Entre los atentados que se suceden desde hace meses y la incertidumbre de no saber cual país podría será el próximo blanco del terrorismo, Europa vive inmersa en el miedo.El ataque de un fundamentalista islámico en un mercado navideño de Berlín la semana anterior, es el más reciente hecho de esa cadena de temor.El autor, quien huyó del lugar, tuvo 30 horas para salir de Alemania, desplazarse por Francia y llegar a Milán, Italia, donde fue localizado gracias a la colaboración ciudadana y abatido por la Policía.Esa facilidad para moverse y perpetrar los ataques, hoy tiene a los europeos preguntándose por las fallas en sus políticas de seguridad.Desde Inglaterra hasta Rusia, donde ayer fueron evacuadas tres terminales férreas por amenaza de bomba, se extreman las medidas en los aeropuertos, las estaciones del tren y del metro, así como en las zonas de frontera, sin que haya garantías de que se pueda evitar un ataque futuro.Con ese enemigo sigiloso y mortal termina este 2016 para Europa.Nada asegura que el 2017 no transitará por la misma senda del terrorismo, desatado sobre todo por el radicalismo religioso que encontró en las políticas de puertas abiertas de Europa el pasillo para colar a sus yihadines.Es la guerra moderna, que nada tiene que ver con las convencionales que hasta hace poco se libraban en el mundo.