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Padre Jorge Andrés Segura, director de la Pastoral para los migrantes en Cali. | Foto: Wirman Ríos, El País

VENEZOLANOS EN CALI

El sacerdote que vela por los migrantes en Cali analiza la realidad de los venezolanos

El director de la Pastoral para los Migrantes afirmó que el reto es pasar del asistencialismo a la integración social.

28 de julio de 2019 Por: Paola Andrea Otero Vega, reportera de El País

En el 2014 el padre Jorge Andrés Segura asumió la dirección de la Pastoral para los Migrantes en Cali, un brazo de la Arquidiócesis que vela por los derechos de las personas que en condición de movilidad llegan a la ciudad.

Lo que el joven sacerdote de 33 años no sabía, era que a finales de ese año se iba a enfrentar con la primera ola migratoria de venezolanos que llegaron a la capital del Valle, un fenómeno que sigue creciendo sin límites y que hoy, afirma sin vacilar, puede congregar a cerca de 50.000 hermanos del vecino país en la ciudad.

En su análisis sobre la diáspora venezolana en Cali, Segura cuestionó el asistencialismo que está viviendo esta población y aseveró que es necesario que el Estado colombiano cree una política pública para atender esta crisis, considerada como el mayor éxodo migratorio de Latinoamérica en los últimos 50 años.

Padre, cuéntenenos ¿qué es el Centro de Orientación y Atención para Migrantes y Refugiados?

Es una de las acciones que tiene la Pastoral para los Migrantes en Cali. En este lugar escuchamos y orientamos a las personas según sus necesidades para que tengan claridad sobre su situación aquí con respecto a lo que puede acceder y a lo que no, y a cuáles son sus derechos y deberes.

En el centro también les brindamos a las personas asesoría jurídica y les hacemos un acompañamiento psicosocial y espiritual con el propósito de ayudarles a reconstruir un plan ético de vida para que puedan seguir mirando con esperanza su futuro.

Asimismo, acompañamos un punto de atención en la Terminal de Transportes y un hogar de paso para la población más vulnerable, como madres gestantes, con niños o personas en situación de discapacidad. A este último lugar las personas llegan remitidas y pueden permanecer, máximo, tres noches.

¿Cómo vivieron ustedes el incremento de la crisis migratoria?

En el 2014 todo era tranquilo y asistíamos con transporte a los migrantes en la Terminal. En ese entonces había un migración interna y poca migración internacional, en la que recibíamos cubanos, brasileros, haitianos y ecuatorianos que tenían como intención ir hacia Estados Unidos. Luego, a los cinco meses, estalló la ola migratoria desde Venezuela hasta acá y las personas que llegaron a la ciudad eran de clase media que querían seguir hacia el Sur del continente y que no tenían comida o donde ducharse.

Después, buscamos un sitio cercano a la Terminal, que en ese momento era la Fundación Pardo Llada, cerca al Parque del Avión. Allí les dábamos acogida y les hacíamos una caracterización. Con el tiempo, y en la segunda ola migratoria, empezó a llegar a la ciudad la gente más pobre de Venezuela, perteneciente a los estratos 1 y 2, y que tenía intención de quedarse en la ciudad, los acogimos y luego el lugar colapsó.

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¿Y que pasó después?

Los migrantes se asentaron en un espacio público dos veces. En la primera experiencia, Monseñor dispuso un antiguo taller del Colegio San Pedro Claver, en el barrio la Independencia, pero este también colapsó por problemas sanitarios. A algunas familias que estaban allí las ayudamos con arrendamientos y a otras les dimos transporte para que pudieran seguir su tránsito hacia el Sur.

La segunda experiencia fue la misma, la recuperación del espacio público en los alrededores de la Terminal. Allí nos dimos cuenta que los venezolanos estaban expuestos a la trata de personas y que había una mafia local que estaba controlando el sector y que los estaban utilizando para delinquir, a las mujeres las usaban en la prostitución y no sabíamos si las cajas que llegaban en carros al lugar llevaban comida o droga.

