Entre el cambio climático que deteriora de forma acelerada el Planeta y una sobrepoblación que demanda cada vez más recursos para sobrevivir, garantizar la alimentación y nutrición de la humanidad se ha convertido en un reto. El Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat, cumple 50 años trabajando en ese propósito y los resultados se ven en todo el mundo.

La fértil tierra del Valle, con su variedad de pisos térmicos y una estratégica ubicación en el trópico fue escogida en 1967 para recibir un naciente centro dedicado a la investigación agrícola, cuyo objetivo era mejorar la productividad y la calidad de los cultivos, para ayudar de esa forma a disminuir la pobreza y el hambre que afectaba en especial a los pequeños campesinos alrededor del mundo. Medio siglo después el Ciat, desde su sede ubicada en Palmira, puede enorgullecerse del aporte que ha hecho en 160 países.

Con el desarrollo tecnológico, científico y en comunicaciones que ha tenido la humanidad en las décadas recientes, el hambre debería ser uno de los males erradicados de la Tierra. Hoy, sin embargo, 790 millones de personas no tienen qué comer y sufren grados extremos de desnutrición, sobre todo en países de África, Asia o Latinoamérica, que también padecen las inclemencias del daño ambiental al que se ha sometido al Planeta, que se sienten como nunca en sus tierras otrora fértiles.

La luz de esperanza para esos millones de seres humanos está en el Ciat y su prodigiosa búsqueda de soluciones. Durante estos 50 años el Centro ha conseguido mejorar la calidad de las semillas de fríjol, de yuca y de forraje para alimentar ganado, entre otros cultivos y prácticas agropecuarias. Ha ido más allá al crear nuevas variedades que se adapten a suelos áridos, a los cambios que presenta el clima y que tengan un porcentaje mayor de nutrientes. Además, a diario fortalece el banco de germoplasma desde el que se han enviado cientos de miles de muestras a 141 naciones.

Por supuesto, Colombia ha sido el primer beneficiado. Y de Perú a Tanzania pasando por Vietnam o el Congo, el impacto del Centro Internacional de Agricultura Tropical se ha sentido no sólo con su desarrollo de semillas y mejoramiento de cultivos. La ayuda ha incluido crear para los países con mayores necesidades sistemas de monitoreo de tierras, alertas tempranas, mediciones ambientales o diseñar Fondos del Agua. Una lista de actividades que crece con el tiempo, a la par con las necesidades que se van presentando en las zonas tropicales.

Por toda esa labor dedicada y comprometida, se le debe hacer un reconocimiento al Ciat en sus 50 años. Con sus “fríjoles mágicos” y sus “semillas de esperanza”, como las llaman aquellas comunidades que han recibido sus beneficios, el más importante Centro de investigación agrícola con el que cuenta el mundo permite que la humanidad tenga fe en su propio futuro. Es el aporte invaluable que desde el Valle y Colombia se le hace cada día a un planeta enfrentado al deterioro de su medio ambiente y al declive sistemático de los recursos naturales que necesita su población para subsistir.