Se supone que el Sistema General de Regalías, creado por el Estado en el 2011, ofrecía muchas más bondades que desventajas.Y que esa “mermelada que se repartiría en toda la tostada nacional”, como lo calificó el entonces ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, serviría para resolver muchos de losproblemas en materia de salud, educación e infraestructura que padecen las regiones. Esa era la teoría. La realidad es que ahora las regalías son una ficción, pues hay tres billones de pesos en caja que están sin ejecutar y en riesgo de perderse, lo cual debe sumarse a los 3,5 billones de pesos de recursos propios que tanto gobernaciones como alcaldías tienen frenados para las obras que ya están contratadas.Las razones van desde la corrupción hasta la desidia y poca gestión adelantada por las administraciones para realizar los proyectos.Pero a ello se suma la tramitología que se inventó el centralismo para retener esos recursos y poner trabas, así como la ineficiencia administrativa que impide a los departamentos y municipios la posibilidad de llevar a cabo las obras. Si bien es cierto que en muchos casos hicieron fiesta con las contrataciones, también es verdad que los engorrosos trámites que se exigen llevan a que muchos de esos recursos se pierdan. Y que lo más posible es que los $6 billones que tanto servirían para suplir muchas de las necesidades que tienen los colombianos, se pierdan sin remedio.