Frente a los derrumbes que han afectado la vía a Buenaventura, Cali ha sido solidaria, autorizando que las tractomulas y camiones puedan transitar por la ciudad. Para ello se armó un plan de contingencia a la carrera y los efectos los han pagado los caleños que de la noche a la mañana han visto cómo las calles de sus barrios se congestionan llenas de vehículos pesados y el ambiente se contamina por el ruido de esas caravanas.

La buena voluntad está demostrada. Pero lo cierto es que la ciudad no estaba preparada para recibir el tráfico que le llegó de improviso. Y su infraestructura vial está amenazada puesto que sus calles, además de estrechas, fueron construidas hace 30, 50 o 70 años. Como sucede con la Avenida Sexta, no pueden cubrir la demanda, ni tienen la capacidad para soportar vehículos de 50 toneladas porque fueron planeadas para menos de 20.

A ellos se le suma el colapso que se ocasionó en las entradas de Cali, sobre todo en la vía al mar, la vía antigua Cali - Yumbo y la Autopista a Yumbo, estas últimas con tráfico importante por ser zonas industriales y por albergar varios colegios. Por ese esfuerzo, debería existir la garantía del Gobierno Central de asumir los daños que ocasione esa colaboración, con recursos de la Nación y no con recursos provenientes de los impuestos de los caleños.

Y debe aprovecharse el momento para dar soluciones integrales a la movilización hacia Buenaventura. Frente al colapso que ocasionó el derrumbe en la vía, se debe cuestionar por el Ferrocarril del Pacífico y la imposibilidad de hacerlo operar como se debe en las últimas dos décadas. Otra historia se habría contado para evacuar la carga desde y hacia la ciudad portuaria si el tren estuviera funcionando. Pero lleva un año parado porque la empresa a la que se le entregó en concesión abandonó el negocio y poco se ha hecho para reactivarlo.

Tener vías alternas es otra urgencia. La tan anunciada carretera entre Mulaló y Loboguerrero, que reduciría el tiempo de desplazamiento y estaría en un terreno menos pendiente y más estable, sigue sin comenzar. Y la ampliación de la salida al mar en Cali, que debería ser una prioridad no sólo para el Municipio sino para la Nación, está enredada pese a que los caleños la pagaron por valorización.

El Valle debe exigir que esos procesos se aceleren. Infortunadamente, en el Gobierno Central se piensa siempre que la vía es de Bogotá a Buenaventura y que ese tramo, que tantos problemas presenta y no ha sido posible terminar, es apenas la última etapa de la carretera. Por eso ha sido impulsada por derrumbes y tragedias que causan emergencias como la que ahora debe asumir Cali, y no por el propósito de tener comunicaciones que eviten el aislamiento de Buenaventura, mientras la solución del ferrocarril naufraga en incumplimientos pese a que abarataría el costo del transporte, daría seguridad y mejoraría la competitividad.

Por eso, Cali y el Valle deben exigir que se impulsen alternativas como el tren, la vía Mulaló - Loboguerrero y la doble calzada Cali - Dagua. Y no debe ser solo una insistencia de la región. Es sobre todo una necesidad nacional.