El discurso de Estados Unidos como país abierto, que cumple el sueño americano de quienes llegan en busca de oportunidades y es respetuoso de las diferencias, suena utópico frente a los casos de racismo.A la reciente masacre de nueve afroamericanos en una iglesia de Carolina del Sur y el resurgimiento del Ku Klux Klan con marchas para impedir que se prohíba el uso de la bandera confederada, símbolo de la supremacía blanca y del segregacionismo, se le suman ahora las declaraciones del magnate Donald Trump.El precandidato republicano la emprendió contra los inmigrantes latinoamericanos, en particular contra los mexicanos de quienes dijo que solo “llevan drogas, crimen y son violadores”, y de un plumazo borró la idea de una nación amable y respetuosa de las libertades.Trump aseguró así que ningún latino vote por él en las próximas elecciones, que diferentes grupos económicos le den la espalda y de paso se ganó el título del rey del racismo.