Ante la desaceleración que presenta la economía y las alertas emitidas por una calificadora de riesgos sobre las finanzas públicas de Colombia, el momento implica dejar atrás discusiones y enfrentar los problemas. No es pues el tiempo para los debates sino el de buscar respuestas antes de que sea tarde.

Los indicadores de la industria y el comercio muestran a las claras que existe una desaceleración iniciada hace ya un año. Lo dicen los empresarios y lo ratifican miembros del Gobierno encabezados por el Ministro de Hacienda, y se refleja en las preocupaciones de la Junta Directiva del Banco de la República, la institución que está siendo presionada para bajar las tasas de interés para poder irrigar más crédito que impulse el consumo de los colombianos.

Pero el asunto no es tan fácil. Ya es claro que lo bancos están sintiendo el apretón, reflejado en el aumento de la cartera vencida, lo cual hace que no sea tan expedita la posibilidad de reducir las tasas de interés de acuerdo con las bajas que ha aplicado la autoridad monetaria. Más aún, cuando los indicadores de caída en los sectores productivo y de servicios lo deben interpretar como un aumento del riesgo para sus colocaciones, financiadas por el ahorro que le entregan los colombianos a través de los mecanismos respectivos.

De otra parte, la calificadora internacional de riesgo Fitch Rating ha emitido un llamado de alerta para que el Estado modere su gasto y su propensión al endeudamiento. En particular, a esa calificadora le preocupa el aumento en los niveles que está usando la Nación para financiar su gasto, y que se hagan cálculos demasiado optimistas sobre los recaudos en el futuro inmediato, lo que no se compadece con las tendencias que muestran los indicadores, creando un riesgo cierto de que el déficit fiscal se incremente a niveles que destruyen la confianza además de ocasionar presiones poco aconsejables sobre la inflación y la credibilidad de la economía colombiana.

Tales situaciones llevaron a que el Ministro de Hacienda haya reconocido que existen problemas, y anuncie una reducción importante en el gasto público para el 2018, alrededor del 2% del presupuesto que debe ejecutarse el año entrante. Pese a ello, el país necesita saber qué efecto tendrá ese anuncio, cuando se sabe de compromisos como los Acuerdos de Paz y la obligación de financiar los procesos electorales que tendrán lugar en el próximo año.

Así las cosas, queda claro que Colombia está abocada a decisiones difíciles. Más que mantener una calificación, que por lo demás mide la confianza en nuestra economía, es necesario aceptar que el Estado ya no puede seguir gastando como en épocas recientes, entre otras razones porque la producción de petróleo se ha reducido en más del 15%.

En esas condiciones, ahora hay que hablar claro y tomar las decisiones que se requieran, antes de que sea tarde. Hoy estamos registrando los síntomas y deben tomarse como advertencias de algo que están padeciendo muchos sectores. Pero estos pueden convertirse en una amenaza real que signifique un retroceso en todos los órdenes para los colombianos.