Las cifras no dejan duda: el 89% de los 1.813 homicidios cometidos en Cali en el 2010, fueron perpetrados con armas de fuego. Para redondear el panorama, de 1.197 armas legales incautadas el año pasado por la Policía, 1.153 fueron decomisadas porque eran portadas en días de restricción o porque sus dueños estaban borrachos o porque tienen antecedentes penales. Las ilegales incautadas fueron 3.148. Y como si esos datos no bastaran, el 83% de los capturados por porte ilegal de armas fueron dejados en libertad.Son estadísticas que dejan en claro la influencia directa de las armas de fuego, legales o ilegales, en la violencia que padece Cali. Y la bomba de tiempo en que se convirtió permitir que los ciudadanos, ejerciendo su derecho a la protección, estén armados, mientras Cali padece del síndrome de la intolerancia.Por eso, lo que necesita la ciudad, aún más que desarmar a la gente, es enseñar a que se desarmen los espíritus.