Posteriormente, se hizo la recuperación de ese sitio, se buscó arrendamientos para algunos migrantes y se habló con la Alcaldía para que el ocupar espacios públicos no se volviera un círculo vicioso.

Finalmente, y dada toda esta situación, vimos la necesidad de tener un espacio más grande, entonces se creó el centro de orientación para seguir atendiendo a la población migrante.

¿Actualmente cuántos venezolanos está atendiendo este centro?

Entre 300 y 500 cada mes. Solamente, desde enero hasta ahora hemos atendido cerca de 3700 personas. Además, hoy por hoy, el 95 % de los migrantes que llegan a este lugar son de Venezuela.

¿A quienes más están atendiendo en el centro en estos momentos

Desplazados internos y líderes sociales que son acompañados por algunas organizaciones de la Arquidiócesis de Cali que nos llaman y apoyamos el caso.

¿Cuál es el perfil del migrante venezolano que está buscando ayuda en el centro de orientación?

Los primeros fueron los venezolanos jóvenes y profesionales y, ahora, la mayor parte de migrantes son madres cabezas de familia que llegan a Cali con sus niños y bebes en brazos.

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¿Cuáles son las principales necesidades que están afrotando los migrantes venezolanos?

Entre mayor irregularidad, mayor es su vulnerabilidad. La necesidad más grande es que ellos sean regulares para que así puedan acceder a servicios de salud, educación para sus hijos y a tantas realidades que son necesarias para dignificar sus vidas. Pero más allá de darles comida o techo, se trata de brindarles la oportunidad de que puedan salir adelante por sí mismos porque no se pueden quedar siempre recibiendo y nosotros tampoco siempre vamos a estar dispuestos a dar porque tenemos una necesidad local que también hay que atender.

Ahora llega una fase con las agencias de cooperación y es la de formar a la gente para el empleo ya que esa asistencia humanitaria debe ir pasando.

¿En qué parte de Cali se está asentando la población migrante?

En toda la ciudad pero, sobre todo, en el Distrito de Aguablanca y en la Comuna 1. Lo que estamos haciendo ahora es descentralizar las acciones del centro de atención y llevarlas a los barrios. Con la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) estamos haciendo caracterizaciones en esos lugares, también preguntamos en las JAC y a los párrocos que tanta población venezolana hay en los vecindarios. En lo que va corrido del año, ya hemos hecho cuatro de estas jornadas en los barrios Compartir, Floralia, El Guabal y Terrón Colorado.

¿Y en esas visitas qué historias de lo han marcado padre?

La división familiar. Aquí llegan padres con su profesión llorando y manifestando que dejaron su casa, trabajo y a sus seres queridos en Venezuela. Ese proceso de desarraigo ha sido muy triste porque la familia es un proyecto de vida y de ella somos y venimos.

En importante resaltar que las agencias no apoyan retornos porque se supone estas personas salieron de su país para salvar sus vidas, pero nosotros sí apoyamos retornos en casos como, por ejemplo, cuando los migrantes tienen una enfermedad terminal y deciden devolverse para morir en su país o nos piden ayuda para regresar porque tienen a su madre a punto de fallecer.

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¿Cuál es su análisis de la crisis migratoria en Cali?

Cali pasó a ser una ciudad de tránsito para los venezolanos a convertirse en una ciudad con vocación de permanencia y por eso hay que superar la idea de que hay que ayudar a la población migrante con ropa, comida, etc., porque ya se va a ir… Antes no había un anuncio de emergencia por parte de la Administración porque se pensaba que había 300 venezolanos afuera de la Terminal, pero nosotros hacíamos visible que en todo cali habían 40.000. Hoy por hoy, y desde hace seis meses, la capital del Valle tiene la misma situación y las mismas problemáticas que una ciudad de frontera. Justamente, lo que logramos con el doctor Felipe Muñoz, gerente de la Frontera con Venezuela, era mostrarle esa realidad para que nos ayudara, de allí se crearon las mesas migratorias con la Alcaldía, Gobernación y demás.

