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Las caricaturas, dice Hugo, son una manera de robarle tensión al cerebro en estos días de coronavirus. | Foto: Foto: Cortesía Hugo Suárez

CARICATURA

Coronacomics, la opción que encontró este caleño para sobrellevar la cuarentena

Desde que se inició en Cali el confinamiento por el coronavirus, Hugo Suárez, fundador de Caliwood, el Museo de la Cinematografía, encontró en la caricatura una manera de sobrellevar el encierro en un apartamento sin Internet, sin computadores, sin libros. El resultado: un diario a todo color para morirse de risa.

30 de mayo de 2020 Por: Santiago Cruz Hoyos | Editor de Crónicas y Reportajes

Era la tarde del viernes 20 de marzo de 2020. El abogado Hugo Suárez Fiat, fundador de Caliwood, el primer Museo de la Cinematografía de Colombia, llegó a su apartamento en el oeste de la ciudad sin sospechar que desde ese día no podría volver a salir durante meses. En las noticias que escuchaba en la radio se repetía una y otra vez que se había decretado el toque de queda debido a la pandemia por el coronavirus.

A su esposa, Gloria, le preguntó enseguida: ¿y ahora qué vamos a hacer? Ambos habían hecho un pacto: para eludir la tentación de trabajar una vez llegaran de la oficina, decidieron no tener computadores en el apartamento. Tampoco Internet. Ni siquiera libros, que se encuentran en las estanterías del Museo y no alcanzaron a recogerlos.

El sábado 21, a eso de las 4 ó 5 de la tarde, abrumado por el tedio, a Hugo se le ocurrió ponerse a dibujar. La última vez que lo había hecho fue en 1962, cuando cursaba segundo de bachillerato en el colegio Pio XII, y el profesor Dávila ordenaba como ejercicio del día pintar un caballo o un elefante.

– Pero nunca cultivé el dibujo. Jamás tuve interés en llevarlo a algo más allá de una tarea escolar.

Hasta esa tarde de marzo de 2020, 58 años después. De manera espontánea comenzó a dibujar con un bolígrafo de tinta negra un personaje que a lo mejor es el mismo Hugo Suárez en su juventud, aunque él dice que desconoce su procedencia.

En el dibujo el personaje sostiene uno de esos palos de selfies, solo que al final, en vez de un celular, el palo tiene una mano que choca con la mano de una mujer a prudente distancia. Arriba del dibujo dice: “Saludo después del coronavirus 2020”. Debajo del palo agrega: ‘selfiestick saludador’.

En la noche, después de terminar la caricatura, decidió arriesgarse. La envío por WhatsApp a los casi 2000 contactos que tiene registrados en la base de datos del Museo.

El domingo repitió lo mismo, y el lunes y el martes, y no se ha detenido. Hasta este viernes 29 de mayo Hugo completaba 70 caricaturas, que corresponden a 70 días de confinamiento. Al principio las hacía solo con el lapicero, pero desde la décima se tomó tal confianza que comenzó a colorearlas.

Algunas cuentan ideas románticas que se le han ocurrido, como aquella que dice: “apenas acabe la pandemia, ¡me volveré a casar con mi encuarentenada de siempre!”

Otras caricaturas reflejan su estado de ánimo, y funcionan como espejo de lo que muchos hemos sentido en el encierro, como la que dice: “reloj, no marques las horas porque voy a enloquecer”. Es la estrofa de una canción famosa de Lucho Gatica. O el dibujo de un pájaro encerrado en una jaula, mientras el personaje dice: “me siento como una calandria… en una jaula de oro”.

En otra más, mientras el personaje lava la loza, cae en la cuenta de que apenas a sus 70 años se enteró de la cantidad de platos que se necesitan para servir el almuerzo. En la siguiente caricatura asegura que se siente como Papillon, el protagonista de la novela de Henri Charrière, quien fue condenado a trabajos forzados por un crimen que no cometió, y hay otra más en la que el personaje asegura que no quiere volver a ver un berraco trapeador en su vida.

Otra caricatura dice: “hoy todos llevamos un pedacito de Ana Frank en el corazón”; y otra más cuenta una tragedia de muchos por estos días: “¿quién te pegó esa tusada tan berraca?”, le preguntan al personaje, que responde: “mi esposa practicando durante el quédate en casa”.

Hay caricaturas sobre el insomnio que genera la pandemia, la mente que no se apaga a las 3:00 de la mañana, o chistes como aquel en el que el personaje asegura regalar dos pasajes para darle la vuelta al mundo en estos días, o la caricatura en la que confiesa estar más tensionado que un transformador de 1100 kilovatios.

En otro de los dibujos se pregunta: ¿Por qué no dejan salir a los de 70 si se cuidan mejor que los de 20?, y en otro más reciente dice que fue a Homecenter y se sintió ¡como en Disneylandia! En un dibujo más da cuenta de algo de lo que se enteró hace poco: antes las damas decían que tenían menos de 40, ¡pero en las filas de los bancos todas resultaron ser mayores de 60!

A veces su esposa le sugiere temas, y Hugo corre enseguida a dibujarlos cuando le gustan. Cuando no, se hace el sordo, reconoce.

Las caricaturas han llegado a manos de expertos como Hernando Chato Latorre o Yoto Maniera, y Hugo ha seguido algunos de sus consejos para mejorarla. Incluso se ha planteado abrir un pabellón para caricaturistas en el Museo del Cine, y proteger ese legado.

Aunque en el fondo lo que persigue, más que la perfección, “es robarle tensión al cerebro en este encierro”. Recuperar, como dice otro de los dibujos, el norte. También hacer pensar, o reír, en días de incertidumbre.

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