El ajo es un condimento que no solo reina en la cocina para preparar deliciosos platos, sino que es preferido y buscado por sus múltiples propiedades medicinales y ocupa el primer lugar en el listado de las llamadas recetas de la abuela.
Y es que son tantas las propiedades que se le atribuyen a este alimento, que un grupo de investigadores del Instituto de Toxicología de la Universidad de Shandong, en China, adelantó un estudio en donde se analizaron 26 trabajos que evaluaban los efectos del ajo en el tratamiento de diversas afecciones como colesterol, triglicéridos y presión arterial altos.
Asimismo, se evaluaron las propiedades terapéuticas que hacen que el ajo sea también un diurético, depurativo, antiséptico y antibacteriano.
Es así como en dicho estudio, se notó que el ajo fue superior al placebo en la reducción de colesterol sérico total (CT) y triglicéridos (TG). Los resultados apuntaron a que los efectos de este condimento fueron más marcados en personas con un tratamiento a largo plazo.
En cuanto a las diferentes presentaciones, el ajo en polvo y el extracto de ajo envejecido fueron más eficaces en la reducción de los niveles séricos de CT, mientras que el aceite de ajo resultó más efectivo en la reducción de los niveles séricos de TG.
Sin embargo, el ajo pareció no producir efectos significativos en los niveles de lípidos, incluyendo el colesterol HDL y LDL.
Los autores del estudio concluyeron que el ajo podría reducir los niveles de colesterol total y triglicéridos, y sostuvieron que una terapia con ajo podría ser beneficiosa en pacientes con riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Beneficios cardiovasculares
Medline Plus, Servicio de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, cuenta con una apartado dedicado al ajo, en el que señala algunos de los posibles beneficios que podría tener esta hortaliza, entre los que están la disminución de la presión arterial alta y la reducción del endurecimiento de las arterias (arterioesclerosis).
A parte de los posibles beneficios mencionados anteriormente, el ajo es un alimento con rico en minerales (selenio, potasio, fósforo, magnesio, zinc y yodo) y vitaminas (entre las que destacan las del grupo B, como la B1, B3, B6 y pequeñas cantidades C y E).
Según la Fundación Española de la Nutrición, por cada 100 gramos de porción comestible de ajo se obtiene:
- Kilocalorías: 110
- Proteínas: 5,3
- Hidratos de carbono: 23
- Fibra: 1,1
- Colesterol: 0
Y aunque el consumo de ajo aporta grandes beneficios para la salud, también hay que tener en cuenta que comerlo en exceso puede traer consecuencias negativas.
Medline Plus también advierte que el ajo, especialmente fresco, podría aumentar el sangrado. Por ello, recomienda dejar de tomarlo al menos dos semanas antes de un procedimiento quirúrgico.
Asimismo, los pacientes sometidos a tratamiento anticoagulante deben vigilar su consumo, ya que puede elevar el riesgo de sangrado.
También aconseja reducir su ingesta en personas con problemas estomacales o digestivos, ya que podría llegar a producir irritación del tracto gastrointestinal.
En cuanto al embarazo y lactancia, al ajo se le atribuye actuar como abortivo y de afectar al ciclo menstrual, y también se ha descrito que presenta actividad uterínica.
Además, algunos estudios han demostrado que el consumo de ajo por parte de las madres lactantes altera el olor de su leche y la conducta de los lactantes. Esto puede deberse a que los sulfóxidos se excretan en cantidades significativas con la leche materna, lo que le confiere un sabor desagradable que puede afectar al niño.
Ante esto y por la falta de informes experimentales o clínicos acerca de los efectos adversos durante el embarazo o la lactancia, en estos casos no deben ingerirse dosis de ajo que excedan a las cantidades que se utilizan en las comidas.