El lío de las ambulancias en Cali no hay quien lo pare: ni los decretos expedidos por el Municipio, ni las normas que regulan ese servicio, ni los controles de las autoridades han servido para detener sus desmanes.

Si usted transita por las vías principales de la ciudad verá cómo pasan ululando por su lado cinco o seis de esos vehículos y, como buen caleño que es, se hará a un lado para que puedan llegar rápido a atender la urgencia.

Sin embargo, es probable que esa ambulancia no cargue a ningún paciente, o que transporte a uno que se hace pasar por herido en accidente de tránsito para cobrar el Soat.

Y en caso de que sí se trate de una víctima de siniestro, lo esté llevando a una clínica que le paga comisión, así sea la que esté más lejos del lugar donde lo recogió.

Las artimañas y las contravenciones que cometen, fueron relatadas en el informe especial publicado por este diario el domingo anterior, entre ellas el negocio que han armado junto a algunas clínicas para beneficiarse de millonarios reclamos al Seguro Obligatorio de Vehículos, Soat.

Lo cierto es que pese al esfuerzo de la Administración Municipal por regular a las empresas de ambulancia, verificar su idoneidad técnica, mecánica y paramédica, así como para organizar el servicio a través del número 123, poco ha funcionado.

Lo que se evidencia es la falta de autoridad para evitar los abusos que se cometen con ese servicio de salud, que además se toma las calles de la ciudad y en su afán de lucro recurre a toda clase de maniobras.