Señor Jorge Enrique Vélez, lo vi parado en la tarima de premiación de la Liga Femenina, el lunes pasado, con una sonrisa que le ocupaba toda la cara, mientras les entregaba el trofeo del título a las jugadoras del América, que se habían coronado campeonas ante el Medellín, en un partido saboteado por la lluvia, pero no tanto como para enfriar a las 22 futbolistas que se batieron como fieras en la cancha del Atanasio y nos regalaron una digna final.

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¿Vio usted, señor Vélez, cómo las deportistas, varias de ellas menores de edad, parecían jugarse la vida en medio de un pantano donde las piernas podían claudicar fácilmente? ¿Se dio cuenta de que cada vez que una de ellas caía al piso por una falta, de inmediato se levantaba y empujaba a sus compañeras hacia adelante, sin hacer ‘show’ ni inventarse lesiones para matar tiempo? ¿Y, de repente, señor Vélez, se habrá contagiado usted de la alegría que, en forma de gritos, cánticos y papelillos, bajaba desde las gradas hacia la cancha por parte de los 28.263 hinchas que había?

Le confieso algo: veo fútbol desde que tenía 4 años (tengo 48 ahora), cuando mi padre me llevó por primera vez al Pascual. Amo este deporte. Me emociona. Me hace feliz. Y quizás por esa misma razón era de los que veían con desdén el fútbol femenino. Usted también lo ha visto así. Lo máximo que llegué a sentir, años atrás, por un partido de mujeres, fue curiosidad.

Curiosidad por ver cómo le pegaban a la pelota, cómo la cabeceaban o cómo la paraban en el pecho. Después entendí que lo que ellas hacían no era un jueguito de colegio por pasar el rato. Y que ellas, definitivamente, estaban empeñadas en ser profesionales. Y entonces, los nombres de la brasileña Marta, la estadounidense Mia Hamm o la china Sun Wen comenzaron a ser más familiares. Y por acá, por estos lados, también se hacían sonoros los de Natalia Gaitán, Yoreli Rincón, Carolina Pineda o Catalina Usme. Y ahora suena con fuerza el de una jovencita de apenas 14 años, Linda Caicedo, que mete goles como las grandes.

¿No le parece, señor Vélez, que los antecedentes que tiene el fútbol femenino colombiano en el concierto internacional, con títulos suramericanos y participaciones en mundiales, o el trofeo de la Copa Libertadores en la vitrina del Atlético Huila, son motivo para que usted, de una vez por todas, como cabeza de la Dimayor, mire con respeto la Liga Femenina y organice un campeonato mucho más serio?

Tome la bandera, señor Vélez, como político que ha sido, y saque provecho, en el buen sentido, de este momento del fútbol femenino. Comprometa a la empresa privada para que patrocine un campeonato de mujeres que no sea fugaz (tres meses duró el último). Siente a los presidentes de los clubes y hágales entender que también aquí hay un buen negocio, como sucede con la liga masculina. Programe los partidos en horarios que atraigan a los hinchas, no los sábados a las 10:00 de la mañana, como si fueran de torneos barriales o empresariales. Vincule con mayor seriedad a los canales que tienen los derechos de televisión para que transmitan todos los juegos, como hacen con los partidos de los hombres. Y, a manera de consejo, si me lo permite, no se clave usted mismo el puñal con los comentarios que suele hacer, en público o en privado, sobre el fútbol femenino.

Su tarea al frente de la Dimayor tiene muchos reparos. Por lo menos de mi parte y de un gran sector de la crónica deportiva, para no generalizar. Nos sorprendió a muchos, el año pasado, que un hombre ajeno al fútbol, que ha estado más vinculado al sector del transporte y se ha movido entre los afectos de políticos como Luis Alfredo Ramos, Juan Gómez Martínez, Luis Pérez o Germán Vargas Lleras, haya aterrizado en paracaídas a la oficina presidencial del máximo ente rector del fútbol colombiano. El poder de la política, al fin y al cabo.

Pero hoy sigue usted ahí sentado en la silla principal, señor Vélez, y esta es la oportunidad para que lidere un proceso más serio que le dé músculo financiero y mayor categoría a la Liga Femenina. Y la intención, téngalo claro, no es exigir que por cuestiones de equidad de género tengamos de la noche a la mañana un torneo con las mismas condiciones de la Liga masculina. Pero tampoco que se siga mirando con indiferencia un campeonato donde las mujeres, no tengo duda, son mucho más honestas y sienten más la camiseta que los hombres.

Piense en ello, señor Vélez. Aproveche todo lo bueno que pudo aprender en la política, una ciencia que busca el beneficio colectivo, y en esto, por supuesto, también caben las mujeres que quieren ganarse la vida con una pelota.