Esa es una de las miles de pruebas sobre la amenaza que significa la multinacional con mayor capacidad de daño en América Latina, de la que incluso participan grupos armados como las Farc y el ELN. Lo cual quiere decir que la unión es necesaria para combatir a las organizaciones criminales que controlan el narcotráfico. Es la alianza que debe encargarse también de presionar ante los Estados Unidos las decisiones necesarias para cerrarles el acceso a poderosos armamentos que pueden adquirir con facilidad pasando el río Bravo o canjeándolos por sus alijos mortales de droga.

Cumpliendo una cita impostergable, el presidente Juan Manuel Santos viajó a México a reunirse con su colega Felipe Calderón. Ante las difíciles circunstancias causadas por el narcotráfico que han vivido los dos países, la reunión no puede considerarse como un saludo protocolario o social.No hay duda de que el negocio maldito ha dejado un rastro de dolor, de destrucción y muerte, a lo largo del camino entre las dos naciones. Para no alargar la historia, hace unos días fue confiscado un cargamento con 46 fusiles de asalto provenientes de México, como parte del pago de la cocaína comprada por uno de los más poderosos carteles de ese país a sus proveedores en Colombia, una organización que, según se dice, maneja la producción y el transporte de las drogas ilícitas a gran escala.Esa es una de las miles de pruebas sobre la amenaza que significa la multinacional con mayor capacidad de daño en América Latina, de la que incluso participan grupos armados como las Farc y el ELN. Lo cual quiere decir que la unión es necesaria para combatir a las organizaciones criminales que controlan el narcotráfico. Es la alianza que debe encargarse también de presionar ante los Estados Unidos las decisiones necesarias para cerrarles el acceso a poderosos armamentos que pueden adquirir con facilidad pasando el río Bravo o canjeándolos por sus alijos mortales de droga.Colombia y México tienen en común muchas cosas buenas, además del idioma y pese a la distancia que los separa. Son identidades como el interés por promover acercamientos como el Tratado de Libre Comercio que ahora se pondrá en vigencia con la visita del presidente Santos, reemplazando al acuerdo firmado con Venezuela, a principios de los años 90. O como el afán por liderar la toma de conciencia sobre la unión que debe regir a toda América en la lucha contra fenómenos comunes como la pobreza, el mayor expulsor de sus ciudadanos hacia los Estados Unidos.Pero, sin duda, es el tráfico de drogas hacia ese país el que hoy tiene a sus gobiernos intercambiando experiencias e información, mientras el mal se riega casi sin remedio por los pequeños países de Centroamérica, cuyos Estados no posen la fortaleza suficiente para enfrentar la mezcla de crimen, desajuste social y violencia que genera el peor de los enemigos de América. Hace tres décadas fue nuestra Nación la que casi es destruida por ese fenómeno. Después fue México, que ha debido tomar decisiones para enfrentar el desafío particularmente sangriento de las mafias que azotan su país. Ahora son los vecinos que, como Guatemala u Honduras padecen la amenaza destructora.En ese orden de ideas, la reunión de los presidentes Felipe Calderón y Juan Manuel Santos no puede calificarse como un acto de diplomacia, con los protocolos y las declaraciones acostumbradas en esas ocasiones. Fue ante todo la afirmación de que llegó la hora para que los pueblos de América se unan para derrotar la multinacional del crimen más peligrosa del siglo XXI. Y de reclamar a los países consumidores la responsabilidad que les corresponde en la lucha contra el flagelo del narcotráfico.