre se despidió, me dejó dinero y pensé, ‘si esto es así, qué bueno’, desde entonces me quedó gustando”, confiesa Samy, un joven que se reconoce como gay.El joven admite que ese hecho coincidió con la separación de sus padres, e influyó bastante en que tomara este camino. No había mucho dinero en casa, él estaba en bachillerato y vio que ese era el modo de ayudar a su mamá y a su hermano menor. Fueron contactos esporádicos los que tuvo en ese entonces, pues era menor de edad y no estaba acostumbrado. Pero a los 17, los encuentros fueron aumentando. Cuando llegó a la mayoría de edad, trabajó en un sitio clandestino para homosexuales. Duró un mes porque no se gana lo mismo. “Uno tiene que ir todo el día hasta la noche. Sino resultan clientes, no gana nada, y si resultan, le descuentan el 40% para el dueño del negocio”, dice Samy.Conoce personas que viven de comerciar con cuerpo ajeno. “Ellos tienen sus amigos y se los presentan a uno, le hacen los contactos y cobran su porcentaje”, dice. Buscando mejores ingresos, probó suerte en un establecimiento para hombres en Bogotá, pero le fue peor. Había que estar de planta disponible todo el tiempo y sino se presentaba, debía cancelar al dueño una multa equivalente a un servicio. Entonces hace un año decidió ser independiente. “Acá (en Cali) se tiene la libertad de trabajar cuando uno quiere”, dice Samy. Así pudo empezar una carrera técnica de ingeniería de sistemas y tomar en alquiler un apartamento, donde presta sus servicios, cuando no hace domicilios. ¿Por qué no deja este oficio? “He mandado muchas hojas de vida, me llaman, me entrevistan, pero como que ese instituto donde estudié no era el mejor porque me preguntan cosas que jamás vi en toda la carrera, entonces no me contratan. Igual, he llevado hojas de vida a almacenes de cadena para cualquier otro empleo y tampoco me resulta. Mientras tanto, toca seguir así”, afirma este joven delgado, ojiclaro y de 1.68 metros de estatura. Como los clientes los prefieren jóvenes, sus 19 años lo favorecen frente a la competencia que ya anda en los 23, 24 años. Y les encanta que Samy es versátil y descomplicado, no tiene problema en cambiar de rol, ser activo o pasivo en el encuentro. No es gay de clóset Samy visita a su familia cada ocho días. Su mamá y su hermano saben a qué se dedica, pero no lo juzgan. Es más, no los sorprendió cuando se los confesó. Ya se lo imaginaban. Cuando le va bien, al término de una semana y sin trabajar todos los días, máximo cuatro servicios en un día, reúne $300.000 o $400.000. “Ella sabe de qué es ese dinero, pero dice que no se metan en su vida, que ella no se mete en la de nosotros y creo que por eso no me dice si lo que hago es bueno o malo, solo me dice que me cuide mucho”, cuenta.La única vez que se sintió intimidado fue con un cliente que consumía drogas. “Hay gente que le gusta y pretende que uno lo haga, pero eso está en uno decidir si lo consume o no, y a mí no me gusta”.Sin embargo, lo más difícil para Samy es no tener una relación sentimental estable: “Es lo que uno quisiera porque hace falta, pero no es fácil que lo acepten sabiendo lo que uno hace”.

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