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Puede conocer más de esta labor social ingresando a la página de Facebook 'El muro de la bondad. Allí narran la historia de la primera vez que se instaló y las acciones que adelantan ahora. | Foto: Foto: Especial para El País

OESTE DE CALI

El 'muro de la bondad' que une al oeste de Cali

Hace tres años nació esta iniciativa en Cali, una labor que busca ayudar a los más necesitados. Vecinos del oeste de la ciudad están unidos para apoyar a los más necesitados.

10 de mayo de 2020 Por: Geovanny Gutiérrez, reportero de El País

A lo largo de la historia, los muros han sido un símbolo de segregación y división. Sin embargo, un nuevo fenómeno llamado ‘El muro de bondad’ está haciendo exactamente lo contrario. Bajo el lema “Si no lo necesitas, déjalo. Si lo necesitas, cógelo”, este busca ayudar a las personas que necesitan una prenda de vestir limpia.

Esta bondadosa iniciativa nació como un acto espontáneo en Siria, para ayudar a los desplazados de la guerra y en pocos meses se extendió por China, Afganistán, Pakistán y hoy está en Colombia.

El objetivo de esta labor social es dejar ropa, útiles escolares y juguetes que no se usen en lugares concretos, para que sea recogida por aquellos que la necesitan.

En Cali, el ‘muro’ se asemeja a un gran perchero el cual está ubicado en la Carrera 1a con Calle 7a Oeste, del barrio Santa Teresita, donde a diario se cuelgan diversas prendas que en ocasiones son nuevas. El precursor de esta labor es Julián Arbeláez, un ciudadano que decidió dar ejemplo y en vez de lloriquear por las cosas malas que pasan en la ciudad, se preguntó ¿cómo puedo ayudar?

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“Allí nació ‘El muro de la bondad’ en Cali, un sitio donde se puede mostrar que somos generosos. Donde la ciudad pueda —de manera tangible— ver que ser bueno no es tan malo, ser bondadoso no es ser solidario con el vidrio del carro arriba, que debemos hacer algo que no sea quejarnos o solo desear el bien”, argumentó su creador.

El muro nació hace tres años en Cali, “y ha renacido 11 veces y lo hará tantas veces como sea necesario, se ha adaptado un poco a las circunstancias y hoy es parte del paisaje. Tiene muchos amigos y algunos enemigos que argumentan que colgar ropa en la calle no es estético; sin embargo, hay cientos de fotos en las redes sociales de vecinos que demuestran lo contrario. Pero lo que más me conmueve es cuando alguien se acerca y está limpio y te dice: “esto lo tomé del muro”, eso me llena de ilusión y alegría”, afirma Arbeláez.

Con la llegada del Covid-19 el muro ha seguido su labor de vestir con ropa limpia al más necesitado. Sin embargo, la labor de Julián ha ido más allá y hoy con un grupo de vecinos, además de poner ropa en el muro, ayudan con comida y kits de aseo a las personas que no están en ninguna lista de ayuda del Gobierno.

“Estamos llegando a los habitantes de calle, pues ellos no tienen ningún registro o subsidio que los ayude, todas las mañanas hacemos una ‘vaca’ entre varios vecinos, mientras unos ponen el pan otros el jamón y algunos, dinero, pero también hay cabida para los que no tienen nada para ofrecer y son los que nos ayudan a empacar las comidas con mensajes positivos o manualidades, pues un detalle como esos alegra el alma de las personas necesitadas”, dice Arbeláez.

Ximena Fernández Maya es una amiga de la infancia de Julián que por circunstancias de la vida los ha llevado por el camino de ayudar al más necesitado. “De adolescentes nunca pensé que iba hacer esto con Julián. Sin embargo, acá estamos y con la ayuda de mi esposo todos los días hacemos por lo menos diez almuerzos para repartir en la calle, porque la situación en Colombia es de hambre y si se puede ayudar, lo hacemos, pues una sonrisa es la mayor recompensa”, expresó Ximena, quien argumentó que si todas las personas pudieran ayudar, así sea con dos almuerzos a los más necesitados, la situación en Colombia sería distinta.

El ‘shopping’ de la bondad

Varias personas se detienen curiosamente ante el muro y echan un vistazo a las prendas que se exhiben. En ellas —y aunque usted no lo crea— puede encontrar ropa de marca como Diesel, Americano, Lacoste y hasta Gucci. En ocasiones son prendas nuevas.

Mario Carabalí es uno de los tantos habitantes de calle que deambulan por el barrio Santa Teresita. En la tarde del pasado martes Carabalí se paseó varias veces por el ‘Muro de la Bondad’, mientras observaba cómo una señora con su hija escogían una blusa como si estuvieran en un centro comercial. Carabalí se sentó a unas dos cuadras del muro y espero unos 40 minutos a que el perchero estuviera solo, el habitante de calle tímido e inseguro observó durante varios minutos la ropa que colgaba en plena calle, pero no se atrevía  a tocarla, en ese instante paso una señora que notó la inseguridad del hombre y le dijo: “es para usted coja solo lo que necesite”.

Carabalí, sin pensarlo, tomó unos jeans azules y de inmediato su rostro sucio y quemado por el sol se desdibujó y en un instante brotó una sonrisa de alegría, mientras que sus ojos brillaban y se llenaban de luz en medio de la noche. El habitante de calle hoy es un afortunado, pues encontró en el muro un jeans Americanino nuevos.

“Hace años no sentía el olor de un pantalón nuevo, es un aroma que creí que había olvidado. Para ponerme esta ‘pinta’ amerita una buen bañada”, dice el andariego, mientras mira la marquilla talla 31 que le tocó.

En ese instante llegó María Pérez, una empleada del servicio que viene caminando hace 20 minutos de una unidad residencial cerca al Zoológico de Cali, y aunque ella no vive en la calle, cada que sale de su trabajo se para frente al muro a ver qué prenda les puede servir a ella o a su hija de 8 años de edad.

“Yo vivo en el barrio Terrón Colorado, soy madre cabeza de familia y la primera vez que vi la ropa colgada me causó curiosidad, pero seguí mi camino. Un par de días después me encontré a una vecina que vende chance mirando la ropa y ella me explicó cómo funcionaba el muro. Ese día me llevé dos blusas para mi hija y unos zapatos para mí”, dice la empleada del servicio, mientras se sonroja de la pena.

El guardián de la bondad

Este muro en el oeste de la ciudad tiene alguien que lo vigila durante el día. Leandris es una joven venezolana que vende jugos a unos metros del perchero.

“Yo le tomo las fotos a la gente que está cogiendo la ropa. A diario llega gente en carros y dejan de todo, pero en menos de cinco minutos ya las personas necesitadas se las han llevado. Los fines de semana es cuando la gente viene más a traer ropa y a tomarla”, dice la vendedora de jugos.

Leandris dice que entre las historias más curiosas que ha tenido que retratar ha sido la de una mucha que llegó en una camioneta de lujo con un enorme peluche blanco.

“La joven llegó con un oso de felpa como de un metro de alto, se bajó sola del carro y como pudo cargó el enorme peluche y lo puso en el poste, luego sacó una bolsa negra de la basura donde tenía más muñecos pequeños, la abrió y acomodó cuidadosamente todos los juguetes, y les quitó algunas notas de amor que tenían. Yo me acerqué a preguntarle porqué los regalaba y la joven me miró y se sonrió, me dijo que había terminado hacía una semana con el novio, porque le había montado ‘cachos’, traté de tomarle una foto a las escondidas, pero me pilló y me dijo que por favor nada de fotos”, dijo la guardiana.

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