"Los mexicanos reclaman respuestas. Que se van encontrando en las fosas comunes que se destapan y muestran más desaparecidos que han permanecido en el silencio. Es la misma forma en que han actuado en Colombia los grupos paramilitares y la guerrilla, así como el narcotráfico que en su constante mutación ahora se denomina Bandas Criminales".

¿Dónde están los 43 estudiantes que hace 41 días fueron desaparecidos por la Policía y la mafia de Iguala, en el Estado Guerrero de México? ¿Y dónde está el presidente Enrique Peña Nieto, que tras un doloroso silencio de más de diez días se pronunció en forma tímida, mientras crecía el descontento y la protesta de mexicanos y el resto del mundo, indignados por el atroz crimen? En una crónica de El País de Madrid, firmada por los periodistas Jan Martínez Ahrens y Juan Diego Lozada, se puede conocer el sitio donde, asegura la Fiscalía de México, se incineraron los 43 estudiantes: “La senda desemboca en una pequeña terraza, que se corta con un fuerte desnivel de unos 20 metros de altura. Abajo, al final de una cascada de inmundicias, se ve una asfixiante explanada, cuyo suelo muestra aún las negras marcas del horror”. Continúa la narración: “Ahí, según la fiscalía, los sicarios levantaron, sobre un círculo de piedras, una pira de neumáticos y leña en la que dispusieron los 43 cadáveres de los estudiantes. El fuego, alimentado por gasolina, prendió durante horas, de noche y de día. Pero nadie vio nada. Ni llamas ni humo. Y si alguien lo hizo, prefirió no decir nada”. En otras palabras, y aunque el sitio existe, las afirmaciones de la Fiscalía mexicana sobre el asesinato en ese sitio son apenas una hipótesis. Lo que sí se sabe es que el presidente Peña Nieto está de gira en Asia, acompañado de su esposa y un séquito de funcionarios. Ellos andan en un periplo que pretende vender la imagen del México pujante y progresista que ofrece oportunidades. Pero en el Distrito Federal las protestas llegan hasta las puertas del palacio presidencial ubicado en el Zócalo. Y en Iguala, o en la capital del Estado, los manifestantes se toman las sedes de gobierno y las incendian, algunos demostrando su indignación y otros aprovechando el caos y la confusión. De nada sirve que se dé a conocer la captura de los iniciadores de la masacre, el Alcalde de Iguala y su señora, así como algunos policías que participaron en la desaparición que se teme haya culminado en una masacre afrentosa para la humanidad. Ni ha sido útil la renuncia del Gobernador de Guerrero, conocido también por sus nexos con la mafia. Es que los mexicanos reclaman respuestas. Que se van encontrando en las fosas comunes que se destapan y muestran más desaparecidos que han permanecido en el silencio. Es la misma forma en que han actuado en Colombia los grupos paramilitares y la guerrilla, así como el narcotráfico que en su constante mutación ahora se denomina Bandas Criminales. Esa es la tragedia que vive hoy México. Por supuesto, y así caiga su credibilidad y respaldo, parece descartada la renuncia del presidente Peña Nieto. Pero ya es ineludible la obligación de ponerse serio, dejar a un lado el cuidado de la imagen y replantear la realidad institucional de su país, que empieza por combatir la tradicional corrupción y continúa por perseguir sin pausa al narcotráfico y a las mafias que han destruido la tranquilidad de la Nación y la confianza en sus instituciones. Eso es lo que están pidiendo los mexicanos.