El cumplimiento de la ley es clave para la convivencia en una ciudad. Pero cuando la ley deja de ser una obligación y se vuelve discrecional, suceden hechos como los que en la tarde del domingo alteraron la tranquilidad en Pampalinda.De un lado está una discoteca que, según los vecinos, ha cambiado de nombre varias veces para eludir a las autoridades, porque no tiene el uso de suelo requerido para esa actividad.Del otro, una horda de muchachos que confunden la sana diversión con el libertinaje y disfrutan enfrentándose entre sí y frecuentando sitios no permitidos para su edad.Y que, en lugar de reconocer su mal proceder y el del dueño de la discoteca, prefieren enfrentarse a la Policía porque cierra el negocio.Todo, mientras sus padres no se preocupan por saber dónde y con quién están sus hijos, como si su deber no fuera protegerlos y educarlos, respetando las normas que garantizan la tranquilidad.