En medio de una pandemia que no tiene final próximo y amenaza con el contagio del Covid-19, una economía asfixiada por la parálisis que debió aplicarse durante cinco meses, y un evidente drama social causado por la pérdida de empleos y dificultades del Estado para cubrir las necesidades de millones de colombianos, hoy tendrá lugar el paro nacional convocado por algunas centrales obreras.

Según el presidente de la CUT, el paro nacional se adelanta por la vida, la democracia, la paz y la negociación del pliego de emergencia compuesto por seis puntos sobre salud, renta básica, salvar a las micro, pequeñas y medianas empresas, los empleos que se perdieron en medio de la pandemia, protección a las mujeres y diversidades sociales. También, y como era de esperarse tratándose de Fecode, se exige la no presencialidad en las escuelas con niños de preescolar básica y media y la no venta de las empresas del Estado.

Por supuesto faltan muchas cosas más, incluidas las consabidas acusaciones de genocidio contra agentes del Estado o sobre la persecución a la protesta social, pese a que en Colombia existe una marcha cada día. Y, claro está, esa movilización coincidirá con el tercer día de la minga en Bogotá, por lo cual se sumarán las exigencias de los jefes del Consejo Regional Indígena del Cauca.

Ese es el menú que le espera al país durante las próximas horas, unas movilizaciones promovidas por sindicatos de empleados oficiales, respaldadas por los grupos políticos de oposición que ven en esas marchas la oportunidad de agitar sus banderas partidistas y su protagonismo que aprovecha el interés de los medios de comunicación.
Indudablemente, y así no lo quieran los promotores de esas movilizaciones, también será una muestra del respeto que las instituciones, empezando por el Gobierno Nacional que quieren derrocar, tienen sobre la protesta social como expresión de inconformismo y de democracia.

Es de esperar que no se presenten los incidentes violentos que promueven siempre quienes tratan de aprovechar esas expresiones populares para sembrar el caos. Si el vandalismo y el terrorismo aparecen, le causarán daño ante todo a esas muestras de inconformismo y a la democracia que ellas pretenden encarnar.

También hay que rogar porque las manifestaciones masivas no se conviertan en gestos de indisciplina social y propagadoras del contagio que amenaza a los colombianos y crece con esos actos. Y porque exista la sindéresis necesaria para entender y responder por los riesgos que de allí se derivan contra la salud de millones de seres humanos, empezando por los manifestantes y sus familias.

Al otro lado estarán expectantes los colombianos que quieren trabajar para recuperar lo que les ha arrebatado la emergencia vivida por nuestra nación en el 2020. Ellos están esperando que quienes desde los sindicatos y los partidos promueven y agitan la protesta con hechos como el paro de hoy, asuman su deber de aportar a una causa: la de abrir espacios al diálogo civilizado y no populista en los cuales se puedan encontrar las salidas y las soluciones que demanda y necesita el pueblo colombiano.