El presupuesto que le entrega Estados Unidos a Colombia para la lucha contra el narcotráfico no es una dádiva.Es la corresponsabilidad mínima que tienen al ser el mayor consumidor de drogas ilícitas del mundo.Por eso no tiene presentación el recorte que le vienen haciendo cada año a esos recursos, como si asumieran que ya Colombia ha ganado la batalla o que a Estados Unidos no le cabe más responsabilidad.La necesidad de discutir un cambio de estrategia en la lucha contra el tráfico y el consumo de estupefacientes parece no estar en la agenda del Gobierno de esa nación.Y parece no entender que al bajar sus aportes para combatir uno de los grandes flagelos de la humanidad, que cobra vidas por el consumo y por la guerra por la producción y la distribución del mercado, están afectando la tranquilidad de Colombia y de toda América.