¿Por qué Cali se volvió una ciudad con vocación de permanencia para el migrante venezolano?

Porque sus realidades culturales y sociológicas son muy parecidas a las de ese país. Además, por su clima, gastronomía y la calidad de la gente. Pero además, Cali es la principal ciudad del suroccidente colombiano y es el punto focal del tránsito hacia el sur del continente y viceversa.

¿Hoy cuantos venezolanos hay en Cali?

Hasta mayo 17, según Migración Colombia, habían 46.000, pero hoy podemos llegar a los 48.000 y hasta los 50.000, entre población regular e irregular. Esos cálculos los hacemos, justamente, con las visitas a los barrios y con la cifra de personas que, al pasar por la frontera entre Colombia y Venezuela, no hacen firmar sus pasaportes.

Sin embargo, el flujo migratorio se mueve con las decisiones del gobierno propio o el de otros países. Por ejemplo, hace dos meses que Perú dijo que iba a empezar a solicitar visas para los venezolanos, entonces empezó a irse mucha gente para allá antes de que se cerrara esta frontera.

¿Cree qué hace falta más apoyo estatal para atender esta migración?

Sí y resaltó la palabra más porque ha habido participación del Estado. Por ejemplo, el programa para la atención en salud al migrante que tienen la Alcaldía de Cali ha sido muy bueno, pero existen otras realidades que hay que atender: ahora estamos aproximándolos a la educación.

¿Qué recomendaciones le puede dar al Gobierno para hacer frente a este fenómeno?

Que trabajemos articuladamente y que cree una política pública para la integración social de los migrantes. Ahora, que se vienen nuevas elecciones, los candidatos deben hablar de propuestas para la población migrante.

¿Y qué mensaje les puede dar a los caleños que rechazan a los venezolanos?

Que tengamos una buena interpretación de la realidad. El que recibe al inmigrante tiene miedo de volverse uno de ellos y de allí se crea la xenofobia. Venezuela nunca tuvo una situación migratoria, por el contrario, siempre recibió migrantes ya que era un país donde era rico vivir y nosotros fuimos beneficiados de ello. La migración nos está enseñando que somos frágiles y que hoy tenemos el control de muchas cosas, pero mañana no sabemos.

Vida personal y profesional

Padre cuéntenos sobre su vocación religiosa

Tengo 33 años y siempre he estado vinculado a la vida de iglesia como monaguillo y catequista. Entré al Seminario a los 19 años después de haber estudiado unos semestres de una carrera tecnológica de sistemas

¿Por qué decidió dedicarse a la vida religiosa?

En el 2011, durante mi año pastoral, tuve una misión en Siloé. En ese entonces, cuando ya llevaba tres años de formación de filosofía en el Seminario, me di cuenta que me gustaba compartir con las personas, servirlas y ver cómo ellas se sentían motivadas. En ese momento, hice una analogía con las acciones de Jesús y descubrí que eso me hacía feliz

¿Hace cuánto tiempo es sacerdote?

El 21 de junio del 2014 fui ordenado y llevo cinco años como coordinador de la Pastoral. Antes de eso, estaba de vicario parroquial en la Parroquia Cristo Resucitado.

Sobre el centro de orientación

  • El Centro de orientación para Migrantes y Refugiados de Cali está ubicado en la Av. Vásquez Cobo No. 25N - 34, segundo piso.

  • Sus líneas son el 3899957 y el 3224968936. El correo es pastoraldemigrantes@arquicali.org. Tenga en cuenta que en este espacio se atiende con cita previa y todos los servicios son gratuitos.

  • Además se financia con el apoyo de organizaciones como la Cruz Roja, la Organización Internacional para las Migraciones, OIM; el Consejo Noruego para Refugiados y la Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur.

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