Pero como la vida sigue, esta semana es la celebración del día de Acción de Gracias. No se detiene el mundo porque muera un familiar, ni porque nos enfermemos, ni porque el banco embargue por un crédito, ni porque las empresas corten los servicios, ni porque USA amenace a Venezuela. Sigue.
A veces quisiéramos que ‘el mundo entero’ sintiera nuestra misma angustia y mágicamente nos solucionara los problemas. ‘Quiero que me entiendan’, que se apiaden de mí. Cual niños de pecho, hay momentos en que deseamos ‘mamás’ que solucionen y carguen nuestra dificultad. Hay que seguir; nadie viene a salvarnos, no porque no lo merezcamos, sino porque la vida es un compromiso individual. ¿Vale la pena vivir? ¿Acaso podemos encontrar algo porque agradecer en este caótico mundo?
Tiene que ver con el sentido de la vida. Y claro, con una concepción trascendente. Es decir, con salir un poco de la tercera dimensión (alto, ancho, profundo, tiempo y espacio) y sentir que hay algo más allá del final del cuerpo, la muerte (que tampoco es como nos la pintan). Entonces, abrir canales a otras dimensiones es importante para vivir de otra manera y encontrarle una razón para estar en este mundo, en este momento.
Las emociones fueron consideradas un lastre, algo vergonzoso porque eran sinónimo de debilidad (solo la razón y la lógica eran válidas). Y ahora, encontrar que sin emociones es imposible vivir, es un golpe bajo a la racionalidad, lo que ‘obliga’ a considerar otros escenarios, valiosísimos en nuestro transcurrir. La gratitud, es uno de ellos, está allí, listo a sentirla y vivirla. ¿Cómo?
Annie Marquier dice en su bellísimo libro ‘El maestro del corazón’ que la gratitud expande el corazón y esa onda alcanza hasta dos metros de diámetro, impregnando todo lo que alcanza en esa dimensión. Entonces, una persona agradecida logra transformar energéticamente su entorno porque no hay espacio para la agresión cuando el agradecimiento es la sensación prioritaria.
La gratitud es la emoción más reparadora de cuantas existen, si se quiere más liviana que el perdón porque no tiene cargas de culpa ni deudas pendientes, ni genera dependencia, solo permite conectar con algo mágico que pareciera libre de irracionalidad. Es a través de la gratitud que nos conectamos con lo sagrado.
El jueves se celebra el día de Acción de Gracias en USA y, si aquí institucionalizáramos esa celebración, ¿a quién le agradecerías porque existe a su lado o está cerca de su vida? ¿Quién ha hecho tu carga más liviana? ¿A quién quisieras agradecerle sus palabras, su apretón de manos, su sonrisa, su generosidad y hasta sus insultos? Sí, porque el improperio también es una forma de evaluar la dimensión interior, la capacidad para no engancharse, el crecimiento personal.
Si se pudiera vivir encontrando el equilibrio entre luces y sombras en el día a día, la vida sería diferente y donde más se sentiría su efecto sanador sería en la salud, tanto física como emocional. Porque la gratitud sana, repara, conecta.
Entonces mi invitación hoy es a hacer un alto en el camino: a nivel individual (con lápiz y papel) escribir la lista de aquello que tienes por agradecer. ¡Te sorprenderás! En grupo, con tu familia, amigos, compañeros de trabajo… una torta, una pizza, un pollo, son la excusa perfecta para celebrar la vida y agradecer lo que se tiene. Y aquí, en este espacio, gracias por acompañar, leyendo mis palabras…