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Columna: Lo que ‘uno nunca se imagina’

30 de diciembre de 2013 Por: Mónica Ospino | El País.

Y como dice la popular frase de cajón ‘uno nunca se imagina’. Y así me pasó, porque aunque los periodistas en este país todos los días nos enfrentamos a las historias más inverosímiles, trágicas y descabelladas, no creí que alguna vez me ocurriera a mí o a mi familia. Fuimos víctimas de la intolerancia de una vecina. El saldo del 24 de diciembre: las cuatro llantas del vehículo de mi hermana acuchilladas, todo porque por cinco minutos mi papá parqueó el carro al lado de la casa de esta persona, quien en un arranque de ira la emprendió contra las llantas. Para completar el cuadro de nuestra Navidad, un poco más tarde, el hermano de la mencionada vecina amenazó a mi papá de muerte por ‘meterse’ con ella. Total, la Policía nada pudo hacer porque la señora se refugió en su casa y negó los hechos. Y así todos los días es como miles de caleños que presumimos de ser buenos ciudadanos, que provenimos de familias que nos inculcaron valores y respetamos las normas de convivencia, padecemos el miedo y la incertidumbre porque el enemigo vive a pocos metros. El miedo, desde esa víspera de la Navidad, nos tiene refugiados en casa, nos obliga a estar en alerta, nos mandó a los despachos judiciales a padecer la paquidermia del aparato judicial y nos obligó a gastar medio millón de pesos para reponer el perjuicio cometido. Todo por la intolerancia de una mujer que cree que la vía pública aledaña a su casa vino escriturada también en su propiedad. La intolerancia es el mal de hoy en Cali, el detonante y justificante de decenas de riñas, muertes y heridos a diario. Esa ira intensa que se apodera de personas que creíamos ‘normales’, que saludábamos en las mañanas y que de un día a otro se convierten en la peor de las pesadillas. Pesadilla de la cual muchas veces la opción es huir, como desplazados de una guerra urbana y no declarada.

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