Así se insista en decir que se está negociando sin detener las acciones bélicas, insistir en el secuestro, o en asesinatos como los cometidos contra dos miembros de la Guardia Indígena del Cauca, es desconocer el sentido mismo de la negociación. Y regresar a las épocas en las cuales el argumento es la violencia contra personas que son usadas para extorsionar a la Nación.

Aunque no estén claras las circunstancias, el secuestro del general Rubén Darío Alzate es otra de aquellas exhibiciones de fuerza que hacen dudar de la voluntad de paz de las Farc. Por eso, hay que respaldar la decisión de suspender los diálogos de La Habana hasta tanto no sean devueltos el Alto Oficial, sus acompañantes y los dos soldados también plagiados la semana pasada en el departamento de Arauca.Todo ello está demostrando la intención de usar a los seres humanos como botín de guerra, ya sea con intenciones de lograr riquezas o para conseguir rendimientos publicitarios. Es ese desprecio de las Farc por los Derechos Humanos el que impide pensar en soluciones prontas. Y que no se justifique en acciones de guerra o en errores cometidos por el general Alzate al incumplir las normas de seguridad, la reiterada intención de pisotear las libertades de los ciudadanos. Lo ocurrido son secuestros y tiene que ser terminados a la mayor brevedad, si lo que se quiere es conseguir un acuerdo para acabar el conflicto. Durante toda su existencia, la guerrilla conoce el rechazo indiscutible de la Nación a una práctica que ha azotado a casi la mitad de las familias colombianas, Que ha causado uno de los más grandes dramas en la historia nacional y ha generado el rechazo unánime. Basta recordar las millonarias manifestaciones que tuvieron lugar en el 2004, para reconocer el sentimiento que despiertan los plagios en nuestra sociedad. Que no se venga entonces a buscar justificativos a lo que sin atenuantes debe calificarse como un crimen de lesa humanidad y como tal es condenado por todo el mundo. Así se insista en decir que se está negociando sin detener las acciones bélicas, insistir en el secuestro, o en asesinatos como los cometidos contra dos miembros de la Guardia Indígena del Cauca, es desconocer el sentido mismo de la negociación. Y regresar a las épocas en las cuales el argumento es la violencia contra personas que son usadas para extorsionar a la Nación.Por eso, Colombia entera respalda la decisión del presidente Juan Manuel Santos, de suspender las negociaciones que hace dos años se iniciaron en La Habana, Cuba, hasta tanto los secuestrados, el general Alzate y sus acompañantes, así como los dos soldados de Arauca, sean puestos en libertad sin condición alguna. La paz no se hace amenazando la vida de personas inermes y exigiendo cualquier prebenda a cambio de su libertad, sino haciendo los gestos de buena voluntad que ayer pidió el Primer Mandatario de los colombianos. Ahora corresponde a los dirigentes de las Farc salvar el proceso de paz que según un editorial de su agencia de comunicaciones en internet, “ha fracasado”. Es el momento para demostrar que en ellos existe la voluntad de dejar atrás la violencia fratricida. Y la salida es una sola: terminar con el secuestro y detener las acciones terroristas contra quienes no sean sus seguidores. La liberación de los secuestrados y el fin de esa práctica no puede ser negociable si de verdad existe el propósito sincero de acabar con el conflicto que ha vivido Colombia, largo, sangriento e inútil.